Revista Farmacéuticos - Nº 112 - Enero/Marzo 2013 - page 48

P
de Rebotica
LIEGOS
48
José Vélez García-Nieto
soles de
medianoche
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P
ara este 2013 y los cuatro
Pliegos
que nos
aguardan, con sus esperanzados Soles de medianoche
en el interior, voy a proponer un juego al lector que me
acompaña. Vamos a pensar juntos en lo que hubiera
podido ser sobre cuatro historias diferentes si algo
hubiera cambiado en su desenlace.
Son historias, relatos o leyendas escritos por otros,
interpretados libremente por quien los lee y concluidos
de una manera que permite abrir la puerta a la
imaginación.
Pero dejémonos de preámbulos y vayamos con la
primera propuesta. Para empezar, haré un resumen de
la historia a revisar como simple recordatorio para
quien lo haya leído y para incorporar a quien no lo
hizo porque, entre otras cosas, no puedo permitirme el
lujo de ser abandonado, a las primeras de cambio, por
cualquier lector potencial.
Veamos qué pasó con la familia de Pascual Duarte,
esa negra historia extremeña que nos contó, sin
excesivas cortapisas, el gran Camilo José Cela, por
entonces tan solo un embrión del Premio Nobel que
llegaría a ser.
Como es natural, la historia empieza en una
farmacia –¡no podía se de otra manera¡– de
Almendralejo, cerca de Mérida, en la provincia de
Badajoz. Concretamente, en la botica de Benigno
Bonilla, encargado de guardar y custodiar unos legajos
abandonados a su suerte y escritos por un condenado a
muerte, Pascual Duarte, poco antes de ser pasado por
garrote. El drama, de amores, odios y traiciones,
machista hasta el tuétano, deja un sabor agridulce
difícil de explicar. Duarte aparece documentado por sí
mismo como un ser casi bondadoso y muy arrepentido,
a quien le pierden unos prontos sanguinarios sin
excusa posible. Solo la penitencia y el perdón de
Santiago Lurueña, el misericordioso capellán del
penal, dan una salida a este Pascual, asesino capaz de
llevarse incluso a su madre por delante.
Hasta aquí su verdadera historia terminada con el
inevitable ajusticiamiento, quizá en la cárcel de
Badajoz después del 15 de febrero de 1937. Pero ¿qué
fue de algunos de los otros personajes importantes de
esta historia de crueldades? ¿les reparó la vida de tanto
dolor cercano?
Esperanza se fue de Almendralejo
A partir de ahora, nos olvidamos respetuosamente de
don Camilo y nos adentramos por el mundo de la
fabulación de la mano de tres seres recogidos en las
páginas de la novela y allá donde quiera llevarnos la
imaginación.
El primero es Esperanza, la segunda mujer de
Pascual, casi recién casada y que observa
aterrorizada el acuchillamiento de su suegra a
manos de su propio hijo. Con apenas treinta años
cumplidos es señalada por todos los vecinos del
pueblo y está harta de escuchar esa frase lapidaria
que tanta injusticia encierra:
Deja, deja que algo
habrá hecho esta mosquita muerta para envenenar
la sangre de Pascual.
La realidad es que apenas hubo descanso para
esta joven tímida y resuelta a la vez; tan segura de lo
que quería. Su acusación como testigo ocular sabía
que conduciría a su marido de forma indefectible
hasta el cadalso. Fueron meses de calvario
permanente porque Esperanza, en el fondo de su
corazón, seguía queriendo a aquel hombre tan
variable como impredecible en sus comportamientos.
Mientras, la guerra pasaba a su lado casi sin rozarla.
Solo se preocupaba de ir hasta Badajoz y ver a
Pascual en unas visitas que siempre eran penosas y a
ella le parecían más veloces que un relámpago.
Ella había intuido la tragedia en el trato de madre
e hijo, pero no pensó nunca que aquello fuera a
suceder ante sus ojos. El entorno de Almendralejo y
Esperanza acabaron haciéndose incompatibles y una
mañana de principios del mes de abril del 38, hizo un
hatillo con un par de pertenencias más sentimentales
que reales, se guardó entre los senos el anillo que le
regaló Pascual el día de su boda y emprendió rumbo
a Sevilla donde solo buscaba el anonimato. No
volverse a encontrar con un rostro conocido; nada
más y nada menos.
Los comienzos no fueron nada fáciles. Una
España en guerra tenía otras prioridades alejadas de
los problemas de una joven no excesivamente culta
y de pasado, cuando menos, discutible. Sevilla es
acogedora a ráfagas, pero la inteligencia y la
decisión de Esperanza fueron resolviendo
lentamente las dificultades de ubicación hasta que
una familia de militares, con el cabeza en el frente
de batalla, le admitió para servir, a pesar de su
avanzada edad
para aprender.
Cuando Franco murió en 1975, Esperanza frisaba
los 70 años, ya estaba jubilada y con sus ahorrillos,
conseguidos real a real como una auténtica hormiga,
1...,38,39,40,41,42,43,44,45,46,47 49,50,51,52
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