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inevitablemente subjetiva, me temo. Somos cada uno de nosotros los que percibimos la realidad, ajustando su percepción a nuestra particular configuración existencial. Ortega decía , en este sentido, que la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo. Desde la psicología académica, Javier Monserrat estima 9

que la dimensión subjetiva del

conocimiento es un hecho real incuestionable y, particularizando para la ciencia, ésta viene a suponer una

representación subjetiva del mundo en la mente humana.

Mencionábamos al principio de este artículo el asombro de Albert Einstein al considerar que el mundo fuese comprensible. Una sorpresa que trasladaba al ámbito de las matemáticas: ¿ Cómo es posible que las matemáticas, una creación humana independiente de la experiencia se ajusten de una manera tan excelente a los objetos de la realidad física? Como Einstein, Roger Penrose también expresaba 10 su sorpresa y su admiración ante la irrazonable efectividad de la matemática en las ciencias naturales.

¿Pero verdaderamente las matemáticas son una invención o son, más bien un descubrimiento? Es una pregunta que posiblemente no tenga una respuesta única –simple–, como ocurre con casi todo y, en la práctica, las matemáticas constituyen una fusión intrincada de invenciones y descubrimientos. Los conceptos son por lo general inventados y, aunque todas las relaciones existiesen antes de su descubrimiento, somos los humanos quienes decidimos cuáles estudiar 11 .

Zubiri, al igual que Kurt Gödel, consideraba que la metafísica, y no la lógica, era el auténtico fundamento de la matemática. Esta vive de lo trascendental o metafísico. El pensamiento matemático no tiene un carácter meramente algorítmico o computacional, ya que existen

aspectos de los

procedimientos matemáticos que eluden cualquier forma de descripción algorítmica. En realidad, los algoritmos por sí mismos nunca comprueban la verdad: necesitamos intuiciones externas para decidir la validez o no de un algoritmo, tal como nos demostró Gödel con sus dos

teoremas de incompletitud.

Los científicos no dejan de ser personas –sujetos a prejuicios, ilusiones, filias, intereses económicos, manías, etc.– y, por ello, no solo eligen las herramientas y procedimientos que mejor se adaptan a sus necesidades y objetivos de estudio, sino que en no pocas ocasiones invierten este proceso de forma bastante interesada: seleccionan expresamente los objetivos de estudio según se adapten mejor a la metodología que dominan. Algo así como investiguemos en esta materia, porque tenemos asegurado el éxito; no nos compliquemos la vida.

Ni el método científico, con su componente de refutación experimental, ni la razón pura son los únicos instrumentos de que disponemos para hacernos cargo de la realidad. Son magníficas vías de conocimiento, de contraste y de refutación, pero no solo existe lo razonado, ni siquiera lo razonable. Incluso si reducimos la razón a la simple lógica, aun siendo ésta necesaria, la razón se hace manifiestamente insuficiente. ¿Qué lógica evolutiva nos condujo a la música? ¿Cuál nos convenció de la utilidad personal de la emoción provocada por la visión de una puesta de sol? ¿Hay algo menos lógico que el amor incondicional? ¿Dónde quedan la intuición y los afectos, aquello que nos hace auténticamente inteligentes y humanos? ¿Por qué los sueños de la razón acaban convirtiéndose casi siempre en pesadillas?

Puede parecer paradójico que lo científico se relacione tan estrechamente con lo sujetivo, pero al fin y a la postre, todo nuestro funcionamiento mental, consciente o inconsciente, es subjetivo y está inexorablemente gobernado por dicha subjetividad. Afortunadamente, en mi opinión.■

P

de Rebotica de Rebotica

LIEGOS LIEGOS 36

LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA (II)

7 Fritjob Capra. La trama de la vida.

8 José Ortega y Gasset. El espectador.

9 Javier Monserrat. Génesis evolutiva de la representación y del conocimiento. Seminario CTR, Escuela Técnica Superior de Ingeniería. Universidad Pontificia de Comillas; Madrid, 21 de abril de 2006.

10 Roger Penrose. La nueva mente del emperador.

11 Mario Livio. La irrazonable eficacia de las matemáticas. Investigación y ciencia, noviembre 2011; pp. 44-6.

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