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C

ada dos o tres años, el nombre de Arthur Conan Doyle (1859-1930) sale a la palestra como sospechoso de un crimen. Nada que ver con la ficción o con alguno de sus personajes literarios. Un crimen, al parecer, real .

Conan Doyle ejercía su profesión de médico en una consulta de Southsea tan falta de pacientes que le permitía practicar una de sus aficiones favoritas: leer. Entre paciente y paciente leía libros de Edgar Allan Poe y se imaginaba un personaje que tuviera tanto gancho como Auguste Dupin. Quería crear un detective al “estilo Poe” pero más cercano a la

gente. Comenzó a imaginar al que sería Sherlock Holmes y a inventarse escenarios del crimen, y lo más destacable: inventarse diferentes clases de cenizas de cigarrillos, la composición de diferentes arcillas y barros, datos que el lector aceptaba como reales. Pura invención.

Publica el libro Estudio en Escarlata en 1887 que resulta ser todo un éxito. Todo lo que escribía se convertía en éxito de ventas. Pero como a todo escritor, en un momento dado, se le acaban las ideas, justo cuando la editorial con la que tiene firmado un contrato, le presiona para que entregue el siguiente manuscrito. Y aquí comienza la leyenda.

Su cuñado Ernest Hornung, también escritor, crea el personaje Raffles , caballeroso ladrón protagonista del libro

Raffles , el ladrón aficionado , el libro más vendido de 1899.

No puede dormirse en los laureles, y justo en ese momento, su amigo Bertram Fletcher, escribe un libro y se lo da a leer para que exprese su opinión sobre la calidad literaria de lo escrito. Tan impresionado queda con la historia, que la envía a la editorial firmada por él. La primera edición de este libro titulado “El perro de los Baskerville” lleva una dedicatoria “A mi amigo Bertram Fletcher que me inspiró esta historia”. Tamaña desfachatez es considerada como cierta.

En los últimos años una investigación llevada a cabo por un psicólogo inglés de nombre Rodger Garrick-Steel, afirma que el famoso creador de Sherlock Holmes, sir Arthur Conan Doyle, envenenó a su amigo Bertram Fletcher Robison, verdadero autor de la novela firmada por aquel El Perro de los Baskerville (1902), para evitar que se supiera no solo el plagio, sino la relación adúltera de Gladys Hill, esposa de Robinson, con Conan Doyle.

Verdad o mentira, el caso es que con solo 36 años y gozando hasta entonces de envidiable salud, el amigo cayó enfermo y así estuvo hasta que después de 22 días murió aparentemente de fiebres tifoideas.

Para el investigador Garrick-Steele, le debieron envenenar con láudano,

MARISOL DONIS

P

de Rebotica de Rebotica

LIEGOS LIEGOS 12

BOTICARIOS

Un personaje

en busca de autor

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