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ARTÍCULO CON FIRMA
FARMACÉUTICOS N.º 430 -
Octubre
2017
A
pesar de ser uno de los lugares más fríos del planeta,
el fuego destruyó la fábrica de vidrio que sustentaba a
aquella numerosa familia. Vivían en una ciudad de insó-
lita belleza enclavada en las inhóspitas tierras siberia-
nas. De alma cosaca y acunada por dos ríos, Tobolsk fue
la capital histórica de Siberia. De allí, tras la muerte del padre y
la pérdida de la fábrica, el joven Dimitri Mendeléiev partió hacia
San Petersburgo con objeto de realizar sus estudios universitarios.
Su amor por la ciencia y la ayuda de un amigo de su padre fueron
decisivos para conseguir una beca en el Instituto Pedagógico Cen-
tral de dicha ciudad.
San Petersburgo, un espejismo nacido de las aguas del Neva;
puentes y canales duermen bajo la brillante nieve. Oro que reful-
ge desde las incontables cúpulas que se
alzan hacia el blanco cielo. Capricho de
príncipes y zares; bellos palacios crea-
dos para la opulencia y donde es fácil
imaginar los bailes de gala y las sesio-
nes de poesía y música. Escenario tam-
bién de cruentas revueltas y represiones,
esta magnífica ciudad imperial dio a la
humanidad grandes artistas y científi-
cos. Uno de los más importantes es, sin
duda, Mendeléiev (1834-1907). Persona-
je fundamental que dio sentido a la quí-
mica contemporánea enunciando la ley
periódica de los elementos. Hasta enton-
ces no existía un consenso general sobre
el tema. Basándose en las contribucio-
nes del químico italiano Cannizzaro, que
estableció las diferencias entre molécu-
las y átomos, y las del químico ingles
Frankland, curiosamente aprendiz de far-
macéutico en su juventud, quien anunció
la teoría de la valencia química. Mende-
léiev consiguió ordenar los elementos de una forma lógica, según
su masa atómica y sus propiedades, creando la famosa tabla perió-
dica. Ideó un mapa organizando los elementos químicos que com-
ponen nuestro mundo. Para ello, escribió los nombres y los pesos
de los elementos en unas tarjetas, reestructurándolas una y otra vez
como si estuviera haciendo un rompecabezas. Durante varios días
trabajó incansablemente. Tanto que se quedó dormido.Ymientras
soñaba, le llegó la inspiración. Al despertar acomodó las cartas
según el patrón soñado: filas horizontales según el peso atómico y
filas verticales según las características químicas (alcalinos, alca-
lino-térreos, fluorescentes...), incluso dejó espacio para elementos
que se descubrirían posteriormente.Acababa de descifrar, en pala-
bras del filósofo alemán Theodor Benfey, “El corazón de la quí-
mica”. La tabla periódica se ha ido ampliando y el número de ele-
mentos creciendo. En la actualidad se conocen 118. Uno de ellos,
el elemento 101, lleva el nombre de mendelevio en honor del quí-
mico ruso más famoso de todos los tiempos. Era alto, con pelo
largo y una gran barba que sólo se cortaba una vez al año. Tenía
un carácter fuerte, era muy intuitivo. Cuentan que le gustaba gri-
tar y gastar bromas. Estableció el grado alcohólico del vodka en
40°. Era aficionado al ajedrez, a los libros de aventuras y a la poe-
sía. Entre sus amigos se encontraba el autor de
El príncipe Ígor
,
la famosa epopeya rusa, Alexander Borodin. A Borodin, que estu-
dió química y medicina, la música y la química le apasionaban de
tal forma que Rimsky-Korsakov escribió: “Borodin tarareaba sus
canciones mientras estaba en el laboratorio, o interrumpía impro-
visadamente una dirección musical para apagar un mechero Bun-
sen bajo un matraz si se estaba calentando demasiado”.
Los elementos químicos y la música siempre han estado rela-
cionados. En un principio sólo con los cuatro elementos clásicos:
tierra, fuego, agua y aire. Según un estudio realizado por Santia-
goÁlvarez Reverter, catedrático de Química Inorgánica de la Uni-
versidad de Barcelona, el oro y la plata serían los metales con
más presencia en los compositores clásicos como Bach, Beetho-
ven, Dvorak, Haendel, Verdi, Wagner (
El oro del Rin
). El hierro,
el estaño y el plomo, junto al oxígeno, también aparecen en nume-
rosos temas musicales. Sting o grupos como Nirvana también han
usado el litio en sus obras. Y es que a las musas les gusta revo-
lotear por los jardines de la inspiración donde a veces juegan a
escribir versos con los metales y no metales, con los metaloides,
gases nobles e incluso con las tierras raras. Canta Lorca: “Yo beso
sus miradas / como besos de plomo sobre
mi piel”. Bergamín cita: “Se va apagando
la luz / de la tarde poco a poco / en los oli-
vos de plata / y en los viñedos de oro”.Valle-
Inclán recuerda que se ha quebrado el sol
entre nubes de cobre, mientras que Unamu-
no siente: “Es vizcaíno mi hierro / hierro de
palabras cortas”. Y trae Alberti el color del
cadmio de la mano: “Ven, amarillo. Quie-
ro ser naranja, / cadmio lustroso esférico
entre el verde”. Manuel Machado imagina
el mar: “Cobalto mediterráneo, grana de sol
levantino [...]”. Podríamos seguir ahondan-
do en las aguas de la poesía y seguir pes-
cando elementos preciosos enredados entre
los versos. ¡Tal como hizo en su tesis docto-
ral sobre la Farmacia y la poesía el farma-
céutico Ángel del Valle! ¡La química como
metáfora de la vida! Porque a los elementos
les gusta intercambiar valencias y enlazar-
se creando moléculas. Los no metales (oxí-
geno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósfo-
ro y azufre) tienen preferencia por participar en la materia viva.
Algunos metales como el hierro o el magnesio forman parte de
moléculas tan importantes como la hemoglobina o la clorofila.
Los metales de transición como el cobre, el zinc, el cadmio o el
mercurio poseen una estructura que posibilita la creación de com-
puestos coloreados. Forman parte de los pigmentos con los que
los maestros pintores han llenado de arte, luz y pasión los lienzos,
consiguiendo con sus pinceladas sueltas o empastadas veladuras
o encarnaduras inverosímiles. Pintando la nieve con “blanco de
plomo” o el verde de los bosques con “verde de París”. Colorean-
do el sol con “amarillo de cromo” y soñar con el azul cobalto de
los cielos de Chagall. Los mismos cielos que divisaron la Revo-
lución de Octubre en la Madre Rusia, de la que este año se cum-
ple su centenario. Mendeléiev no la llegó a vivir porque falleció en
1907. Ruso hasta la médula, los temas políticos no le interesaban,
pero estableció las condiciones para que la fundación de la Aca-
demia Estatal de Química-Farmacéutica de San Petersburgo fue-
ra una realidad.
En la tierra de las matrioskas y de los legendarios huevos de
Fabergé, que albergan bellos secretos en su interior, un hombre
soñó con clasificar la esencia de la química.Y lo consiguió. Tiene
la química un corazón, la tabla y la ley periódica, que late gracias
a la disposición de los elementos químicos con sus protones, elec-
trones y sus propiedades químicas.
María del Mar Sánchez Cobos
Farmacéutica
El corazón de la química