Página 30 - Pliegos de Rebotica Nº 110 - Julio/Septiembre 2012

D
entro de la importancia que el siglo
XIX representa para la música nos va-
mos a detener en el artista húngaro
Franz Liszt, como pieza clave dentro de
la misma que con su enorme personali-
dad colaboró en mover todo aquel en-
granaje desde las más variadas perspec-
tivas. Desde muy niño pronto se advirtió
en él una sensibilidad fuera de lo común
que se manifestaba constantemente y
que estaba dotado de una memoria mu-
sical realmente prodigiosa, por todo ello
fue por lo que su padre decidió llevarlo
a Viena para iniciar su formación musi-
cal, viajando después por otros países,
lo que nos haría recordar a Mozart.
En Viena tuvo como profesor de pia-
no a Czerny y a Salieri de composición
que a su vez habían sido alumno y pro-
fesor, respectivamente, de Ludwing van
Beethoven. Precisamente en una entre-
vista con este último cuando Franz ya
contaba doce años y que debido a sus grandes progre-
sos con el piano y a su afición desmedida por la música
se le podía considerar un virtuoso, dejó tan emocionado
al maestro que después de escucharle vaticinó que sería
muy feliz con la música y haría muy felices a los demás,
augurio que no tardaría en cumplirse.
Después de sucesivos triunfos en Viena donde ya era
conocido como un nuevo Mozart y una breve gira por
Alemania, ponen rumbo a París con objeto de ingresar en
el Conservatorio como un nuevo paso en su formación
musical. Fueron recibidos por su director Luigi Cherubi-
ni en un momento en que no se admitía a ningún alum-
no extranjero, quedando desvanecidas sus ilusiones. No
obstante es muy bien acogido en todos los salones de Pa-
rís e incluso se le organiza un recital en el teatro de los
italianos que representó un gran triunfo. Estamos viendo
al Liszt intérprete, al Lizst virtuoso que todo lo que oía
lo transcribía al piano y compone unas variaciones sobre
temas de Rossini y Donizetti, incluso intenta componer
una ópera,
Don Sancho
,
que no sería precisamente un éxi-
to, iniciándose aquí el Liszt compositor.
Quiso la suerte que muy cerca de su casa vivía el cé-
lebre fabricante de pianos Sebastián Erard que acababa de
crear a sus setenta años el piano de doble escape y deci-
dió llevarse a Londres al joven virtuoso para presentar es-
te instrumento en su sucursal de Inglaterra. Realizó audi-
ciones y conciertos privados e impuso a su vez en el
mercado británico el gran pianoforte de siete octavas que
cuando lo escuchó el rey afirmó no haber oído nada igual.
Con todo ello su técnica de pianista seguía progresando.
De vuelta a París escucha un recital de Paganini que le
deja alucinado ya que es el virtuoso número uno del vio-
lín y su fama es universal y
adapta al piano los temas de Pa-
ganini con lo que logra un éxito
arrollador y se le empieza a co-
nocer como el Paganini del pia-
no. Está feliz en París en todos
sus ambientes que conquista con
su natural simpatía, ya musica-
les, ya literarios, en estos se ro-
dea de Victor Hugo, Balzac, Du-
mas y además relee a Homero,
la Biblia, Platón, Byron, Lamar-
tine, Chateaubriand, y admira a
Beethoven, Bach, Mozart y We-
ber, sobre todo.
En 1831 conoce a Federico
Chopin que viene de su Polonia
natal y al que introduce cariño-
samente en la sociedad parisina.
Son dos músicos antagónicos,
mientras el polaco manifiesta
sus estados de ánimo como un
ser melancólico y triste en sus noc-
turnos, preludios y valses tristes donde nos comunica su
interior, Liszt interpreta para el exterior comunicando al
auditorio una alegría explosiva. Igualmente conoce a Héc-
tor Berlioz y queda impresionado de su
Sinfonía Fantás-
tica
de la que hace una transcripción para el piano que
asombra a todos incluso al propio Berlioz que sellaría una
amistad de por vida.
Según los vaticinios de Beethoven vivía feliz y hacía
felices a los demás, pocas personas disfrutarían tanto de
la música como él y como los que tuvieron la suerte de
escucharle. Persona desde pequeño de profundas creen-
cias religiosas, atraviesa ahora una etapa de gran misticis-
mo en la que solo ansía la oración, la meditación y el ayu-
no, pasando largas horas en la iglesia, haciendo todo
prever que será sacerdote, pero fallece su padre y tenien-
do ahora la obligación de atender a sus necesidades deci-
de impartir lecciones de música, de piano generalmente,
con lo que comienza a ganar dinero. Y frecuenta los más
refinados salones que le proporcionarán una adinerada
clientela.
En 1833 conoce a la aristócrata Marie DÁgoult, pro-
cedente de reuniones literarias que con el pseudónimo de
Daniel Stern
publica sus primeros escritos político-litera-
rios, y que como a él ningún matiz del pensamiento con-
temporáneo le es ajeno. La atracción que produce en el
pianista es mutua y decide abandonar a su familia y unir-
se a él dejando París al poco tiempo, pues ni la sociedad
parisina, ni incluso ellos mismos ven muy correcto aque-
llo. Se afincan en Suiza. Basilea y Ginebra los acogen y
van a disfrutar una vida discreta y tranquila según las re-
glas del romanticismo al uso. Buscan en la literatura un
Jesús Arnuncio Pastor
MÚSICA
P
de Rebotica
LIEGOS
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La evolución en la obra de
Franz Liszt
(
I )
Franz Liszt 1839