Revista Pliegos de Rebotica - Nº 145 - Abril/Junio 2021

entró a un amplio vestíbulo. Al buscar en el directorio de la pared izquierda le sorprendió saber que se trataba de un banco, y más que debajo del logotipo apareciera la frase “Banca privada”. –Por favor, ¿Adela?... Perdone, ya sé que no tengo cita pero me han indicado que hable con ella. Ha sido una sorpresa también para mí –se adelantó a aclarar Ana a la mujer de edad media que abrió la puerta del 3ºC. Tras saber su nombre, la mujer la guió hacia la izquierda hasta una pequeña sala de reuniones. –¿Le importa esperar aquí? Enseguida aviso a Adela –indicó la empleada del banco. Ana se entretuvo en echar un vistazo a la estancia. Madera de calidad en la mesa y litografías con motivos dieciochescos en unas paredes de tono pálido, poco apreciable bajo la intensa luz que taladraba a aquella hora los cristales. Apenas cinco minutos más tarde otra mujer, esta vez más alta y más joven que la anterior, llamó quedamente a la puerta y entró sin esperar respuesta. –¿Ana?... Buenos días. Soy Adela Fuertes. Supongo que le ha sido fácil encontrarnos… Imagino que tiene algo que enseñarme –dijo en tono amable mientras tomaba asiento. –Sí, claro. Supongo que se refiere a… –dijo Ana mientras recuperaba del bolso la carta de Teresa–… esto. –Eso mismo…–confirmó Adela mientras activaba una especie de PDA–. Necesitaría que me facilitara su DNI para una primera comprobación. Ana colocó sobre la mesa el documento que Adela atrajo hacia sí tomándolo por los bordes e introdujo el documento en un lector acoplado a una especie de PDA. –Perfecto,Ana. Nos vamos a otro lugar.Tendrá que apagar su móvil y dejarlo aquí. Nadie lo va a tocar... Por favor, sígame. La seguridad que mostraba Adela con su forma de caminar afianzaba en Ana la sensación de estar entrando cada vez más en un mundo muy alejado de los ambientes en los que se sentía cómoda. Seguramente aquella oficina era un templo selecto y muy pocos elegidos podían llegar hasta allí. El segundo pasillo terminaba en una puerta en nada diferente a las anteriores. Adela acercó su tarjeta identificadora a un lector y pulsó con su dedo índice un espacio semioculto en el lateral de aquél. Se abrió la puerta de un ascensor y Adela cedió el paso a Ana con un gesto. Veinte segundos más tarde se asomaban a una sala no mucho más grande que aquella donde se habían encontrado. –Por favor, póngase cómoda –dijo Adela, indicando con un gesto una de las sillas con forro aterciopelado, que junto a otra más y una mesa cuadrada completaban el mobiliario del lugar–. ¿Me permite la tarjeta y de nuevo su DNI? Ana entregó a Adela lo solicitado mientras tomaba asiento. Ésta utilizó de nuevo su identificador en un lector empotrado en la pared. Una puerta metálica sin cierre visible se abrió a un lado al reconocer a la empleada. Adela introdujo el DNI y la extraña tarjeta de Ana en algún lugar de su interior. Casi de inmediato una luz verde, muy discreta, se reveló en una de las decenas de puertas metálicas empotradas en la pared. –Esa es su caja –continuó Adela–.Ya puede acceder a ella. Tenga la seguridad de que aquí tiene toda la privacidad del mundo. Tómese el tiempo que necesite. Me subo a la oficina. –No tengo ni idea de lo que voy a encontrar – confesó Ana a modo de justificación de su falta de iniciativa. –Lo siento, ahí no puedo ayudarla. Cuando acabe, por favor, cierre de nuevo la puerta y el verde se apagará. La caja de seguridad está pagada por 10 años. Al desaparecer Adela, Ana tomó conciencia de la curiosa soledad en la que había quedado. Avanzó con lentitud hacia la puertecilla en verde. Una sensación de solemnidad se apoderó de ella cuando introdujo la mano en el espacio oscuro. Sacó el contenido y lo depositó sobre el limpísimo cristal que protegía la mesa; el reflejo le devolvió la imagen de una Ana desconocida, de su propia persona transitando un viaje hacia lo desconocido. Una bolsa verde de yute y un sobre americano eran la primera cosecha de aquel misterio. La segunda fue comprobar que dentro de la espaciosa bolsa había varios fajos de billetes de 100 euros. El sobre era un calco del entregado por el notario y dentro de él asomaba una carta. 15 Pliegos de Rebotica 2021

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