concreta de lo observado: no es lo uno o lo
otro, sino tanto lo uno como lo otro. A poco
que el lector sepa de física, esto le sonará
inevitablemente a la incertidumbre
característica del mundo cuántico, pese
a que el término coloquial referido al
estado mental de la ambigüedad sea la
duda
.
Dudar es un modo de asumir
como verosímiles dos afirmaciones,
aunque no necesariamente con el mismo
grado de convicción; en cualquier caso,
dudar supone meter al conocimiento por
medio. Dudar implica conocer, que es una
actividad subjetiva humana; la incertidumbre
cuántica tiene más que ver con la propia
esencia contenida en los
cuatro evangelios
cuánticos
,
pareados en materia-energía y
espacio-tiempo; estos son la versión moderna
de los cuatro elementos preconizados por
nuestros maestros griegos: tierra, agua, fuego y
aire. Eran listos estos griegos.
Volviendo a la cómoda y sencilla
categorización del conocimiento de la mano de
Laín Entralgo, la
obviedad
aparece como una
certeza que se nos impone, sin necesidad de
disponer de una demostración o de una
secuencia lógica que nos lleve a ella. Su modo
de afirmación es la
plausibilidad
.
Lo obvio es evidente, y por tanto sobran las
demostraciones, a pesar de que algunos
términos como
evidencia científica
se hallan
asentado lamentablemente en el vocabulario en
español del conocimiento. Si lo evidente no
requiere demostración, la combinación de los
términos
evidencia
y
científica
resulta una clara
contradicción, en tanto que lo científico se
define justamente como aquello que solo puede
ser afirmado en términos de contrastación
experimental.
Por fin nos cazó el oxímoron que nos venía
rondando desde hace algunos párrafos. Sí, ya
sé que todo ello es fruto de una traducción
chapucera –
traduttore, traditore
3
–
del término
inglés
scientific evidence
,
referido a pruebas o
demostraciones realizadas, o resultados
obtenidos conformes al método científico.
Buscamos hacernos con la verdad de la forma
como podamos; es decir, nuestro primer
impulso es adentrarnos en la realidad, sin
pararnos a seleccionar conscientemente la
forma de cómo alcanzar ese conocimiento, ni
tan siquiera tener fiabilidad en el mismo. Pero
la verdad –la penetración en la realidad– es
insondable y nuestro conocimiento de ella
siempre es necesariamente limitado. Por ello,
para poder llegar a conocer el mundo
al menos de una forma aproximada,
lo que habitualmente hacemos
es fraccionarlo,
generalmente
aislándolo
del
contexto,
el resto de la
red significativa. Es decir,
realizamos un
análisis
provisional, descomponemos en
partes –y casi siempre nos dejamos muchas de
ellas en el camino o escondidas en la chistera,
para que nos estorben– ese trozo de realidad,
para poder acceder a lo profundo a ella. Una
vez descompuesta en unidades comprensibles,
consciente o inconscientemente, nuestro
cerebro-mente ha de realizar el trabajo inverso,
la integración de los fragmentos o síntesis para
reincorporar de algún modo, aunque sea
parcial, el contexto omitido
4
.
Nuestros sentidos
y nuestros prejuicios, conscientes e
inconscientes, afectan a la percepción de la
realidad, pero también esos mismos prejuicios
afectan a la subsiguiente síntesis.
Esa era, aunque en otros términos, la tesis
planteada por Kant, revolucionaria en su
momento. Para él, la realidad en la que nos
movemos y de la que formamos parte se basa
en cualidades que pertenecen al entendimiento
del observador; esa realidad no parece ser
independiente del ser humano, del observador
inteligente. Es decir, en cuanto perceptores del
mundo, imponemos ciertos rasgos a toda
nuestra experiencia
5
.
La obra de Kant es una
impugnación de la idea de que solo mediante la
razón podemos descubrir la naturaleza de la
realidad y, de hecho, su principal conclusión es
que el conocimiento requiere tanto la
observación sensorial como los conceptos que
aporta el observador. Lo uno sin lo otro no
sirven de nada.
La verdad no es algo que dependa de su
demostrabilidad. La verdad que el hombre llega
a conocer es una adaptación personal de esa
verdad; una adaptación que podrá ser honesta y
rigurosa, pero que no deja de ser personal. La
verdad matemática entra dentro de esta misma
forma de realidad.
P
de Rebotica
LIEGOS
35
LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA
3
En italiano:
traductor, traidor
.
Es una expresión utilizada para rechazar las malas traducciones hechas por personas desconocedoras de la materia que
están traduciendo y que suelen consistir en una traslación literal de términos ortográficamente similares entre los dos idiomas, sin tener en cuenta las
acepciones específicas de los mismos en cada una de las lenguas o, incluso, en determinadas zonas geográficas.
4
Claudio Gutiérrez. .
Conocimiento científico y sentido común. En
Nueve ensayos epistemológicos.
5
Immanuel Kant.
Crítica de la razón pura.