P
de Rebotica
LIEGOS
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RELATOS
tiguo y la del
Imperio. El Reino Antiguo comenzó cuando el
príncipe real Subbiluliuma (¡bonito nombre!)
usurpó el trono, liberó a su pueblo y derrotó a
su principal enemigo, el reino de Mitani, conduciendo
a sus ejércitos más allá de Siria. En realidad fue el gran
artífice del Imperio Hitita, aliándose con Babilonia
mediante el matrimonio con una de sus princesas.
Desde el siglo XVII a. de C. sus ejércitos sometieron
a príncipes y reyes de todo el Próximo Oriente, llegando
a enfrentarse a los mismísimos faraones de Egipto y fir-
mando un tratado de paz con Ramsés II. Los hititas eran
maestros en el arte de la guerra, en el trabajo de los me-
tales y adoradores de cientos y cientos de dioses. Pero to-
do esto se hundió, se supone, que por los ataques de los
“
Pueblos del Mar”, grandes movimientos migratorios cu-
ya marcha destructiva marcó el paso de la Edad del Bron-
ce a la del Hierro en todo el Mediterráneo oriental. Pero
esta civilización hitita sobrevivió en los muchos reinos lla-
mados neohititas y su punto final fue cuando los asirios
destruyeron la capital del último de estos reinos. Desde
ese momento se borró a los hititas de la Historia llegan-
do a ser auténticos desconocidos durante siglos y siglos…
El descubrimiento de esta arcaica civilización em-
pieza en 1833, en que un joven arquitecto francés,
Charles Texier, fue mandado por su país para realizar
una expedición por Asia Menor a la búsqueda de rui-
nas arqueológicas de época griega y romana. Se aden-
tró en las profundidades de Anatolia para localizar una
antigua ciudad (que él suponía romana) de la que te-
nía noticias. Remontando un interminable, angosto y
escarpado sendero llegó a una cima desde donde pudo
observar los restos de una poderosa muralla y una ciu-
dad “
tan grande como Atenas en su época de esplen-
dor
”.
Eran las ruinas de una urbe desconocida. Pero
aquí no acabaron las sorpresas. Un lugareño le condu-
jo a lo largo de una extenuante caminata hasta un lu-
gar fascinante donde en una hendidura de la roca ha-
bía grabada una enigmática procesión y otros
bajorrelieves no menos sorprendentes.
Hoy sabemos que las ruinas de aquella ciudad era la
capital del reino Hatti: Hattusa, una ciudad llena de edi-
ficios y palacios. Una ciudad rodeada de una muralla
ciclópea cuya entrada estaba protegida por dos impre-
sionantes leones tallados en la piedra y donde han sido
varios los hallazgos de escritura cuneiforme: el hitita.
Su importancia es muy grande al tratarse de la lengua
indoeuropea que cuenta con los textos más antiguos.
Pero el gran salto en el co-
nocimiento de los hititas, empezó
en 1906 cuando comenzaron las
excavaciones. Estas estaban su-
peditadas a la política por un la-
do, puesto que el sultán otomano
concedió la excavación a Alema-
nia en agradecimiento por la fi-
nanciación germana al ferrocarril
Berlín-Bagdad y su amistad per-
sonal con el Kaiser. Por el otro
fue científico, al nombrar como
director de la excavación a un tal
Winckler dicen que desconocedor de las más elemen-
tales técnicas de la arqueología. Con un carácter muy
difícil, al que molestaba el calor, los insectos, el traba-
jar de día…, total que terminó delegando toda la parte
practica de la excavación al jefe local de la cercana al-
dea. Esto llevó a que lo único que importaba era recu-
perar el mayor número de tablillas de barro cocidas. En
el primer año se encontraron 10.400, pero ni se les hi-
cieron fotos, ni se registro la disposición en que se en-
contraron, con lo que se perdió una información pre-
ciosa que ya nunca pudo recuperarse. Esto unido a que
las tablillas fueron ubicadas en diferentes lugares: unas
en la acrópolis de la ciudad de Hattusa, otras en lo que
se ha identificado como el templo del dios de la Tem-
pestad, que era la divinidad tutelar del Imperio hitita,
pero todas apiladas unas sobre otras o en grandes ces-
tos e incluso en vasijas de barro.
En 1913 la Sociedad Orientalista Alemana encargó
al joven checo Hrozny, editar los archivos de Hattusa.
En 1914 se desplazó a Estambul copiando muchas ins-
cripciones procedentes de Bogazköy, pero al estallar la
Gran Guerra quiso incorporarse al ejercito austrohún-
garo recibiendo la orden de seguir con las investigacio-
nes. La escritura cuneiforme ya estaba descifrada, los
signos más o menos se podían comprender pero se ig-
noraba la lengua en que estaban escritos. Por otra par-
te los textos se situaban en una tradición mesopotámi-
ca que ya conocían y en que las palabras de mucho uso
normalmente se escribían en sumerio o acadio, lenguas
ya descifradas. Fue un duro trabajo, muy laborioso y
donde la intuición tuvo muchísima importancia. Pero
al fin, en 1915 y mientras la guerra asolaba Europa,
Hrozny dio cuenta de sus descubrimientos en una con-
ferencia dada en Berlin. Había descubierto la lengua in-
doeuropea más antigua conocida, descifrando así el
misterio que envolvía a uno de los imperios más im-
portante y poderoso de todos los tiempos.
Los hititas son el ejemplo más claro de que en la
Historia no hay nada que pueda permanecer para siem-
pre oculto. Pasarán generaciones y generaciones pero
tarde o temprano la realidad, la verdad, termina salien-
do a la luz por más empeño que se haya puesto en di-
famar, tergiversar, olvidar u ocultar años, en la histo-
ria de un país.
■
Código de leyes al encontrarse
unas tablillas de arcilla del 1.500 a. C.,
referentes al derecho civil y al penal.