A
A
l afrontar este sol nocturno e invernal, mez-
clo desordenadamente muchas sensaciones
en mi cabeza, ya de por si bastante desor-
denada. Las imágenes me llegan confusas de
la entrañable y acogedora tacita de plata, en
el extremo sudoeste de la península, con declaraciones
públicas que intentan despertar viejos rencores y en-
cienden ascuas mucho más que apagadas, me llegan tam-
bién con la lectura sosegada de la excelente novela
Una
pasión rusa
, premiada este año en la convocatoria del
Alfonso X el Sabio, escrita y trabajada por la periodis-
ta Reyes Monforte y, desde luego, con la recuperación
de un autor ruso, premio Nobel, al que llevo rindiendo
mi personal agradecimiento desde que vi la película y
leí más tarde,
El doctor Zhivago
. Con este complicado
coctel de ingredientes algo dispares, enlazados quizá de
forma absurda por alguna de mis neuronas, no queda
otro remedio que hablar de poesía. Por otro lado, creo
que ya era hora…
¿Quién fue Lina Codina?
Boris Pasternak, el poeta capaz de amar a dos mujeres, de
tener dos familias, de ser molesto para la doctrina estali-
nista o de sumirse en interminables etapas de depresión
y melancolía, conoció muy bien al compositor Prokófiev,
uno de los músicos preferidos por el régimen soviético y
que, curiosamente, debe la mayor parte de sus creaciones
al periodo en el que vivió en Estados Unidos o la Europa
occidental.
Antes de 1936, cuando regresó de forma definitiva a la
Unión Soviética, Prokófiev era todo un símbolo de un mo-
do de vida que podría llamarse capitalista, aunque en tér-
minos de la ortodoxia marxista debería denominarse co-
mo imperialista. Hasta entonces su esposa y compañera
había sido Lina Codina, una madrileña descendiente del afa-
mado cantante de ópera Juan Codina y su esposa rusa lo
que facilitó que, a muy temprana edad, Lina tuviera un ex-
haustivo conocimiento de los principales idiomas con los
que se platicaba en los salones más exclusivos de la diplo-
macia occidental.
La vida de Lina es lo que cuenta Reyes Monforte en su li-
bro. El paso del éxito rotundo y el amor sin cortapisas al
gulag, los calabozos e interrogatorios en la Lubianka de la
más oscura KGB –entonces NKVD–, el desamor de un
marido absorbido por las reglas del comunismo más in-
transigente o la pantomima de unas acusaciones de espio-
naje para recluirla y extirparla de su zona de influencia co-
mo si se tratara de un absceso purulento e infeccioso.
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José Vélez García-Nieto
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Pliegos de Rebotica
´2015
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SOLES DE MEDIANOCHE
Hablemos de
poesía
No siento ambiciones, ansias ni desvelo,
quiero solamente vivir y cantar…
¡Es tan puro y simple todo cuanto anhelo,
que cabe en mí mismo como cabe el cielo
dentro de una concha con agua de mar!.
(José María Pemán)
Boris Pasternak
Serguei Prokofiev