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n menos de dos generaciones el mundo ha experimentado un cambio que bien puede calificarse de copernicano. Han desaparecido los dos bloques hegemónicos que nacieron en 1945, la economía se ha globalizado y la velocidad a que se transmite la información convierte a este proceso en casi instantáneo gracias a las nuevas tecnologías. La velocidad a la que se producen los cambios tiene efectos paradójicos, como que el proceso de información prepondere sobre los contenidos informativos.
Tan profundos cambios ofrecen oportunidades de negocio que han sido aprovechadas por las economías emergentes, que gracias a ello se han situado a la cabeza del proceso de avance. China es ya la segunda potencia económica del orbe, medida en términos de PIB global, y arrastra por esta senda a las naciones limítrofes. India, Indonesia, Malasia, Singapur y Corea del Sur siguen la estela que deja el país más poblado de la Tierra, debiendo convenir en que no les va mal. Algo distinto sucede si se analizan magnitudes relativas de las que miden el bienestar –el PIB per capita no es un parámetro adecuado a este fin-. Por ejemplo, si se mide la inversión pública por millón de habitantes, China queda muy lejos de los puestos de cabeza.
La perspectiva de largo plazo, no obstante, obliga a concluir que la aldea global no es un mito. Conforme avanza la globalización, los países, las ciudades y las pequeñas poblaciones se parecen más. Hace veinte años era frecuente escuchar que había ejecutivos que, al despertar, necesitaban concentrarse para recordar en qué ciudad se
encontraban, dado que los hoteles eran muy uniformes ya por entonces. Lo mismo empieza a pasar con las ciudades de medio mundo. Todas tienen zona antigua o monumental, centro o distritos financieros y barrios residenciales. El urbanismo ha teñido de homogeneidad las ciudades, especialmente en Europa, y este fenómeno se ha trasladado a otros continentes.
La uniformidad ha llegado también a los entornos científicos y culturales. Más de la mitad del esfuerzo investigador mundial se dedica a Biomedicina, seguida a distancia por las industrias aeroespacial, militar y de nuevos materiales. Dos estudiantes de Ingeniería, o de Farmacia, que vivan en las antípodas uno con respecto a otro, comparten temarios uniformes en no menos de las tres cuartas partes. El conocimiento está tan extendido que ha habido que desarrollar nuevas herramientas –redes de expertos- para manejar los procesos de transmisión y cooperación.
Nada de esto debe extrañar. Baste recordar que todo ser humano posee cuarenta y seis cromosomas.
Sin embargo, en este mundo globalizado en el que personas pertenecientes a etnias y orígenes diversos comparten aficiones, deseos y
frustraciones, siguen existiendo focos de resistencia. En la arena política, pueden citarse los casos de Cuba, Corea del Norte, Irán o Afganistán. Ahora bien, si existe un fenómeno contrario a los vientos de la globalización, a ese huracán de uniformidad que cambia
las cosas de día en día, es sin duda la persistencia de las ideas nacionalistas.
El nacionalismo es
una corriente
Carlos Lens
La aldea global
y los nacionalismos
P
de Rebotica de Rebotica
LIEGOS LIEGOS 27
MOSAICO
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