 
          
            Cómo llegué a director de un diario
          
        
        
          
            de agricultura
          
        
        
          
            Un amigo me requirió. para que le sustituyera como
          
        
        
          
            director de un periódico de agricultura. Entonces es-
          
        
        
          
            cribí que los nabos se crían en los árboles, confundí
          
        
        
          
            un surco con un azadón y aseguré que el guano es
          
        
        
          
            una de las aves más bellas que existen aunque es
          
        
        
          
            preciso advertir que su cría requiere prolijos cuidados
          
        
        
          
            y su aclimatación debe hacerse o bien antes de junio
          
        
        
          
            o bien pasado septiembre.
          
        
        
          
            El escándalo fue suficiente para producir una rápida
          
        
        
          
            venta del periódico, y ante la recriminación de mi ami-
          
        
        
          
            go, le contesté: “Catorce años hace que soy periodis-
          
        
        
          
            ta y jamás había oído que se necesitase saber de al-
          
        
        
          
            go para escribir en un periódico. ¿Quién redacta las
          
        
        
          
            críticas teatrales en los periódicos de segundo orden?
          
        
        
          
            Unos cuantos zapateros y otros tantos mancebos de
          
        
        
          
            botica, tan ayunos de literatura dramática como yo de
          
        
        
          
            agricultura. ¿Quién hace las revistas literarias? Gente
          
        
        
          
            que jamás ha escrito un libro. ¿Quién se ocupa de las
          
        
        
          
            cuestiones financieras? Individuos que tienen las me-
          
        
        
          
            jores razones para no entender de esos asuntos.
          
        
        
          
            ¿Quién diserta sobre valores morales y abomina de
          
        
        
          
            los vicios que corroen a nuestra sociedad?: presidiarios
          
        
        
          
            a los que el demonio no tiene por dónde coger. ¿Quié-
          
        
        
          
            nes escriben recomendando temperancia y clamando
          
        
        
          
            contra el whisky?: bribones que ni un momento dejan
          
        
        
          
            de apestar a aguardiente...
          
        
        
          
            ¿Es que usted cree, señor director, que voy a tragarme,
          
        
        
          
            sin protestar, cuanto le haya venido en gana decirme? No,
          
        
        
          
            señor; no, señor, y no, señor. Sepa usted que ésta es la
          
        
        
          
            primera vez que llegan a mis oídos observaciones tan ri-
          
        
        
          
            dículas.
          
        
        
          
            ¿Quién, por último, dirige las revistas de agricultura? Gen-
          
        
        
          
            tes como usted y con usted todos aquellos que han fra-
          
        
        
          
            casado en la poesía, en la novela, en el teatro y en la
          
        
        
          
            crónica, y qué, desengañados al fin, caen sobre la agri-
          
        
        
          
            cultura, de paso para el hospital.
          
        
        
          
            Le aseguré a usted que haría de su
          
        
        
          
            periódico una publicación interesan-
          
        
        
          
            te, y lo he conseguido. Prometí a us-
          
        
        
          
            ted que la tirada llegaría a ser de
          
        
        
          
            veinte mil ejemplares, y quizá antes
          
        
        
          
            de dos semanas hubiéramos rebasa-
          
        
        
          
            do la cifra, atrayendo hacia esta re-
          
        
        
          
            vista el mejor núcleo de lectores que
          
        
        
          
            puede desear un periódico de agri-
          
        
        
          
            cultura; ese enorme conjunto de bien-
          
        
        
          
            aventurados incapaces de distinguir
          
        
        
          
            un melón de un albaricoque... Usted
          
        
        
          
            ha querido su pérdida, amigo mío;
          
        
        
          
            ahora aténgase a las consecuen-
          
        
        
          
            cias".
          
        
        
          *
        
        
          Puede que Twain exagerara algo en su teórico come-
        
        
          tido editorial, pero con su estrategia y, sobre todo con
        
        
          su entusiasmo, habría conseguido unos objetivos em-
        
        
          presariales impensables. Probablemente, ni tanto, ni tan
        
        
          calvo, pero  desde luego se habría multiplicado el nú-
        
        
          mero de lectores de manera exponencial.
        
        
          Casi seguro que esto es lo que le ha pasado a Svetlana
        
        
          Alexievich, una perfecta desconocida en los círculos oc-
        
        
          cidentales menos especializados. En Rusia, sin embargo,
        
        
          es una escritora de referencia –como su gran amiga la
        
        
          desaparecida Anna Politkóvskaya– para un país que se
        
        
          ha ido desmoronando lentamente; un testigo esencial,
        
        
          objetivo y un tanto anónimo que se ha limitado a tras-
        
        
          ladar en la prensa diaria las sensaciones globales de to-
        
        
          do un pueblo desorientado, abatido y engañado por unas
        
        
          autoridades que se autocalificaban como infalibles.
        
        
          Alexievich aparenta también una modestia que trata
        
        
          de rebajar sus propios méritos con afirmaciones co-
        
        
          mo ésta:
        
        
          
            He escrito cinco libros, pero, básicamente, des-
          
        
        
          
            de hace casi cuarenta años cuento siempre la misma his-
          
        
        
          
            toria. Se trata de la crónica ruso-soviética: revolución,
          
        
        
          
            gulag, guerra, Chernóbil... la caída del imperio rojo.
          
        
        
          Los cinco títulos publicados por Svetlana son todo un
        
        
          reclamo para quienes estén interesados en la trayec-
        
        
          toria de la Madre Rusia en los últimos cien años:
        
        
          
            La
          
        
        
          
            guerra no tiene rostro de mujer
          
        
        
          (1983),
        
        
          
            Los chicos del la-
          
        
        
          
            tón
          
        
        
          (1989),
        
        
          
            Voces de Chernóbil
          
        
        
          (1997, publicada en Es-
        
        
          paña por Siglo XXI en 2006),
        
        
          
            Últimos testigos
          
        
        
          (2004) y
        
        
          
            Tiempo de segunda mano
          
        
        
          (2013),
        
        
          Los sesudos eruditos lingüistas nórdicos señalan la ex-
        
        
          celencia de Alexievich  al expresarse con una
        
        
          
            escritu-
          
        
        
          
            ra polifónica del sufrimiento y la valentía en nuestro tiem-
          
        
        
          
            po
          
        
        
          . Estoy por afirmar que ninguno de los miembros
        
        
          del conspicuo jurado es periodista. Por eso se les en-
        
        
          tiende mucho peor.
        
        
          ■
        
        
          49
        
        
          Pliegos de Rebotica
        
        
          ´2016
        
        
          ●
        
        
          SOLES DE MEDIANOCHE
        
        
          ●
        
        
          *Traducción libre y
        
        
          
            sui géneris
          
        
        
          del autor de este artículo.