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33 Panorama Actual del Medicamento

NUEVOS FÁRMACOS

sarrolla LES, la probabilidad de que el otro gemelo desarrolle la misma condición es del 24%. Por tanto, es lógico pensar que otros factores intervienen en el desarrollo de la enfermedad autoinmune. Se dis-pone de datos epidemiológicos que vinculan a algu-nas enfermedades autoinmunes sitémicas a factores ambientales muy variados, que incluyen infecciones, fármacos, regímenes nutri­cionales, toxinas o situa-ciones de estrés psíquico.

Así, la radiación ultravioleta provoca recaídas en el LES y merece especial mención el lupus inducido por fár­macos. Se cree que hasta el 10% de los casos de LES es inducido por fármacos. Actualmente se han relacio­nado con el LES alrededor de 100 fármacos, entre los que hay inhibidores del factor de necrosis tumoral TNF-α (infiximab, etanercep, etc.), procaina-mida, hidralazina, clorpro­mazina o la fenitoína. Entre estos, la procainamida y la hidralazina, por este orden, son los fármacos que con diferencia y mayor frecuen­ cia desencadenan LES. En concreto, la administración prolongada de procainamida origina anticuerpos an-tinucleares en el 50% de los pacientes, que pueden derivar en LES en el 20-30% de los mismos. Los síntomas del lupus inducido por fármacos pue­den aparecer relativamente poco tiempo des-pués de la administración del tratamiento (un mes) o demo­rarse hasta pasados varios años. Al comienzo son leves, pero empeoran a medida que se prolonga el tratamien­to. Las alteraciones osteomusculares (ar-tralgia, mialgia) son muy frecuentes; también lo son la pleuritis y la pericarditis, al contrario que las ma-nifestaciones carac­terísticas de presentación del LES idiopático, como la erupción que afecta a las mejillas y el dorso de la nariz (lesión en alas de mariposa), que es muy infrecuente en el LES por fármacos. El LES inducido por fármacos afec­ta por igual a hom-bres y a mujeres y ocurre con mayor frecuencia en ancianos, a diferencia del LES idiopático, mucho más frecuente en mujeres. Los anticuerpos antihistona están presentes hasta en el 80% de los casos de LES inducido por fármacos. Los anticuerpos antinuclea-res están elevados en más del 95% de los pa­cientes con LES, ya sea idiopático o por fármacos. La contribución de agentes infecciosos, especial­ mente virus (virus de la hepatitis C, parvovirus B19, etc.), se ha asociado al desarrollo de eventos auto-inmunes. Se ha sugerido que los patógenos podrían expresar una extensión de proteína muy similar a un componente del huésped, capaz de ser presentado por las moléculas de histocompatibilidad y activar células T/B autorreac­tivas. Otra explicación alter-nativa propone que los patógenos podrían actuar socavando la tolerancia inmunológica, sin entrar en juego la especifcidad an­tigénica.

La supervivencia del LES a los 5 años del diagnós-tico rondaba el 50% en 1955, actualmente ronda el 95% a los 5 años y el 93% a los 10 años.

Entre los factores pronósticos, lo más importantes son la afectación aguda (peor cuanto más precoz) y crónica (daño acumulado) por la enfermedad (nefri-tis o afecta­ción del SNC en el caso del LES, afecta-ción intersticial pulmonar o hipertensión pulmonar en la esclerosis sis­témica, por ejemplo), aunque ac-tualmente una gran parte de estos pacientes tienen complicaciones graves e in­cluso fallecen por proce-sos no relacionados de mane­ra directa con la enfer-medad de base, principalmente procesos vasculares (infarto de miocardio, infarto cere­bral, etc.). Por otro lado, la presencia de infamación crónica mantenida parece inducir la pre­sencia acelerada de daño ate-romatoso en las arterias, independientemente de la presencia de otros factores de riesgo vascular clá-sicos (hipertensión arterial, diabe­tes, tabaquismo, colesterol, etc.). Por ello, junto al ade­cuado control de la enfermedad, es importante realizar prevención primaria y/o secundaria de la aterosclerosis (uso de estatinas para el tratamiento de la dislipemia, sus-pensión del consumo de tabaco, estricto control de la glucemia y la tensión arterial). También son prevalen­tes las complicaciones infecciosas, tanto por el uso de fármacos inmunosupresores como por la pérdida de las estructuras defensivas primarias por el efecto de la propia enfermedad (p. ej., las alte-raciones de la piel pueden favorecer las infecciones cutáneas; la presencia de hematuria y la proteinuria en una nefritis pueden fa­vorecer las infecciones uri-narias, etc.). También la raza y la situación socioeco-nómica baja tienen repercusión en el pronóstico de estos pacien­tes; así, la raza latina y la negra presen-tan peor super­vivencia en LES.

El objetivo terapéutico en los pacientes con LES es disminuir el número y la duración de los brotes, evitando la pérdi­da y/o destrucción de tejidos con la menor toxicidad y efectos secundarios posibles. Además de evitar el daño agudo, es recomendable el control del proceso infamatorio crónico, por los efectos deletéreos a largo plazo (afectación vascular, acumulación de daño orgá­nico, pérdida de calidad de vida, etc.).

En este sentido, hay dos gran­des grupos de fár-macos, los dirigidos a controlar la in­famación de una manera global a nivel tisular y aquellos que, de manera selectiva, inhiben un paso fundamental para el desarrollo del proceso infamatorio, ya sea a ni­ vel celular o humoral. Entre los primeros destacan los antiinfamatorios no esteroideos (AINE), los cor-ticosteroides o los inmunosupresores clásicos (aza-tioprina, metotrexato, ciclofosfamida, etc.); mientras que en el segundo grupo se incluyen principalmente a los fárma­cos biológicos , es decir, moléculas de naturaleza peptídica, que actúan de manera selec-tiva sobre dianas celulares o mediadores solubles (citocinas, receptores linfocíticos, etc.) considerados fundamentales para el desarrollo de la enfermedad,

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