Revista Farmacéuticos - Nº 118 - Julio/Septiembre 2014 - page 49

co no tiene más opción que pre-
ocuparse. El asunto no presenta
buen aspecto y se está jugando
demasiado.
–No se preocupe, señor Muelas
–anticipa el caballero– no se deje
engañar por mi aspecto. Ni siquie-
ra mi negro empaque me coloca
entre los condenados. Un griego
llamado Theotokópulos me envió
así a la eternidad y aquí estoy rei-
vindicando mi sentido del humor,
mi alegría de vivir, mi entusiasmo
por aprovechar todas las tentacio-
nes que te brinda la vida. Ahora
cumplo mi pequeña condena por
tanto dislate vivido y os transpor-
to a vuestras nuevas ubicaciones,
pero lo hago sin cambiar mi indumentaria. Así me pin-
tó el llamado Greco y así tengo que permanecer has-
ta que abone todas mis deudas, que no son pocas, y
me haga acreedor a la Gloria sin fin.
Federico Muelas, le mira estupefacto. Dos son los mo-
tivos: el primero, no pequeño, es que ha recuperado una
agudeza visual perdida entre tanto libro revisado, cró-
nica redactada o receta descifrada: Ahora lo ve todo
como si acabará de pasar por una buena óptica y lo
más curioso es que, en un gesto reflejo, ha echado ma-
no a sus sempiternos anteojos y no los ha encontra-
do.Ya sabe que a partir de ahora no los necesita.
El segundo foco de atención es el individuo que se
dirige a él como si le conociera de toda la vida. Lo tie-
ne claramente identificado: es o se lo hace, el caballe-
ro de la mano en el pecho que pintó el inigualable Gre-
co. Habla como si lo fuera, pero eso le parece un
anacronismo más. No sabe qué decir, se ha quedado
materialmente sin palabras y eso, en su caso, es algo
más que sorprendente.
–Te lo reitero, no te preocupes –añade el encorsetado
caballero–; por cierto, aquí tenemos muy impuesto el
tuteo. Soy, efectivamente, ese famoso personaje que
plasmó El Greco al que, por cierto, discuto alguna de
sus encomiadas obras, pero ni soy tan triste como se
desprende del cuadro ni mi vida fue una interminable
serie de aburridos acontecimientos. Mi retrato nació en
una apuesta entre vasos metálicos con abundante vino
de dudosa calidad y no digo que fuera una pelea entre
borrachos, pero casi.
El buen Muelas no consigue salir de su asombro y
apenas balbucea:
–¿Por qué ha venido usted a encontrase conmigo? ¿A
dónde debo ir ahora?
–Todo está controlado.Yo solo soy un modesto acom-
pañante de las buenas gentes que se merecen alcanzar
el Gozo infinito sin pasar por aduana alguna. A mi me
falta poco para llegar a ese destino y aunque mi figura
desmerece y asusta un poco, solo soy portador de bue-
nas noticias. He revisado sus papeles porque aquí tam-
bién hay algo de burocracia, no
crea, y tiene méritos más que su-
ficientes y padecimientos íntimos
que le han dejado ya en primera
línea para acceder a las puertas del
Cielo. Apenas tendremos una leve
demora.
Federico se deja vencer por
la curiosidad, observa a su lóbre-
go interlocutor y le interroga de
nuevo:
–Pero, entonces, usted ¿Quién es?
¿No es ese cristiano viejo de cos-
tumbres admirables y virtudes ex-
traordinarias? ¿No es el hombre
de Misa diaria y práctica caritativa
que nos han vendido durante si-
glos? ¿Qué hace usted aquí?
–No, no fui nada de eso. No fui tampoco marqués de
Montemayor, y mucho menos notario mayor del reino.
Tampoco fui Cervantes, como no era negro el fondo
del cuadro que tantas veces has visto. Lo restaurarán
pronto, muy pronto y ese día yo habré alcanzado la me-
ta que persigo hace más de cuatrocientos años.
–Si te digo la verdad –continuó divertido el sombrío
caballero– El Greco no gozaba de buena fama por aquel
entonces en Toledo. Había trascendido su descabellada
propuesta al papa Pio V para rehacer los colores y las
figuras de la Capilla Sixtina. Seguidor de Tiziano, no so-
portaba a Miguel Ángel. Siempre hemos sido así los hu-
manos…
–Y eso ¿qué tiene que ver conmigo? –interrumpió Fe-
derico.
–Nada, nada; a mi también me gusta contar batallitas.
Yo era un sufrido viajante conquense de telares y me
había dejado mis cortos beneficios en las callejuelas de
Toledo en una noche sin final. Para volver a casa, me
vendí a la mañana siguiente por unos maravedíes y me
dejé colocar medalla, espada y gola para posar más de
doce horas. Las ojeras son solo producto de la resaca.
No creas ninguna otra versión.Además, por eso soy tu
cicerone.Tú has sido el mejor baluarte de Cuenca du-
rante décadas y aquí estoy para agradecer tu mérito y
llevarte donde podrás disfrutar las vistas y las vivencias
de las gentes de tu tierra y tu ciudad sin cortapisas ni
barrera alguna.
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Pliegos de Rebotica
´2014
SOLES DE MEDIANOCHE
El Greco - Doménikos Theotokópulos |
1541-1614
Federico Muelas
1...,39,40,41,42,43,44,45,46,47,48 50,51,52
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