FARMACÉUTICOS N.º 378 -
Octubre
2012
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R
ecientemente, se ha celebrado el Día Mundial del
Farmacéutico. En medio de esta marea de proble-
mas contra la que todos parecemos estar luchan-
do para no hundirnos, viene bien agarrarse al remo
de la satisfacción que debe darnos el pertenecer a
esta profesión. A ella llegamos tras arduos años de estudio,
habiendo aprendido muy bien a apreciar la importancia de
las pequeñas cosas, ésas que se pesan en microgramos. Hay
que tener en cuenta que el color de las cosas puede variar
de un plumazo, así como con una pequeña gota de ácido o
base se hacía tornar de color el contenido de un matraz en
nuestros laboratorios. Puede que por esta razón sigamos
manteniendo a flote la esperan-
za en que los malos momentos
pasen de largo en beneficio de
otros mejores, y que esto suce-
da sin apenas percibirlo.
Del sentimiento de satisfac-
ción de ser farmacéutico en
este día especial he encontrado
algunas manifestaciones a tra-
vés de esa gran ventana que es
Internet, gracias a la que, de vez
en cuando, nos damos cuenta de
que no somos los únicos en casi
nada. Algunas de ellas, consis-
tentes en vídeos en idiomas que
desconozco, han conseguido
transmitirme el mensaje con el
que he podido sentirme identi-
ficada y orgullosa. Al final, el
esfuerzo y sacrificio necesa-
rio para obtener este título, así
como las dificultades que encontramos en el desarrollo de
nuestra profesión, es similar en cualquier parte del mundo,
al igual que la pasión y vocación por lo que hacemos, que,
de no existir, haría imposible el camino hacia esa deseada
meta cinco o seis años después. A veces, el sentimiento de
pertenencia a un grupo que posee tus mismos sufrimientos
y anhelos no entiende de idiomas.
Por todo esto, no preciso que nadie nos convenza en un
día como éste de la enorme fortuna que tenemos de con-
tar –cuando entramos en una farmacia– con una figura
como la del farmacéutico. A dicho establecimiento entra-
mos muchas veces con los bolsillos vacíos, sin que se nos
niegue consejo alguno. Otras, asistimos con el bolsillo lle-
no de interrogantes y volvemos con él repleto de respues-
tas y dando sentido a nuestras dudas. Pocos son los luga-
res adonde hoy podamos asistir con expectativas de obtener
algo sin pagar un euro y menos aún en los tiempos que
corren... En términos de coste-beneficio, que es como se
mide hoy en día cada cosa que se hace, nada puede salir
más a cuenta que obtener tanto sin invertir nada y, casi
siempre, a un rato andando de tu lugar de residencia. Si se
tratara de un artículo científico, éste ocuparía una gran can-
tidad de portadas.
Pero, a los que desconocen esta realidad, no está de más
hacerles comprender lo se esconde detrás de un mostra-
dor con tanto prestigio. Aquello que les resulta inherente a
este establecimiento sanitario..., cuyo valor es tan fácil de
obviar que desconocen las con-
secuencias de que esto algún
día pudiera no existir.
Son muchos los ciudadanos
que entran a nuestros estable-
cimientos o consultas de aten-
ción farmacéutica repletos de
preocupaciones y angustia,
asociadas a la enfermedad pro-
pia o de un ser querido. Llegan
con un desconocimiento total o
parcial del manejo de ese ins-
trumento que es el medica-
mento, que se les ofrece como
posible solución, y, en dema-
siadas ocasiones, desprovistos
de la más básica capacidad de
leer y escribir. Regalarles –con
profesionalidad y vocación– a
estas personas la posibilidad
de salir de allí con respuesta
a cinco preguntas (qué tiene que tomarse, en qué canti-
dad, cuándo, cómo y durante cuánto tiempo) es ejercer la
facultad de antaño del farmacéutico de transformar con
sus manos y su arte científico en remedio curativo lo que
sólo era un cúmulo de polvo y cristales..., la posibilidad
de convertir en realidad la hipótesis de una cura, la espe-
ranza de un remedio para mitigar una dolencia. Si, por
desconocimiento o desidia, las dificultades pudieran aca-
bar con este privilegio que tenemos hoy a nuestro alcance,
son muchos los que lo lamentarían, no sólo usuarios, sino
también otros profesionales sanitarios y nuestro sistema
sanitario... Sería una pérdida irreparable que nos arrepen-
tiríamos de no haber salvaguardado.
Cristina C. Montes
El Día del Farmacéutico
CARA Y CRUZ