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de Rebotica de Rebotica
LIEGOS LIEGOS 47
He vuelto la cabeza ?los ojos arrasados?
y he mirado hacia el cielo techado de cristales. Es la hora ?anuncian?
y yo he subido al tren.
Las manecillas marcan este viaje final trazado en los raíles y en las venas del alma.
El verde reproduce el color de las algas y el viento en los olivos
imita el movimiento pendular de las olas. No hay sonidos.
Solo un ruido impreciso que me lleva hacia el norte.
Yo miro el horizonte, las montañas, sus abultados vientres,
sus rodillas hinchadas cubiertas de amapolas. Y me limito a constatar el aleteo y el suave parpadeo de los ángeles.
Navego hacia otras islas.
(Travesía 2006)
Sentada frente a mí una mujer sin rostro espera desolada la llegada del día.
En el cristal se miran sus cuencas sin memoria y detrás van quedando ciudades y montañas que ya no han de volver a posarse en sus ojos.
Su corazón, lo mismo que sus lágrimas, se extiende por el suelo y ya no sabrá nunca si amanece al otro lado de esa estación sin nombre y si aún le queda tiempo de amar inútilmente.
La oruga silenciosa avanza por el agua y ella mira hacia el sur y hacia la pérdida.
(Travesía 2006)
Mi vida no termina y tú lo sabes.
Mi vida se prolonga más allá de tu vida. Por eso, cada noche, al acostarte, encomienda tu alma a mi cuerpo y reza sobre él y di:
“Amor mío que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre, ven a mí sin tu reino. Por los siglos de los siglos, ya para siempre. Amén.”
Hazlo así en memoria mía.
(Travesía 2006)
Elsa López Elsa López
POETAS DE HOY
poetas de hoy
Y me vuelven los suelos con albero y las ventanas verdes cerradas con esparto. Así el color del cobre y de los alambiques y de las alquitaras y la holanda. Así la catedral del vino. Así el color de las barricas. Así los muros de la ciudad de bronce que voy dejando atrás junto a tu cuerpo.
Así el olor de la ciudad.
Su aroma a vino dulce como el sorbo de un ángel. Ese extraño vapor que sube por las piedras, se detiene en las vigas y cruza los estantes ahumando los espacios,
ennegreciendo el aire y la cal de los muros. Y que trepa por ellos y que lo impregna todo: los arcos, las columnas, los techos de madera.
Así, pues, mi congoja,
tan llena de sabores y de perfumes raros a los que uno intenta poner nombres. Así la grieta que se abre entre los dos como una pena rara golpeando mi pecho.
Así la luz que se va mitigando
hasta darme esta cálida sensación de vacío. Así la dulzura de esta pena tan mía que a nadie importa ya.
(Travesía 2006)
Y por si alguna vez tu memoria se pierde entre tanto tumulto y tanta feria,
te regalo mi sombra para que te acompañe en el último tramo de ese viaje sin rumbo.
Y por si llega el hambre y nos quedamos solos en este extraño mundo tan lleno de tristezas, te regalo mi pecho para que tengas sitio donde poder mecerte. Y dormirte.
Si quieres.
Ofertorio (2008)
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