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E

scudriñando en esas librerías virtuales que son los archivos de mi ordenador personal, a veces me en-cuentro tesoros insospechados. Hoy buscaba una ci-ta sobre la amistad, una frase con la que iniciar un mensaje de buenos días dedicado a mis mejores ami-gos.

En el gozar, despacio, en el obrar, aprisa.

Si, podría valer. Este pensamiento iría muy bien co-mo reflexión para Fulanito, que es de esos que con-cibe el día a día justo al contrario. Pero, ¿quién soy yo para dar normas de vida? Claro está que tengo una excusa fantástica. No soy yo. Es Baltasar Gra-cián. Y eso, señores, es otra cosa.

Soy una admiradora de este gran escritor del Siglo de Oro español. Me resulta prodigioso que un hom-bre que vivió solo 57 años, con tantas dificultades, llegase a ser tan sabio, tan prolífico, tan original. Me embelesa su fuerza, el laconismo de sus frases, las asociaciones de palabras, los dobles sentidos… Al igual que un cuadro cubista en el que una única ima-gen contiene todos los perfiles del personaje, en ca-da frase de Gracián yo encuentro escondido todo un concilio.

Y entonces pensé en Menganita, esa otra amiga a la que veo de tarde en tarde, tímida y contenida, esa alexitímica a la que le cuesta dar un abrazo, porque teme que le guste, y se quede allí para siempre, en-ganchada en la ternura. ¿Habría algo para ella? Así que seguí buscando.

De nada vale que el entendimiento se adelante, si el corazón se queda.

Eso es. Los ordinales de lo importante perfecta-mente catalogados. Mi regalo esta listo para ella.

Pero… ¿y Zutanita? ¿Qué decir a la trabaja-dora incansable, generosa, que oculta su ge-nialidad en la humildad y la sencillez?

Saber, y saberlo demostrar, es valer dos ve-ces.

Bien, bien. La cosa funciona. Ahora Baltasar, el pesi-mista, el que sabe que el mundo es ese espacio hostil y enga-ñoso, donde preva-lecen las aparien-cias frente a la verdad y donde los maliciosos lle-nan el camino de t r ampas , apor t a una dotación de habilidades y recursos que permitan

salir vic-tor ioso de ar t i f icios y añagazas.

Y como voy encon-trando, sigo buscando.

Aún tengo amigos que saludar. Tantos, que me siento una mujer afortu-nada. Y si me paro a pen-sar, creo que ellos también me quieren. Con todo mi yo, tal cual soy, y precisamente por eso. Y entonces, encuentro la mejor cita de Baltasar Gracián, la que deseo pa-ra mi, para ellos, pa-ra todos.

El hechizo más pode-roso para ser amado es amar . Mis amigos y Baltasar. ¡Qué buen equi-po! ¿No creen? Pues eso.■

Aurora Guerra

Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene.

Baltasar Gracián (1601-1658)

Los amigos

y Baltasar

P

de Rebotica de Rebotica

LIEGOS LIEGOS 13

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