a presentar en 1742 su escala centesimal casi
universalmente aceptada aunque, (nadie es
perfecto), señaló el punto cero para la
ebullición y el cien para la congelación, lo que
no tardaría en invertirse.
También en este siglo se originó el alpinismo
precisamente en los Alpes, de aquí su nombre.
Fue en el último tercio. Un suizo, Horace
Bénédict de Sausure, sembró la semilla de tal
afición. Botánico, físico, geólogo y
matemático, contemplaba la cumbre del Mont
Blanc desde su Ginebra natal y sintió su
irremediable llamada. Coronó su ascensión en
1787
a la edad de cuarenta y siete años y más
adelante escribiría: “¡Qué momentos para una
meditación!”.
En Rusia, el zar Pedro I el Grande traía al
palacio del Hermitage un gato que le regalaron
en Holanda y la emperatriz Catalina II, creadora
del museo del mismo nombre en 1764, dio orden
de seleccionar a los mejores gatos cazadores de
ratones, como “custodios” de las piezas allí
atesoradas.
A miles de kilómetros se levantaba en Brasil la
ciudad de Ouro Preto en las proximidades de un
manantial donde un pobre mulato, a principios
de siglo, al querer saciar su sed, encontró unos
granitos negros y brillantes que resultaron ser
oro de veintitrés quilates…
Oporto, ¡qué horror!, sufría un bombardeo con
mantas empapadas en ácido sulfúrico que “al
impactar liberaban una densa humareda de gases
asfixiantes cuyos vapores abrasaban los
pulmones”…
Pero si hasta aquí hemos entrevisto el
dinamismo característico de este siglo XVIII,
nos falta por asistir a los dos hechos más
fundamentales que lo coronan y que suponen
dos jalones importantísimos en el devenir
histórico de la humanidad: La independencia de
los Estados Unidos de América del Norte y la
Revolución Francesa.
Estados Unidos fue fundada por trece colonias
británicas situadas a lo largo de la costa atlántica
y que se independizaron del Imperio. El cuatro
de julio de 1776 emitieron la Declaración de
Independencia y en 1789, George Washington se
convirtió en su primer presidente.
Diez años después, un catorce de julio,
comerciantes, empleados, funcionarios,
estudiantes, profesores liberales, obreros,
mujeres, con sables, picas, hachas, hoces,
guadañas, cuchillos, toman la Bastilla.
Renacimiento, Reforma, Barroco, Ilustración,
son hitos de un mismo movimiento renovador
que alcanza su ápice en este siglo XVIII. Un
movimiento complejo en el que se relacionan e
influencian fenómenos técnicos, científicos,
intelectuales, económicos, sociales y políticos
hasta culminar en el complejo fenómeno de la
Revolución francesa, iniciada en 1789.
No es objeto de este artículo (ni estoy
capacitado para ello) estudiar estos hechos ni
siquiera superficialmente; pero, sí, para
terminar, diré como curiosidad, que la
denominación de derecha e izquierda en
tendencias políticas nace en la Asamblea
francesa de 1789, donde los conservadores se
sentaron a la derecha del presidente y los
radicales a la izquierda.
Está clara la fecha: 1789. ¿Sabes, lector, que un
poeta español de cuyo nombre,
lamentablemente, no me acuerdo y sí que
quisiera hacerlo, la predijo en una décima que
aprendí en nuestro magnífico bachillerato de las
dos reválidas y con los que me permito terminar
este artículo? Dice así:
Cuando los mil contarás,
Más los trescientos doblados,
Los cincuenta duplicados
Y los nueve dieces más,
Entonces, tú lo verás,
Mísera Francia, te espera
Tu calamidad postrera
Con tu rey y tu Delfín,
Y tendrá entonces su fin
Tu mayor gloria primera.
Contar, contar…: ¡1790!
¿
Y España? “
Las once dan, yo me duermo; /
quédese para mañana
”.
■
P
de Rebotica
LIEGOS
19
La toma de la Bastilla