This is a SEO version of Pliegos_107. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »P
de Rebotica de Rebotica
LIEGOS LIEGOS 17
LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA
amos haberlos calculado fácilmente con gran precisión y un elevado grado de certidumbre; es decir, podría-mos predecirlos mediante fórmulas muy sencillas. ¿ Qué nos dice esto ?
Para empezar, da la sensación de que hemos gas-tado información ; es decir, para predecir el valor de tres variables (resultados), habríamos consumido nada menos que siete (datos). ¿Por qué decimos que hemos gastado información?
Para empezar, el proceso descrito en nuestro ex-perimento mental es irreversible, atendiendo a la se-gunda ley de la termodinámica: las condiciones fi-nales de equilibrio nunca permitirán recuperar las condiciones iniciales, al menos de forma espontá-nea (sin ninguna intervención externa). Pero inclu-so, aunque sí fuéramos capaces de revertir física-mente ese proceso, necesitaríamos información complementaria; es decir, desde los parámetros ini-ciales (t=0) solo podemos llegar a un único resulta-do final (t=100), pero retrocediendo desde los pa-rámetros finales podríamos reconstruir teóricamente un elevado número de combinaciones de parámetros iniciales capaces generar un mismo resultado final; bastará para ello con combinar masas, presiones y temperaturas.
Por lo tanto, siempre requeriremos más informa-ción para ir hacia atrás en el tiempo que para ir ha-cia delante . Al ser un proceso irreversible, la entropía
ha crecido (aumentan los grados de libertad) y con ello se ha perdido orden; es decir, ha desaparecido parte de la información del pasado. Una vez en el presente, si hubiésemos olvidado las condiciones de partida (nues-tros 7 datos), las condiciones actuales no nos permiti-rían recuperar el conocimiento de las primeras. En re-sumen, desde el presente hemos sido capaces de predecir el futuro, pero desde el presente somos inca-paces de conocer con algún grado de certidumbre có-mo fue el pasado. Incluso, aunque un pajarito nos fa-cilitase alguna información adicional (por ejemplo, que en la habitación había hielo antes), la predictibilidad de las condiciones no mejoría sustancialmente. Vuelvo a requerir la esforzada colaboración del lector. Póngase ahora en la piel de un sufrido y rigu-roso historiador e imagine la mirada de odio que nos dirigirá si le exigimos que nos ofrezca una absoluta certidumbre en sus análisis del pasado. En la prácti-ca, la información histórica es escasa y defectuosa (tanto más cuanto más lejana es la época y la zona ge-ográfica analizada) y en buena parte de los casos de dudosa fiabilidad: escasos documentos y habitualmen-te seleccionados (léase falsificados o mal copiados), algunos objetos (deteriorados o incompletos, de uso cuestionable o ya desaparecido en el presente, etc.), copias de testimonios personales (intensamente sub-jetivos tanto de la persona como del narrador), y no mucho más. Con ello, queremos que nuestro historia-dor nos reconstruya fidedignamente la historia a par-tir de los efectos que observamos en nuestro presen-te. Y ello sin considerar la propia intervención subjetiva del propio historiador, que al fin y al cabo también es humano.
Pero esto no es lo peor. La incertidumbre de las con-diciones del pasado y, muy especialmente, de la suce-sión y causalidad de los efectos que percibimos (el có-mo de la historia), no es nada en comparación con la de los motivos que provocaron aquello. La incertidum-bre del porqué y del para qué.
¿Qué les impulsó a nuestros antecesores a hacer
aquello –sea lo que fuese– y a hacerlo de aquella for-ma ? ¿Para qué hicieron lo que hicieron, si es que re-almente lo hicieron? ¿Qué motivos y circunstancias personales, públicas y privadas, condujeron a unos –pero no a otros– a actuar de la forma en la que real-mente actuaron y no como creemos que actuaron? El método científico está específicamente des-arrollado para confirmar –o refutar– hipótesis gene-radas a partir de la observación. Pero, sea cual sea la forma en que hemos generado una hipótesis para ex-plicar el cómo de un proceso, el método científico es incapaz de decirnos nada sobre su motivación o su
sentido último .
Por otro lado, muchas de hipótesis sólidamente construidas (incluso matemáticamente) nunca alcan-zarán el estatus de la verdad confirmada empírica-mente. ¿Quién demostrará la hipótesis del big bang
o la teoría de cuerdas? Incluso aunque se obtenga al-gún tipo de evidencia empírica de carácter parcial o indirecto, siempre quedarán demasiados cabos suel-tos y, sobre todo, demasiadas hipótesis alternativas por refutar . No me extraña que estas consideracio-nes se pusieran un poco más allá de la física aristo-télica: la metafísica .
¿Olvidó ya el lector el experimento mental que le proponíamos al principio? Hay un número práctica-mente ilimitado (mucho más que la inteligencia hu-mana) de posibles soluciones para alcanzar las con-diciones indicadas, pero solo una de ellas será la auténtica, la real. Las otras podrán ser buenas apro-ximaciones, hipótesis serias… ponga el lector el ca-lificativo que quiera, pero ninguna será la realidad. El futuro no es el presente más la inflación (pese a que un famoso economista, cuyo nombre no me-rece ser recordado, afirmaba lo contra-rio), en mucho menor medida aún el cono-cimiento del pasado está rígidamente determinado por el del presente (es necesario pero, l a m e n t a b l e -mente, no es suficiente) ni tampoco puede considerarse co-mo la coexistencia (a modo de coheren-cia cuántica) de todas sus posibles explicacio-nes. Pídale cuentas a la segunda ley.■
This is a SEO version of Pliegos_107. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »