Page 38 - Pliegos_109

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Echó a andar con reserva. Al poco rato, de un establecimiento salió un humano y tiró al suelo un trozo del bocadillo que iba comiendo. El perro lo olisqueó y tras comprobar su estado lo ingirió. Volvió sobre sus pasos, se acercó a la pandilla de tres y se sentó junto a ellos. Pensativo, ensimismado, su cabeza era un cúmulo de pensamientos. Aquella situación le generaba una gran inquietud, todo su mundo se venía abajo, nada tenía sentido. Se levantó y les dijo: “me marcho de este lugar, no me gusta la vida regalada, hoy ha sido un día terrible y desde luego no quiero sumirme en la apatía”.

Al otro lado de la ciudad debatían los humanos en el ayuntamiento. La situación era crítica, el banco había quebrado, la ciudad había vivido del crédito y el crédito venía de un negocio piramidal. La situación era insostenible, sobrevendría una gran crisis.

Los perros ajenos a esta realidad dijeron al trotamundos: “Si te vas desaprovecharás una gran oportunidad, solo tienes que aprender a pensar en positivo, si deseas algo lo tendrás” El trotamundos acostumbrado a la cruda realidad replicó: “Cuando deseo algo, lo busco y lo encuentro, pero nunca esperaré que venga a mi por sí solo”. Los tres se reían, pobre paleto incauto pensaban, no es capaz de sostenerse en la abundancia, es un pobre acostumbrado a la miseria. Nuestro mundo ha sido así siempre ¿por qué iba a cambiar? “Vete pues” dijo la perrita en tono un poco menos hostil. “Algún día aprenderás a pensar en positivo, entonces volverás a este paraíso”.

El trotamundos se quedó pensativo un instante y después replicó: “Nunca he pensado en positivo, siempre me he conducido desconfiando de la realidad, porque la realidad es cambiante, en ocasiones hace calor, otras frío, otras llueve y en otras falta el agua. Siempre he sobrevivido porque jamás he dado nada por hecho. Yo pienso en negativo y busco agua en la sequía, cobijo ante la lluvia y refugio para el frío, del calor me escapo buscando la sombra y en toda ocasión quiero un espacio donde pueda seguir un rastro sin confundirme por tanta abundancia”. Se marchó intentando no subyugar sus sentidos expuestos a todas aquellas fragancias. Por fin alcanzó las afueras y poco a poco se sintió mejor al librarse de aquella sobrecarga sensorial.

Poco a poco se habrá adivinado el final de esta historia, seguramente el lector pueda poner por sí mismo un final. En el mío solo quiero destacar que nuestro trotamundos siguió adelante como siempre, libre, razonablemente feliz y suficientemente bien alimentado. Para no dejar en tragedia este cuento, podemos pensar que meses después pasó por el pueblo con el único propósito de visitar a la perrita y que felizmente la encontró, sola, famélica y desaliñada. La miró con la dulzura que miran los valientes y se la llevó con él. Poco a poco se restableció y vivieron felices y comieron de las basuras, libres, juguetones y seguros porque esa seguridad iba con ellos. Con el tiempo, ¿quién sabe? quizá puedan regalar al mundo con su descendencia.■

P

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