FARMACÉUTICOS N.º 378 -
Octubre
2012
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utilizadas son de tipo psico-
social e implican
cambios
en el estilo de vida
de la
persona obesa. Consisten en
dietas específicas, ejercicio
físico moderado y, eventual-
mente, apoyo psicológico especializado. Suelen funcio-
nar bien durante periodos de hasta 6 meses, permitien-
do reducir una media de 8 a 10 kg de peso. Sin embargo,
los pacientes acaban recuperando paulatinamente el peso
perdido, al cabo de 1 a 3 años.
Últimamente se está dando una especial importancia
a la realización de ejercicio físico por parte de los obe-
sos. Dado que la actividad física regular se asocia con una
reducción de la comorbilidad asociada a la obesidad, pue-
de ser un buen predictor de la capacidad para mantener el
peso e incluso reducir la mortalidad general.
La llamada
dieta mediterránea
es una forma un tan-
to ambigua de referirse a una “actitud” ante la alimenta-
ción que no sólo incluye una determinada composición de
la dieta, sino también otros aspectos de difícil cuantifica-
ción pero unánimemente considerados por los expertos,
como el tiempo dedicado a la comida y la actitud psicoló-
gica ante ella, incluyendo la relación social que habitual-
mente está implícita en la cultura mediterránea.
En cualquier caso, la dieta mediterránea se caracteriza,
entre otros aspectos, por un alto contenido en frutas y ver-
duras, utilización de grasas de origen vegetal (sobre todo
monoinsaturada como el aceite de oliva), abundante uso
de pescados (incluyendo pescados grasos o azules), con-
sumo de glúcidos complejos (pan, pasta, legumbres, etc.)
y uso moderado de vino y otras bebidas alcohólicas de
baja graduación. Obviamente, ésta es una definición ideal
que no siempre se ajusta a la realidad personal.
tado unas bases científicas rigurosas sobre los benefi-
cios de la dieta mediterránea para la salud, hasta el punto de
que hoy podemos afirmar con rotundidad que seguir una die-
ta mediterránea se asocia con un menor riesgo de mortalidad
global y un descenso de mortalidad similar en las enfermeda-
des coronaria y cardiovascular y en el cáncer, en la población
sana mayor de 70 años. En este sentido, el consumo de una
dieta tipo mediterránea, rica en ácido alfa-linolénico, produ-
ce una reducción del riesgo cardiovascular del 50 al 70%,
disminuye el riesgo relativo de reinfarto y mantiene su efec-
to protector hasta 4 años después de haber sufrido el primer
infarto de miocardio, sin alterar el poder predictor indepen-
diente de recurrencia que tienen los factores de riesgo tradi-
cionales, como la hipercolesterolemia y la hipertensión. Adi-
cionalmente, las personas con un consumo relativamente alto
de alimentos de la dieta mediterránea tienen menor mortali-
dad prematura tras un primer infarto de miocardio y se redu-
ce en ellos específicamente el riesgo de enfermedad corona-
ria entre un 8 y un 45%.
Por otro lado, la dieta mediterránea podría reducir la
prevalencia de síndrome metabólico y su riesgo vascular
asociado, posiblemente por una disminución de la infla-
mación asociada con dicho síndrome, reduciendo la con-
centración de marcadores proinflamatorios y procoagu-
lantes en personas sin antecedentes cardiovasculares.
Aunque con un nivel bajo de calidad de la evidencia cien-
tífica, se considera que el seguimiento de una dieta medi-
terránea se relaciona inversamente con la presión arterial.
Finalmente, los enfermos con coronariopatía que siguen
una alimentación mediterránea podrían estar protegidos
frente al desarrollo de determinados tumores, especial-
mente los urinarios, digestivos y de garganta.
No obstante, no todos los componentes del patrón ali-
mentario mediterráneo tienen por qué ser protectores, o al
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