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enemigo ¡el fuego ! Pero los chinos no querían edificios eternos, les gustaba la renovación constante. Tal vez por eso allí no existen edificaciones antiguas como en Europa

Los palacios y mansiones se sustentaban sobre pilares y vigas de madera para aislarlos de la humedad y su altura estaba relacionada con la importancia del edificio.

La construcción de la gran residencia imperial y sede de la corte, erigida por Yongle, tercer soberano de la dinastía Ming, debía ser ¡impresionante ! Era el gran centro ceremonial de la nueva China. Estaba diseñada con relación a antiguos principios religiosos y mágicos. Sobre una triple terraza se elevaba el soberbio conjunto de las Tres Salas, destinadas a los actos públicos del emperador. En la primera sala: de la “Armonía Suprema”, se encontraba el trono del emperador, llamado “del Dragón”. Al emperador se le consideraba intermediario entre el Cielo y la Tierra, cuya persona se asociaba a la Estella Polar, alrededor de la cual giran todas las demás. Allí y desde un estrado de dos metros de altura, el soberano presidía las grandes festividades como el Año Nuevo, su

aniversario… La nave era sostenida por multitud de grandes columnas rojas labradas de dragones, que era el gran protector contra el fuego, (¡siempre amenazando las construcciones de madera!). Antes de realizar los sacrificios anuales el emperador preparaba las plegarias rituales en la sala de la “Armonía Perfecta”. En la sala de la “Preservación de la Armonía” se organizaban actos como los banquetes a los dignatarios extranjeros y los exámenes de los altos funcionarios. Después había otras salas menos importantes, como el salón del trono de la emperatriz donde esta recibía a las concubinas en las grandes fiestas.

Los Ming daban mucha importancia a separar también arquitectónicamente, los asuntos públicos de los privados. Así los “Tres Palacios de Atrás” era la vivienda oficial de la familia imperial. A continuación de estos se extendía el inmenso jardín imperial con el

que concluía el eje central de la “Ciudad Prohibida”. Pero además había otros muchos palacios que albergaban: uno a las mujeres secundarias y concubinas, otro a los príncipes de la familia imperial, otro a los eunucos… Todos estos grandes funcionarios y eunucos eran

seleccionados por exámenes y eran

tan celosos de sus

prerrogativas como competentes, pero los soberanos terminaron rodeándose de un grupo escogido a dedo del que esperaban una fidelidad personal e irreductible. Al principio eran pocos y analfabetos, pero con Yongle llegaron a 15.000, tenían escuelas y algunos de ellos fueron responsables de las grandes realizaciones del reino como el diseño de la “Ciudad Prohibida”.

Bueno y ya no sigo más porque sería interminable. ¿Pero a que resulta un poco sorprendente que estos chinos que vemos metidos en sus tiendas, casi enclaustrados, sean los herederos de ese gran imperio?. Sin embargo ¡¡cuidado!! Según oí decir, hace muchísimos años, a “no se quien” (que si “se quien”, pero no lo voy a decir) el peligro para la civilización Occidental no está en los árabes si no en los chinos.

Y a mí que siempre me han caído bien.....

Pero yo creo que el verdadero peligro para la civilización Occidental, en realidad está en nosotros mismos. No vemos el riesgo. Nos consideramos “los intocables”. Tal vez por soberbia?....orgullo?…vanidad?... Creemos ser superiores, más inteligentes que resto de los pueblos con otras maneras de pensar y sentir… Sin comprender que la inteligencia no es exclusiva de la raza blanca. Y que ser tan comprensivos, tan permisivos… Que el renunciar a nuestros orígenes, a nuestra cultura, a nuestra religión… ¡¡es una especie de suicidio!!■

P

de Rebotica de Rebotica

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