Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142 - Octubre/Diciembre 2020

38 2020 C C orrían los años 70. El 5º curso de bachiller que cursaba tenía algunas asignaturas nuevas y una profesora que inauguraba, y al final de la temporada supimos que a la vez daba por finalizado, su tiempo de enseñanza en el colegio. Se llamaba Ángeles; sí, como yo. Humana, sensible, culta y buena comunicadora resultaba ser una corriente de aire fresco entre el profesorado del colegio, por aquellos días mitad religioso mitad seglar. Su asignatura, como parecía no poder ser de otro modo, eran las Ciencias Naturales y, de lo que aún recuerdo, resultaba grandiosa la Biología y menos interesante la Geología. La amplitud de conocimientos que ella mostraba me hizo tomar una decisión firme: si ella sabe tanto y ha estudiado Farmacia, yo también lo voy a intentar. Fuimos a coincidir varios años más tarde, pasada su estancia en Estados Unidos y en fase de redacción de tesina la mía, en el Departamento de Investigación de un hospital de Madrid.Tímida y con miedo a la equivocación, la oportunidad de acercarme a ella surgió por casualidad un día en el que yo aprovechaba el silencio de la desierta biblioteca para ir encaminando el documento que tantas horas de experimentación llevaba detrás. –Eres Ángeles M. ¿verdad? –me atreví a preguntar habiendo averiguado ya que ella trabajaba en el área de Bioquímica del Departamento. Y ante la respuesta positiva y su gesto de asombro no pude por menos que ser totalmente explícita. –Fui alumna tuya e hice Farmacia por ti. Es una suerte encontrar modelos que sirvan de referencia en el permanente sendero iniciático que es la vida. Pero el proceso que sigue no es simple.A partir del esqueleto, soporte básico de ensamblaje, nada seríamos sin tendones, músculos, ligamentos, cartílagos, nervios y otras muchas organizaciones celulares que complementan el entramado anatómico y fisiológico del ser humano. La complejidad es enorme y va todavía más allá.Tampoco seriamos nada si tratar de conocer las razones que llevan a elegir, perseverar, amar, aprender o admirar no fuera parte del camino y, además, la adicción, por siempre bendita, se revelara muy adictiva. El apetito por saber, cuando despierta, es insaciable y termina por incrustarse en la personalidad. Es por eso que no nos basta, a mí y muchos otros farmacéuticos, con saber de carbohidratos, bencenos, Digitalis , hematíes o cefalosporinas. Literatura, historia, fotografía, cine o deporte, cada cual tiene afinidades particulares, forman parte también del alimento intelectual básico. No me reconocería sin haber leído a Simone de Beauvoir, Henning Mankell, Mary Beard o León Felipe.Tampoco sin sentir emoción al percibir algunas imágenes detrás del visor de una cámara, ni olvidando lo que significa sumergirse en la butaca del cine mientras las escenas de la sabana se deslizan ante mis ojos engarzadas en la inolvidable melodía de Memorias de África . Nacida en una época de enorme relevancia histórica para este país, la revista Pliegos de Rebotica y sus 45 años de vida simbolizan para mí ese espíritu de afinidad por aquello que nos hace realmente humanos y testimonian la tenacidad de unos cuantos farmacéuticos por avanzar número a número, año tras año, más allá de la pura ciencia farmacéutica.Y, sí, también afianzando modelos para las nuevas generaciones.A día de hoy, por poner un mínimo de ejemplos, es fácil deleitarse con la exquisita escritura de Raúl Guerra Garrido, la fina ironía Margarita Arroyo, los conocimientos de Marisol Donis o las inteligentes reflexiones de Aurora Guerra, y reconocer en la elegante presentación de las revistas el lenguaje visual que requiere la comunicación en el siglo XXI. Ojalá que las páginas de Pliegos sigan dando la razón a Miguel de Cervantes y las nuevas generaciones puedan descubrir que “en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”. A todos los que habéis hecho posible los 45 años de Pliegos ¡muchas felicidades y muchas gracias! Entre Ciencias y Letras Mª Ángeles Jiménez

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