Revista Pliegos de Rebotica - Nº 144 - Enero/Marzo

carácter desordenado y poco cuidadoso de los de Rafi, dijeron a estos que procuraran que sólo se cruzaran entre sí los ocho perros grises y, a ser posible, los cuatro de Rodrigo por un lado y los de Rafi por otro. Lo consiguieron y pasadas la misma biología, las mismas descargas hormonales y la misma escenografía primaveral, cada una de las perras – ya no perritas– parió cuatro cachorros, pero recuperando esta vez el color negro y el color blanco de los “abuelos” que había desaparecido en la generación anterior, para seguir mostrando su color gris en el restante 50% de su descendencia; es decir, de los “nietos”, para entendernos. En definitiva, de cada “perra–hija” gris nacieron ahora cuatro “cachorros–nietos”: uno blanco, uno negro y dos grises. La “locura imaginativa” de Fernando y Marisa se mostró incontenible y desbordante. Las reflexiones y deducciones científicas de Ángel e Inés eran, en sí mismas, racionales, lineales y muy bien encauzadas: allí estaban, inmutables, las Leyes de Mendel y todo era matemática, proporciones y combinaciones genéticas en un azar que permitía todas las posibilidades imaginables. Llevando la línea de cruces hasta sus últimos extremos, Ángel e Inés controlaron las cópulas de sus perros grises, blancos y negros, llegando a conseguir bellísimos ejemplares de razas puras de estos dos últimos. Pero se cumplían tan inexorablemente la Leyes de la Genética que perdieron todas sus expectativas de sorpresa y de ilusión ante lo desconocido. Realizaron un exhaustivo trabajo estadístico, un brillantísimo planteamiento científico y publicaron sus resultados con el título El azar escondido que fue reconocido y valorado por toda la comunidad científica de la ciudad, de la Comunidad Autónoma y del resto de la Nación. El poeta y la escultora, que, sin cálculos previos, todo lo dejaban en manos de lo posible y de la imaginación, sin controlar ni un cruce y convirtiendo cada parto en una especie de quiniela nunca acertada, pero siempre divertida, vivían, valga la exageración, en el encanto de lo imprevisto, aunque, eso sí, respetando y ponderando la consecución de las exactas previsiones genéticas que hacían sus amigos. Uno de sus múltiples cachorros nació con un color gris absolutamente raro, mezcla de gris de nube y de gris de perla y tan bellísimo que inspiró a Fernando un poema cuajado de ricas metáforas, mientras que Marisa plasmó su entusiasmo en una entrañable escultura en cuya base labraron los versos y regalaron el conjunto a sus amigos Ángel e Inés que lo colocaron, emocionados, en el más cuidado rincón de su jardín. Pasado el tiempo, una terrible epidemia de moquillo asoló la población canina de la ciudad y todos los perros murieron. Rodrigo y Rafi, ya en estudios superiores, consiguieron sendas y brillantes becas académicas en distintas y distantes universidades europeas; pero mantuvieron enhiesta su amistad apoyados en e–mails, WhatsApp y en su deseo de no perderla definitivamente. Era la más bella de las amistades, la conservada desde la infancia y nada podía romperla. Los padres de Rodrigo veían satisfechos cómo sus investigaciones eran superadas, pero sin quedar nunca obsoletas y los de Rafi, que habían abandonado la urbanización, saltaban de país en país, saltimbanquis de cultura y de creatividad. Muchos de los pisos y chalets estaban ahora ocupados por nuevos y fríos vecinos. E Inés y Ángel, en sus solitarios paseos, compensaban ausencias terminándolos, indefectiblemente, leyendo el poema que su amigo inscribió en la escultura y que, sobre ya un abandonado jardín, mantenía la belleza y la memoria de un perro gris, mezcla genética de luz de nube y de luz de perla… Y una sonrisa añorante se asomaba, blanca, al balcón de sus labios. n 21 Pliegos de Rebotica 2021

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