Revista Farmacéuticos - Nº 124 - Enero/Marzo 2016 - page 49

Cómo llegué a director de un diario
de agricultura
Un amigo me requirió. para que le sustituyera como
director de un periódico de agricultura. Entonces es-
cribí que los nabos se crían en los árboles, confundí
un surco con un azadón y aseguré que el guano es
una de las aves más bellas que existen aunque es
preciso advertir que su cría requiere prolijos cuidados
y su aclimatación debe hacerse o bien antes de junio
o bien pasado septiembre.
El escándalo fue suficiente para producir una rápida
venta del periódico, y ante la recriminación de mi ami-
go, le contesté: “Catorce años hace que soy periodis-
ta y jamás había oído que se necesitase saber de al-
go para escribir en un periódico. ¿Quién redacta las
críticas teatrales en los periódicos de segundo orden?
Unos cuantos zapateros y otros tantos mancebos de
botica, tan ayunos de literatura dramática como yo de
agricultura. ¿Quién hace las revistas literarias? Gente
que jamás ha escrito un libro. ¿Quién se ocupa de las
cuestiones financieras? Individuos que tienen las me-
jores razones para no entender de esos asuntos.
¿Quién diserta sobre valores morales y abomina de
los vicios que corroen a nuestra sociedad?: presidiarios
a los que el demonio no tiene por dónde coger. ¿Quié-
nes escriben recomendando temperancia y clamando
contra el whisky?: bribones que ni un momento dejan
de apestar a aguardiente...
¿Es que usted cree, señor director, que voy a tragarme,
sin protestar, cuanto le haya venido en gana decirme? No,
señor; no, señor, y no, señor. Sepa usted que ésta es la
primera vez que llegan a mis oídos observaciones tan ri-
dículas.
¿Quién, por último, dirige las revistas de agricultura? Gen-
tes como usted y con usted todos aquellos que han fra-
casado en la poesía, en la novela, en el teatro y en la
crónica, y qué, desengañados al fin, caen sobre la agri-
cultura, de paso para el hospital.
Le aseguré a usted que haría de su
periódico una publicación interesan-
te, y lo he conseguido. Prometí a us-
ted que la tirada llegaría a ser de
veinte mil ejemplares, y quizá antes
de dos semanas hubiéramos rebasa-
do la cifra, atrayendo hacia esta re-
vista el mejor núcleo de lectores que
puede desear un periódico de agri-
cultura; ese enorme conjunto de bien-
aventurados incapaces de distinguir
un melón de un albaricoque... Usted
ha querido su pérdida, amigo mío;
ahora aténgase a las consecuen-
cias".
*
Puede que Twain exagerara algo en su teórico come-
tido editorial, pero con su estrategia y, sobre todo con
su entusiasmo, habría conseguido unos objetivos em-
presariales impensables. Probablemente, ni tanto, ni tan
calvo, pero desde luego se habría multiplicado el nú-
mero de lectores de manera exponencial.
Casi seguro que esto es lo que le ha pasado a Svetlana
Alexievich, una perfecta desconocida en los círculos oc-
cidentales menos especializados. En Rusia, sin embargo,
es una escritora de referencia –como su gran amiga la
desaparecida Anna Politkóvskaya– para un país que se
ha ido desmoronando lentamente; un testigo esencial,
objetivo y un tanto anónimo que se ha limitado a tras-
ladar en la prensa diaria las sensaciones globales de to-
do un pueblo desorientado, abatido y engañado por unas
autoridades que se autocalificaban como infalibles.
Alexievich aparenta también una modestia que trata
de rebajar sus propios méritos con afirmaciones co-
mo ésta:
He escrito cinco libros, pero, básicamente, des-
de hace casi cuarenta años cuento siempre la misma his-
toria. Se trata de la crónica ruso-soviética: revolución,
gulag, guerra, Chernóbil... la caída del imperio rojo.
Los cinco títulos publicados por Svetlana son todo un
reclamo para quienes estén interesados en la trayec-
toria de la Madre Rusia en los últimos cien años:
La
guerra no tiene rostro de mujer
(1983),
Los chicos del la-
tón
(1989),
Voces de Chernóbil
(1997, publicada en Es-
paña por Siglo XXI en 2006),
Últimos testigos
(2004) y
Tiempo de segunda mano
(2013),
Los sesudos eruditos lingüistas nórdicos señalan la ex-
celencia de Alexievich al expresarse con una
escritu-
ra polifónica del sufrimiento y la valentía en nuestro tiem-
po
. Estoy por afirmar que ninguno de los miembros
del conspicuo jurado es periodista. Por eso se les en-
tiende mucho peor.
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Pliegos de Rebotica
´2016
SOLES DE MEDIANOCHE
*Traducción libre y
sui géneris
del autor de este artículo.
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