Página 34 - Pliegos de Rebotica Nº 110 - Julio/Septiembre 2012

S
i algo deberíamos haber aprendido de la
historia es que el conocimiento es siempre
precario e incierto. Al geométrico crecimiento
de los avances conseguidos por el pensamiento
humano, incluyendo a la ciencia, la abierta
realidad contrapone un exponencial incremento
de nuestra ignorancia. Lo nuevo que vamos
conociendo nos permite vislumbrar
socráticamente– el infinito panorama de lo
que nos queda por conocer. Solo el
conocimiento auténtico nos hace conscientes de
la magnitud de nuestra ignorancia.
Pese a todo, vivimos instalados en una
concepción optimista del hombre para
descubrir la verdad y adquirir conocimiento.
Un optimismo que, según Popper
1
,
encuentra
sus raíces en una forma política característica
de la cultura occidental, heredada de los
antiguos griegos: la democracia, en la que el
hombre puede conocer y, por lo tanto, puede
ser libre. Ese optimismo, si es humilde y
consciente, puede ayudarnos a encauzar ese
enorme potencial que anuncia nuestra innata
curiosidad. Si no nos obcecamos en nuestra
soberbia de
especie protegida
,
seremos capaces
de consolidar la evolución inteligente y ética
que arrancó de una materia inerte, dispersa e
incierta.
El anclaje del binomio conocimiento-libertad
en el ámbito de la democracia se articula sobre
la premisa de que el conocimiento requiere de
la libertad tanto como ésta requiere del
conocimiento, y todo ello sobre la base de que
cuanto más sepamos sobre el mundo y más
profundo sea nuestro conocimiento, tanto mejor
será nuestra percepción de lo que ignoramos,
auténtico punto de partida de nuestro
conocimiento global. Todo conocimiento
humano
está
necesariamente mezclado con todos nuestros
errores, prejuicios, sueños y esperanzas. Por
eso, todo a lo que podemos aspirar es buscar a
tientas la verdad, incluso aunque ésta se
encuentre más allá de nuestro alcance. Pero no
menos importante es matizar qué significa la
ignorancia y el resto de conceptos asociados a
la misma.
El diccionario de la Real Academia Española
define la ignorancia como
la falta de ciencia,
de letras y noticias, general o particular
.
No
parece muy explícita, ciertamente, aunque al
desarrollar una de las acepciones afirma que la
ignorancia supina es la que procede de
negligencia en aprender o inquirir lo que
puede y debe saberse.
Una definición que
entronca con la ignorancia según Laín
Entralgo, el cual la definía
2
como
no saber
algo que se podría saber
;
es decir, la
ignorancia surge cuando la realidad aprendida
se actualiza en la mente como una
indeterminación absoluta.
En su particular lucha por comprender la
ignorancia –¡cielos, estamos bordeando el
oxímoron!– Laín establece varias categorías en
orden creciente de certidumbre que pueden
ayudarnos a digerir estas ideas. Así, el
indicio
es considerado por Laín como el momento en
que de una forma vaga se apunta el anuncio de
una cierta determinación, que iría reforzándose
si el indicio no desapareciese. Si no pasa de ahí
y se mantiene como un tenue y vacilante
anuncio de la determinación, nos encontramos
ante el
barrunto
.
Pero, hete aquí, la
ambigüedad
asoma su
indefinible hocico cuando lo percibido no
permite afirmar la
naturaleza
P
de Rebotica
LIEGOS
34
LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA
Santiago Cuéllar
Precariedad e incertidumbre del
1
Karl R. Popper.
Conjeturas y refutaciones.
2
Pedro Laín Entralgo.
Creer, esperar, amar.
conocimiento