Revista Farmacéuticos - Nº 112 - Enero/Marzo 2013 - page 47

P
de Rebotica
LIEGOS
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TAUROMAQUIA
Álvaro Domínguez Gil
La fotografía y
LOS TOROS
D
esde la mítica fecha de la invención de la fotografía en
1839, hasta los albores del tercer milenio, los
aficionados tienen el recuerdo de lo vivido en las plazas
de toros con las imágenes de cada momento. El valor
histórico y documental de las fotografías, aumenta al
considerar el tiempo transcurrido, sobre todo para las
generaciones que no pudieron contemplar ”in situ” el
acontecimiento.
La fotografía taurina no cuenta con
bibliografía específica pero cada vez son
más los libros elaborados por los propios
reporteros gráficos, como aquel álbum de
Santos Yubero sobre “Manolete”, la
visión de “El Cordobés” de José María
Lara o Ramón Massat sobre los
Sanfermines. Las referencias
hemerográficas, por el contrario, son
abundantes, ya que desde los primeros
números de revistas como:
Sol y Sombra
o
Toros y Toreros
se incluyeron
comentarios históricos basados en la
fotografía que, en su calidad de
instantánea, capta el momento que ni
siquiera el ojo humano, perfecto por
naturaleza, es capaz de retener. Hoy
podemos recrearnos con la lidia de
Lagartijo, Frascuelo o Mazzantini.
Durante el siglo XIX la lidia era rápida,
las fotografías por el contrario, eran
lentas. Ello se debía a que el obturador de
la cámara no contaba con el mecanismo
necesario para abrir y cerrar en fracciones
de segundo. Tengamos en cuenta que las
placas tenían un volumen considerable y
con la bolsa para negativos y accesorios,
los fotógrafos acudían a las plazas de toros con un carro
que también les servía como laboratorio.
Las edades de oro y plata del toreo transforman la lidia.
La quietud y el dominio del toro se generalizan. Son los
años de la revolución belmontina, la gracia y el arte de
Joselito, la técnica de Marcial Lalanda, el verticalismo
de Cagancho y el poderío de Domingo
Ortega.
Los maestros de la fotografía manejan
cámaras mucho más cómodas con
formato de 9x12 cm de hasta una
docena de disparos. Se trata de las
cámaras Goerz y Ernemann en sus
distintas versiones. Antes de finalizar el
siglo XIX, las revistas especializadas ya
ilustraban las crónicas y comentarios
con las fotografías obtenidas por sus
corresponsales y colaboradores. La
aplicación del fotograbado a la prensa
revolucionó el mundo de la información
y el público pudo observar a sus ídolos
ejercitando suertes, contemplar las
plazas de toda España, distinguir tipos
de ganaderías y reconocer a las
primeras figuras del toreo. En la
década de 1930, dos nuevos modelos
de cámaras invaden el mercado, Leica
y Contax que cambian el formato de
negativos y las prestaciones técnicas.
Hoy en día, con la tecnología
existente, la joven generación de
reporteros taurinos, tienen mas
posibilidades de demostrar su valía
artística.
Al presentar ahora este artículo póstumo de nuestro
compañero Álvaro Domínguez, la redacción de Pliegos
quiere manifestar su emoción y su agradecimiento a
quien fuera un entusiasta colaborador de la revista y un
miembro destacado de nuestra asociación.
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