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de Rebotica de Rebotica

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judíos- de una delicadísima misión diplomática: representar a los Estados Unidos ante el Gobierno español del General Franco, que se manifestaba proclive a un mayor entendimiento con las potencias del Eje que con los Aliados. El Presidente Roosevelt dió a su nuevo Embajador en España –desconocedor de los sinuosos procedimientos diplomáticos- una única instrucción: que el General Franco resistiera “con toda su fuerza” frente a cualquier intento del Eje de avanzar a través de la Península en la llamada Operación “Félix”, plan para la conquista de Gibraltar, proyecto abandonado después de la infructuosa entrevista, el 23 de octubre de 1940, de Hitler con Franco en la estación ferroviaria en Hendaya.

Recién llegado a Madrid en mayo de 1942, el nuevo Embajador confesaba a sus colaboradores en la sede diplomática no haber “oído jamás hablar del wolframio”.

Nada de extraño tiene que careciese de conocimiento alguno sobre este cuerpo químico y menos aún, de sus aplicaciones bélicas. Pronto supo lo que era, ya que –asegura en su obra Misión de guerra en España –: “Todos los miembros de la Embajada lo convirtieron en tópico de conversación y hasta más de uno soñaban con él durante la noche”. Fue entonces cuando se enteró de que se trataba de un elemento químico de gran importancia militar, empleándose para endurecer el acero como principal elemento en la

producción de chapas acorazadas para la fabricación de tanques, proyectiles perforantes, etc. Alemania, como gran potencia bélica dependía, casi por

completo, de España y Portugal, principales

países productores en Europa. Comprando los Estados Unidos a España grandes cantidades de wolframio, Alemania quedaría desabastecida. Gracias a la infatigable tarea de Carlton H. Hayes, a finales de 1942, los Estados Unidos e Inglaterra compraron en España 350.000 kilos de wolframio.

Roosevelt en un famoso discurso sobre el estado de la Unión (enero de 1941) había proclamado como las bases de una comunidad internacional liberada de los totalitarismos, las que se han llamado “Cuatro Libertades”: Libertad de palabra, Libertad de religión, Libertad frente al temor y Libertad frente a la miseria. Casi en sus propios términos las “Cuatro Libertades”, en cuanto pilares del ideal común de la “Familia Humana”, fueron incorporadas en diciembre de 1948, al Preámbulo de la Declaración de los Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. ■

Perl Harbour

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