Revista Farmacéuticos - Nº 122 - Julio-Septiembre 2015 - page 7

V
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erano de noches andaluzas,
cálidas, con olor a jazmín y con
muchas estrellas, verano de
pueblos con calles angostas, con
mujeres en sillas de enea
sentadas a la puerta de su casa, rodeadas
de ventanas enrejadas y macetas de
geranios, que junto a “ la dama de noche”
perfuman el aire. El pueblo es importante
y grande, ha crecido para el turismo en
hoteles, apartamentos y adosados, pero si
te metes en lo “viejo” retrocedes un siglo,
o dos o cuatro, hay casonas antiguas y
murallas y viejos castillos en la lejanía.
Te encuentras a los vecinos autóctonos, no
se despintan ¡son tan parecidos! y miran
con curiosidad, fijamente como los niños
pequeños, mientras cuentan chismes al aire
de un abanico.
Y seguimos paseando tranquilos. Es verano
y podemos gastar el tiempo, lo vemos
pasar despacio y –delicia de las
vacaciones– sin remordimientos. Ahora es
nuestro y lo manejamos como queremos.
Llegamos a una placita deliciosa, con un
ficus gigante y varios limoneros. El buen
tiempo y los aromas de las flores
aumentaron nuestro buen humor.
–¿Dónde cenamos?
A la pregunta de mi hijo miré alrededor.
–Allí ¿qué te parece?–
Allí, es una mezcla de mesón-figón -
taberna, acogedor y limpio.
Pedimos gazpacho y dorada a la plancha, y
mientras llega, unas cervezas frías y olivas
de la tierra. La situación no podía ser más
propicia para alcanzar la tranquilidad de
espíritu que se busca en vacaciones.Y fue
mi hijo el que primero lo percibió.
–Huele
a romero. ¿lo notas?
Era verdad, además de jazmín y limón el
aire nos traía olor a Domingo de Ramos.
El responsable, un hombre mayor, delgado
y con barba, vestido con ropa muy gastada
se paró ante nuestra mesa. Delicadamente
con una sonrisa y modales de príncipe, sin
decir una palabra, dejó delante de mí tres
ramitas de romero y se fue con la misma
sonrisa. Me encantó y me conmoví. Pensé
que era lo que quería y puse unas
monedas sobre la mesa.
–¿Volverá?
–Seguro que si.
Pero no volvió.Yo no lo había entendido.
Aquel desconocido de rostro
ascético y expresión
amable no volvió.
Solo quería
alegrarnos un poco
más aquella noche
de magia.
Beatriz Aznar Laroque
Verano
7
Pliegos de Rebotica
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