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ernando el Católico, con el apoyo del nuevo con-
de de Lerín, planea ya abiertamente la conquista de
Navarra. Para poder legitimar sus propósitos se pre-
senta como paladín de la Santa Sede a la que reclama
dos bulas para justificar sus pretendidas acciones so-
bre Navarra. Por la primera se concedería indulgen-
cia plenaria para todos los que participaran en la con-
quista del reino, al que tachaba de aliado del cismático
Luis XII. Por la segunda deberían ser excomulgados
quienes ayudaran al rey de Francia o trataran de im-
pedir la entrada en la Guyenne (Guyena) de los ejér-
citos castellanos o sus aliados ingleses. En todo caso
manifiesta el Católico su decisión de actuar inmedia-
tamente sin aguardar a las bulas.
El 8 junio de 1512 se tiene noticias de que un
ejército inglés de 8.000 a 10.000 hombres a las ór-
denes de sir Thomas Grey, marqués de Dorset, pro-
cedente de Southampton ha arribado a Pasaia. Su ob-
jetivo es recuperar la Guyenne para Inglaterra, que
la había perdido en 1453 al concluir la guerra de los
cien años. Sin embargo, la idea del Católico es uti-
lizar las tropas inglesas enviadas por su yerno Enri-
que VIII Tudor a su conveniencia, a lo que el de Dor-
set se negaría por considerar que Inglaterra no estaba
en guerra con Navarra. En cualquier caso la presen-
cia del contingente inglés, aunque se abstuviera de
participar en la invasión, supondría una fuerza de di-
suasión en el caso de que algún ejército francés pre-
tendiera auxiliar a Navarra.
Don Fadrique Álvarez de Toledo, segundo duque
de Alba, investido por el Católico como general en je-
fe de la fuerza invasora, se instala en Vitoria el 13 de
junio con un ejército constituido por un total de casi
17.000
hombres distribuidos entre 2.500 jinetes,
12.000
infantes entre los que se contaban 3.000 peo-
nes guipuzcoanos y 2.000 alaveses, 1.500 lanzas y 20
piezas de artillería de grueso calibre. La infantería es-
taba formada por veteranos de los llamados tercios
viejos de Italia a cuya cabeza marchaban los experi-
mentados coroneles Rengifo y Cristóbal de Villalba
forjados en mil batallas. Al frente de la artillería otro
veterano de prestigio, Diego de Vera. También figu-
raban 400 hombres a las órdenes del belicoso obispo
de Zamora, don Antonio Osorio de Acuña. Entre esta
fuerza se contaban 750 infantes de los temidos tercios
de Bugía traídos expresamente de Argelia, verdaderas
unidades de élite famosas por su ferocidad en el com-
bate. A esta hueste se uniría Luis de Beaumont, tercer
conde de Lerín, con algunos navarros de su parciali-
dad deseosos de volver del exilio y recuperar sus pro-
piedades, y su cuñado don Antonio Manrique de La-
ra, duque de Nájera, al frente de 700 coraceros reales.
El contingente de tropas navarras leales que podría
movilizarse, comandadas por los agramonteses don Pe-
dro de Navarra, mariscal del reino, y el condestable don
Alfonso Carrillo de Peralta, no excedía de 4.300 hom-
bres. Los reyes de Navarra, confiados en las negocia-
ciones de Blois con Luis XII y de Burgos con Fernan-
do el Católico, tenían descuidada la defensa del reino y
no estaban preparados para contener un ataque de la en-
vergadura que el de Alba preparaba. La ayuda de Luis
XII tampoco era previsible pues este tenía que atender
en ese momento sus problemas en Italia y el inminente
riesgo de invasión inglesa de la Guyenne.
En tanto, en Roma, el papa Julio II emite una bula
fechada el 21 de junio de 1512 que otorga diversos pri-
vilegios al deán de Tudela para atender la petición de
sus
ilustres carísimos hijos en Cristo, los reyes de Na-
varra don Juan y Doña Catalina
.
El 28 de junio Fernando el Católico, por medio de
sus embajadores Sir John Still y el obispo de Zamo-
ra, da un ultimátum a Navarra para que se dé paso por
su territorio a las tropas castellanas e inglesas aliadas
para atacar a Francia por Gascogne (Gascuña), al
tiempo que insiste en la entrega de las fortalezas an-
teriormente mencionadas, peticiones totalmente in-
aceptables para el reino.
El 29 de junio el ejército inglés del marqués de
Dorset repasa el Bidasoa amenazando internarse por
el País de Labourd (Lapurdi) para reconquistar la Gu-
yenne. No se decide a profundizar su acción ante la
falta del prometido apoyo castellano, pues carecía de
artillería y caballería, pero su sola presencia resultó
suficiente para disuadir al ejército francés de cual-
quier intervención.
Juan Pedro Iturralde
La conquista de Navarra
(
II)
Conquista de la Alta Navarra
o Navarra peninsular
P
de Rebotica
LIEGOS
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HISTORIA
Castillo de los señores de Xabier,
bastión estratégico
de la frontera oriental del reino de Navarra.