Revista Pliegos de Rebotica - Nº 144 - Enero/Marzo

M M e encuentro en la planta de Consultas Externas del Hospital Clínico. Hago antesala frente a una pared en cuyo lienzo destaca una antiquísima lámina de anatomía vascular, la advertencia legal que prohíbe fumar en lugares públicos y una placa con el nombre del cardiólogo que atiende la consulta. Espero la vez con el pecho cargado de angustias y respiros, en una fila de asientos y respaldos con vida propia. La incómoda grada palpita de delante a atrás, de atrás para delante a poco que me apoltrone en la butaca.Y varias ringleras delante, un paciente florecido de canas, rostro seco y mirada acuosa aguarda turno en compañía de una mujer de edad indescifrable y cuerpo fascinante. A ellos los atenderán primero.Y en un suspiro entraré yo, acompañado de todos mis miedos. Pasaré con mi electro en un sobre y cinco años más en ese cuerpo que intervino el cirujano cuyo nombre muestra la placa. Entraré, tomaré asiento y le juraré que el tabaco no lo huelo ni de lejos, doctor. Que ya ha pasado un lustro desde el día que me abrieron el pecho y una torrentera de años desde aquellos primeros cigarrillos, enterrados entre arbustos en un tubo de aluminio. Eran días de verano, crepitantes de calor, de azules durísimos, y polvareda diaria de bicicletas por caminos de carro. Para entonces me consideraba maillot único y líder incontestable de un pelotón que me escoltaba obediente; aunque, como suele suceder, la verdad era muy otra. La pura realidad pedaleaba unos cuerpos por delante de mí, sin apenas rozar el sillín y con media nalga fuera de los shorts , comandando al grupo hacia el huerto de los avellanos. Se llamaba Gemma, tenía unos rizos fresquísimos, gorrita de pelotera, doce o trece años recién cosechados y una forma de mirar al frente y manejar la iniciativa que nadie interpretó jamás.Y bien, ahí era, ¿a qué esperábamos? Levantar la broza, remover la tierra seca, destapar el tubo de aluminio. Cada cual contribuía con cigarrillos sustraídos de algún allegado adicto al humo.Y cada cual prendería al menos uno.Aunque casi siempre fue Gemma la primera en pasarnos un pitillo imantado de prohibiciones. En dar inicio a los besos de humo que rulan de una boca a otra boca. En dar comienzo a la rueda de caladas con el rubio mentolado enredado en la voz, con el tabaco reptando hacia la tráquea, con el humo sembrando multitud de huevas en nuestros bronquios; ese hollín de gérmenes tempranos cuyas larvas acabarían por roernos el pulmón. Se entreabre la puerta y el cardiólogo despide al paciente que acaba de reconocer para invitar al hombre de cabellos grises y aire de profesor amable a la consulta. Le autoriza a pasar acompañado por aquella mujer sin edad, por su esposa, por su hija, por su alumna; quién sabe. El especialista que años atrás me intervino echa una mirada a la sala y cierra la puerta. Me quedo con la sangre apresurada y la mirada en un aguafuerte del corazón que decora la pared.Tengo la impresión de estar viendo estos mismos esquemas de DaVinci en la víspera de un parcial de anatomía, intoxicado de humo y café recalentado. En un piso de estudiantes, la mesa sembrada de apuntes, el recurso deletéreo de las anfetas, y láminas demostrativas de que el corazón es un músculo de cuatro cavidades, dibujos del maestro italiano en su mayoría. Me veo asomado a un balcón suspendido en busca de oxígeno limpio, la boca abierta, como si todo el aire de la calle me cupiera en el corazón. En la mano una bebida de cola con cafeína y, entre dedo y dedo, en un puesto preferente reservado al tabaco, mi entrañable compañero de estudios. El cenicero enrasado de colillas y una pila de cajetillas amarillas de Rumbo, cuya peculiarísima apertura a modo de cajón permitía incorporar papelitos a discreción para uso disimulado en los exámenes. Se dibujan esquemas de la arteria circunfleja, de la descendente anterior, de la coronaria derecha y se adhiere a la parte móvil de la cajetilla. Los bosquejos de Leonardo al completo, incluyendo su visionaria sugerencia de que las arterias podrían bloquearse con el tiempo. Esa era la ventaja de fumar 22 Pliegos de Rebotica 2021 Andrés Morales Rotger Hilos de humo

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