Página 29 - Pliegos de Rebotica Nº 110 - Julio/Septiembre 2012

manos del conde de Lerín el rey decide partir el 30 de
julio de Lumbier y pasar al Béarn acompañado de don
Pedro de Navarra, mariscal del reino, y algunos conse-
jeros como don Juan de Jaso (Yatsu) Atondo, señor de
Xabier, presidente del Real Consejo de Navarra y pa-
dre del futuro S. Francisco Javier. En Orthez se reúne
con la reina y Alfonso Carrillo de Peralta, condestable
del reino, junto con algunos beaumonteses leales a sus
reyes. El contingente francés acantonado en Sauveterre
de Béarne, próximo al paso de Roncesvalles, a las ór-
denes del sire de Luxe se muestra inoperante.
Mientras, el duque de Alba despacha pregones a vi-
llas y castillos de lealtad agramontesa con exigencia de
obediencia. En agosto se entregan las villas agramon-
tesas de Sangüesa, Olite, Tafalla, Viana, Lumbier y Es-
tella donde su castillo resistiría otras seis semanas. Ape-
nas quedan ya ocho villas sin someter y el ejército de
ocupación veía crecer sus efectivos en 2.900 infantes,
1.500
de ellos vascongados, y 400 lanzas, 100 de ellas
también vascongadas. En total el contingente invasor
contaba por entonces con unos 20.000 efectivos.
El 15 de agosto Fernando envía al obispo de Zamo-
ra al Béarn para entrevistarse con los reyes de Navarra
al objeto de tranquilizarles por la ocupación y solicitar-
les la entrega de su hijo Enrique, Príncipe de Viana, pa-
ra educarlo en Castilla y casarlo con alguna de sus nie-
tas. Más tan pronto como el prelado cruza la frontera,
es detenido con todo su séquito y encerrado en una maz-
morra en Orthez, probablemente por orden de Juan III,
con la excusa de carecer de credenciales diplomáticas
o de salvoconducto alguno. Este arresto desata la cóle-
ra del de Alba cuya primera intención era marchar tras
los pasos obispo seguido de un ejército y rescatarlo o
vengarlo. Sólo la intervención de Fernando logra disua-
dirle de su propósito, pues en verdad todavía la causa
de Navarra no estaba del todo ganada y la fuerza lle-
vada era precisa para asegurarla. El obispo fue rescata-
do posteriormente previo pago de un fuerte rescate.
Es en ese momento cuando las famosas bulas de Ju-
lio II llegan en poder del Católico. No son realmente
bulas de excomunión
nominatim
y no van dirigidas es-
pecíficamente a Navarra pero el Católico las manipula-
rá sutilmente para intimidar a la muy creyente, muy re-
ligiosa y muy ingenua población navarra haciéndola
creer que también podía caer en la pena de excomunión
si continuaba en la fidelidad a sus reyes. Y así, con su
oportunismo habitual, aprovecha las circunstancias pa-
ra intitularse rey de Navarra y no mero depositario de
la corona como al principio se consideraba, título que
ya le venía pequeño.
Por el lado francés, el temor a una invasión ingle-
sa de la Guyenne, la consecuente necesidad de asegu-
rar la defensa de Bayona y la falta de entendimiento
de los jefes franceses, el duque de Borbón, Carlos III
de Montpensier, y el duque de Longueville, Francisco
II, conde de Dunois, general del ejército de la Guyen-
ne, enviados por Luis XII en ayuda de los reyes Cata-
lina y Juan, atenazan al ejército de socorro del rey de
Francia que queda inmovilizado e inactivo. Navarra es-
tá pues sola.
Los últimos focos de resistencia a la invasión los
protagonizan pues la mencionada fortaleza de Estella y
la ciudad de Tudela. Ésta última es sometida a un cer-
co virtual por parte del arzobispo de Zaragoza, Alfon-
so de Aragón, desde Zaragoza y Tarazona, y del propio
rey Católico instalado en Logroño. Contra el parecer de
algunos historiadores no hubo sitio militar y menos por
tropas aragonesas cuya participación en la conquista es
tardía y limitada. Fernando y su hijo se dedicaron pues
a ofrecer a los tudelanos condiciones ventajosas de ren-
dición al tiempo que los intimidaban con el empleo de
la fuerza militar. El 23 de agosto el Católico recuerda
a los habitantes de Tudela acerca del peligro en que in-
currían por seguir a un rey excomulgado. Los tudela-
nos flaquean al ver que la ayuda militar prometida por
la reina Catalina no llegaba. Divididos entre la lealtad
a sus reyes y el temor al asalto llegan a enfrentarse fí-
sicamente entre sí el 26 de este mismo mes. Finalmen-
te la ciudad ribera capitula el 9 de septiembre. Junto
con Tudela se entregan Monjardín, Cáseda y Miranda.
El 4 de octubre el Católico hace acto de presencia en
Tudela, acompañado de lucido séquito, para hacerse
cargo de su presa y jurar personalmente sus fueros y
privilegios como signo de conquista.
Mayor resistencia planteó la fortaleza de Estella. La
ciudad se había entregado desde el comienzo de la in-
vasión pero el tenente del baluarte Juan Ramírez de Ba-
quedano se encastilla y decide resistir a la invasión. El
de Alba manda 200 infantes para guardar la villa y re-
cuperar la fortaleza. A finales de septiembre el castillo
fue bombardeado y asaltado por los hombres de don
Diego Fernández de Córdoba y Arellano, alcaide de los
Donceles y marqués de Comares, hasta conseguir la
rendición de sus defensores.
(
Continuará)
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de Rebotica
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HISTORIA
Castillo de Marcilla, propiedad de los Peralta de la facción
agramontesa, escapó de la destrucción
ordenada por Cisneros gracias a doña Ana de Velasco.