Revista Farmacéuticos - Nº 390 - Diciembre 2013 - page 28

FARMACÉUTICOS N.º 390 -
Diciembre
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ARTÍCULO CON FIRMA
E
nvuelta en la bruma y el misterio, la ciudad emerge del lien-
zo. Ensoñación expresionista, refleja los claroscuros que
inundaron la vida de su autor. Como un pensamiento que
se pierde en el recuerdo, el destello de un relámpago deja ver el
Alcázar y la Catedral, el Castillo de San Servando y el Puente de
Alcántara. La
Visión de Toledo
del Greco se sitúa a finales del
siglo XVI, cuando la ciudad ya había dejado de ser la capital del
Imperio. Obra maestra de Doménikos Theotokópoulos. Nacido
en Creta y conocido por el Greco, el pintor vivió en Toledo hasta
su muerte, en 1614. Hombre del
Renacimiento, regaló a su patria
adoptiva sus coloristas y elegantes
cuadros, donde subyace el espíri-
tu de los iconos de su tierra. Era
Toledo una ciudad rica y cosmo-
polita donde florecían las artes
industriales y decorativas cuan-
do en 1577 llegó el Greco. Inme-
diatamente conectó con el grupo
de eruditos de la localidad. Tuvo
gran influencia en la vida inte-
lectual que se centraba en la vie-
ja universidad de Santa Catalina,
heredera de los antiguos concilios
visigóticos y monacales. Aquí se
le dio gran importancia a los estu-
dios clásicos y se copiaron y tra-
dujeron muchos textos, un regre-
so al entusiasmo que se vivió en
el siglo XIII con la famosa escue-
la de traductores de Toledo.
Guarda la ciudad entre sus
murallas escenas olvidadas y
conversaciones que atraviesan
la Puerta del Sol y la vieja Puerta de la Bisagra. Árabe y grie-
go; latín, hebreo y castellano se entremezclan con aromas coti-
dianos; tinta y papel; hierbas y especias; buñuelos y confitu-
ras. Llega, desde el Puente de Alcántara o el de San Martín, la
algazara de arrieros y aguadores, inundando la paz de las igle-
sias; el bullicio y la algarabía en Zocodover, donde se ven-
den sedas, brocados y joyas. Guiña el sol sobre el temido ace-
ro y se siente el roce de las largas sotanas arañando el gastado
empedrado. Pudiera ser el paso apresurado de un personaje
de Blasco Ibáñez camino de la Catedral, que, escondida, her-
mosa y esbelta, es una sorpresa al final de una callejuela. A
veces, transita el
Ángel Guerra
galdosiano por huertos y con-
ventos donde crecen las rosas o por los cipreses que se asoman
al Tajo, desde un cigarral. Quintas de recreo sin igual. Parajes
amados por Garcilaso, transmisores de una espiritualidad que
siempre ha atraído a artistas e intelectuales. Y así, casi sin sen-
tirlo, sigue la imperial villa su viaje en el tiempo.
En 1921 y de la mano de Pérez Galdós, Gregorio Marañón
compra el famoso cigarral de Menores. Fue éste, sin duda, un
cigarral muy intelectual, ya que fue un lugar de encuentro de
la llamada
Generación del 14
, artífice de uno de los periodos
más brillantes de la intelectualidad española. Allí, bajo los arcos
toscanos, azulejos, jardines en terraza, buganvillas trepadoras,
olivos y frutales, se debatía de arte y literatura; de política y
toros.Y sobre todo de ciencia. Benigno de la Vega Inclán, Pérez
de Ayala, Cossío, D’Ors, Madariaga, Belmonte, Vázquez Díaz,
Gómez de la Serna, Pepín Bello, etc. Eran jóvenes que soñaban
con un hombre nuevo, con una nueva España plenamente inte-
grada en Europa. Hacían tertulias en ateneos y sociedades cul-
turales en los que debatían de geometría, mecánica, física, de la
relatividad, de pedagogía o de pintura y arquitectura.
“Marañón creía que hacia España investigando, escribien-
do, en el laboratorio, en el hospital”
, asegura su biógrafo
López Vega. Figura cumbre de la Medicina española, el Dr.
Marañón concebía la misma como un servicio a la sociedad
y fue el primero en entender la enfermedad como un desor-
den orgánico general. Introdu-
jo la endocrinología en España
y, desde esa perspectiva, vio la
importancia de conocer la his-
toria clínica y biográfica de los
pacientes. Siempre cercano a
las personas, le interesó mucho
la psicología y la antropología.
Ensayista, historiador e inves-
tigador, fue miembro de las
Reales Academias de Medici-
na, Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales, de Historia y Bellas
Artes. Su obra escrita es vastísi-
ma: unos 125 libros de historia
y pensamientos, sólo su obra
médica suma 32 monografías
y 1.056 artículos. El tema que
más le apasionó fue la relación
entre la adrenalina y la emo-
ción, siendo uno de los princi-
pales investigadores europeos
sobre las glándulas suprarrena-
les. A la generación de Mara-
ñón en Medicina se les conoce
como los “hijos de Cajal” y es con ellos cuando se produce el
nacimiento de las especialidades médicas.
Junto a Fernández de los Ríos, Manuel Azaña y Ortega
y Gasset, Marañón vive un periodo de la historia de Espa-
ña lleno de realidades y posibilidades que se malograría con
la Guerra Civil. Sufrió el exilio y viajó por el mundo entero,
donde conoció a grandes científicos e intelectuales. Siempre
tuvo su cigarral en el corazón donde
“habían transcurrido
sus horas más felices y fecundas”
. Tiempos sin duda felices
fueron la visita de Alexander Fleming en 1949 o las de Mada-
me Curie, en abril de 1931 y en mayo de 1933. No sabemos si
sus conversaciones versaron sobre radiaciones o la penicilina
o del
Canon de Avicena
, traducido en la mítica Escuela, aun-
que es más que probable. De lo que sí estamos seguros es de
que, con Don Gregorio como cicerone, ambos quedaron pren-
dados de la vieja ciudad castellana; de su historia y tres cul-
turas. De las ventanas y balcones engalanados y filigranas de
colores tapizando sus calles para la Fiesta Mayor. De la pale-
ta de color del Greco, sus figuras alargadas, místicas y ascen-
dentes. Y es que Marañón se sentía emocionalmente unido al
pintor:
“Yo, como el Greco, encontré en estas colinas pobla-
das de símbolos la raíz de mi alma.(...) y aquí he sentido las
mismas inquietudes y el mismo afán creador que le ató a la
ciudad petrificada por la nostalgia del oriente”
(
Elogio y
nostalgia de Toledo
, 1941).
María del Mar Sánchez Cobos
Farmacéutica
Un cigarral muy intelectual
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