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« Previous Page Table of Contents Next Page »544 Panorama Actual del Medicamento
REVISIÓN
–– Antígeno del core (HBcAg). Asociado con el núcleo central del virus. Presente en las células hepáticas infectadas, pero no fácil-mente detectable en sangre (salvo mediante técnicas analíticas muy especiales). Suele aparecer conjuntamente con las manifes-taciones clínicas de la enfermedad, dismi-nuyendo posteriormente de forma gradual durante años o incluso a lo largo de toda la vida. Su presencia junto al anti-HBs no tiene más signifcación que la de indicar una infec-ción previa por el VHB.
–– Antígeno e (HBeAg). Es un péptido de-rivado del core del virus. Está presente ex-clusivamente en sueros HBsAg-positivos, en paralelo a la producción de ADN- polimerasa . Su presencia indica una replicación vírica más activa y está generalmente asociado a una in-fectividad mayor de la sangre y a una proba-bilidad de progresión mayor a la hepatopatía crónica. La presencia del anticuerpo corres-pondiente (anti-Hbe) muestra una infectivi-dad relativamente más baja y suele implicar un pronóstico benigno. La seroconversión HbeAg se produce de forma espontánea a un ritmo anual del 5-15%. Aunque esta res-puesta representa generalmente un proceso de transición hacia un estado de menor re-plicación viral activa, el paciente mantiene el carácter de infeccioso, aunque menos. Tanto la forma HbeAg-positiva como la HbeAg-negativa pueden evolucionar a cirrosis y a cuadros graves de hepatitis.
El VHB tiene una elevada capacidad para mutar de forma espontánea. Concretamente, la mutación de la región pre- core del gen que codifca la nucleocápsida detiene la síntesis de HbeAg. Es importante tener en cuenta que los pacientes infectados con cepas mutantes de VHB HbeAg-negativos o con mutantes pre- core representan un 7-30% de todas las infecciones, siendo particularmente frecuentes en el sur de Europa.
Los síntomas clínicos iniciales más comunes de la hepatitis B son de tipo gripal, amén de la típica ictericia. Para más del 90% de los pacien-tes la enfermedad tiene un carácter autolimi-tante, eliminando el virus pero manteniendo la
presencia de anticuerpos en sangre. En general el cuadro clínico de la hepatitis se resuelve es-pontáneamente después de 4 a 8 semanas y comienza con coluria, hipocolia e ictericia, con hepatomegalia dolorosa. El espectro de las ma-nifestaciones clínicas es muy variable: hepatitis aguda subclínica, estado de portador inactivo del HBsAg, hepatitis crónica con la posibilidad de evolución a cirrosis e, incluso, la aparición de un carcinoma hepatocelular. Las espectacu-lares elevaciones de las aminotransferasas (500 a 2.000 UI/l de AST y ALT) son el signo bioquí-mico característico de la enfermedad. Aparecen valores altos al principio de la fase prodrómica, son máximos antes de que lo sea la ictericia y caen lentamente durante la fase de recupera-ción.
Aproximadamente el 25-30% de los pa-cientes con infección crónica por el VHB de-sarrolla una hepatitis crónica B (HCB). A su vez, los pacientes con HCB pueden progresar a cirrosis, con una incidencia anual del 2 al 6%. Concretamente, en torno al 5% de los adultos y entre el 20% y 90% de los niños son incapaces de producir una respuesta inmune adecuada y acaban padeciendo la enfermedad en forma persistente o crónicamente activa, actuando como portadores virales. Entre ellos, un 40% acabarán padeciendo una cirrosis a lo largo de su vida (a un ritmo de un 2% anual); mientras que la décima parte de los pacientes con cirrosis estabilizada desarrollan una arte-ritis nodosa, caracterizada por la destrucción de las paredes de los vasos sanguíneos de ta-maño medio, así como insufciencia renal, lo que conduce a que la superviviencia de estos pacientes al cabo de un año sea solo del 60% (frente al 90% en aquellos con cirrosis com-pensada). Algo más del 1% evoluciona a una insufciencia hepática fulminante, con necrosis celular hepática.
La infección crónica por el VHB puede lle-var fnalmente a un carcinoma hepatocelular. Pero, además, hay que tener en cuenta que el VHB es un agente oncogénico por sí mismo y puede favorecer el desarrollo de un carci-noma hepático en un hígado sano, sin necesi-dad de cirrosis previa establecida, a través de
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