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NUEVOS FÁRMACOS
Panorama Actual Med 2012; 36 (350): 39-47
SÍNDROME CORONARIO AGUDO
El término cardiopatía isquémica engloba un conjunto de trastornos en los que existe un desequi-librio entre el aporte coronario de O
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y las deman-das miocárdicas de oxígeno (MVO
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). Cualquier fac-tor que aumente las MVO
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y/o disminuya el aporte coronario de O
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facilita su aparición. La disminución del aporte coronario de O
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es producida, en la ma-yoría de los casos, por una placa de ateroma, una trombosis o un espasmo coronario; el aumento de las MVO2 tiene lugar durante el ejercicio, en presen-cia de taquiarritmias, de hipertensión arterial o de miocardiopatía hipertrófca.
El corazón es un órgano que depende marca-damente del metabolismo aeróbico, basado en la b-oxidación de los ácidos grasos y glucosa como fuente de producción de ATP. La isquemia implica una reducción del aporte de O
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y de nutrientes al miocardio, producida por una reducción del fujo sanguíneo coronario (FSC). Como consecuencia, produce importantes efectos metabólicos, mecáni-cos y eléctricos que dan lugar a un cuadro doloroso
(angina de pecho) y a la necrosis de las células car-diacas (infarto de miocardio) .
La enfermedad arterial coronaria es la causa más común de muerte en la Unión Europea, siendo la causa del 16% de las muertes en varones y del 15% en mujeres. En España supone el 11% de las muer-tes en varones y del 9% en mujeres.
La intervención coronaria percutánea ( ICP ) es un tratamiento que se aplica a pacientes que presentan isquemia miocárdica o infarto de miocar-dio, con el objetivo de despejar o desobstruir una arteria coronaria y restaurar así el fujo sanguíneo miocárdico. Habitualmente, la ICP primaria es un tratamiento de urgencia practicado para reducir la cantidad de músculo cardíaco lesionado de modo permanente por un infarto. Este procedimiento re-duce la tasa de mortalidad por infarto.
La ICP requiere un cateterismo para acceder a la arteria coronaria afectada, que se lleva a cabo a ha-bitualmente través de la arteria femoral en el área de la ingle. Con ayuda de rayos X, se introduce un catéter hasta la aorta, haciéndolo avanzar hasta la arteria coronaria afectada. En este punto, se utiliza un balón (que es hinchado tras localizar la zona afectada) para desobstruir la arteria coronaria ( an-gioplastia con balón ) y restaurar el fujo sanguíneo.
En algunas ocasiones, aprovechando el cateterismo coronario, se implanta un una endoprótesis vascu-lar o stent, consistente en un malla metálica, que mantiene abierta la arteria para que persista un fujo sanguíneo que se ha recuperado.
El objetivo de la intervención es restaurar el fujo de sangre al músculo del corazón en el término de 90 minutos desde la llegada del paciente al hospital, y en general no después de 12 horas desde el ini-cio de los síntomas (dolor torácico, etc.) ya que este tiempo es el considerado como óptimo para prevenir los efectos deletéreos de la isquemia miocárdica. En los últimos años, se han logrado avances im-portantes en las técnicas de la intervención corona-ria percutánea, los dispositivos y medicamentos. En este aspecto, son especialmente relevantes las endo-prótesis vasculares liberadoras de fármacos, que no solo mantienen abierta la arteria, sino que también liberan lentamente un medicamento 1 en dosis muy pequeñas, que evita el crecimiento excesivo de te-jido cicatricial que puede volver a estrechar la arteria y obstruir el fujo de sangre al corazón, es decir, una
reestenosis .
La enfermedad coronaria continúa siendo la pri-mera causa de mortalidad en todo el mundo. Se recomienda la revascularización coronaria mediante
intervención coronaria percutánea (ICP) o me-diante una operación de bypass o derivación arte-rial coronaria cuando no se controlan los síntomas a pesar de un tratamiento médico óptimo. La ICP es la opción elegida de forma mayoritaria de revas-cularización en los pacientes con uno o dos vasos afectados. Sin embargo, no existe consenso sobre el tratamiento óptimo de los pacientes con enfer-medad de tres vasos (E3V) o con afección del tronco común de la coronaria izquierda (TCI).
Entre todas las lesiones coronarias, las lesiones del TCI son las que comportan un peor pronóstico, prin-cipalmente debido a la gran extensión de miocardio que comprometen. En los casos no tratados, el pro-nóstico descrito ha sido malo, con una supervivencia de un 37% a los 3 años. De igual modo, las lesiones de la E3V comportan un pronóstico peor que en la enfermedad de uno o dos vasos. Las lesiones del TCI se encuentran aproximadamente en un 6% de las angiografías coronarias diagnósticas y en un 30% de los pacientes intervenidos quirúrgicamente. El espectro de la enfermedad es tal que resulta infre-cuente que una lesión del TCI se presente de manera
1 Los más empleados son paclitaxel y sirolimús.
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