Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142- julio/septiembre 2020

FABULA Javier Arnaiz 37 Pliegos de Rebotica 2020 A A lo largo de la historia se producen generaciones que soportan más tribulaciones que sus anteriores y las siguientes. La generación que se lleva este suceso ha sido una de las mejores de la historia, no hicieron la guerra, pero superaron sus consecuencias, no vivieron en libertad, pero la trajeron, no se beneficiaron de la sociedad del bien estar, pero dieron su tiempo al trabajo que la hizo posible, muchos no estudiaron, pero se empeñaron en que sus hijos pudieran formarse al más alto nivel, con sus pensiones permitieron que muchos niños pudieran superar tiempos de precariedad sin dejar de merendar.Y ahora hemos velado sus cadáveres en la distancia y mientras ellos yacían en un palacio de patinaje en hielo. Como todos los miércoles, Luis, al salir de clase en la facultad de medicina se dirigía a la residencia donde residía su abuelo. El tiempo le había sustraído una buena parte de la memoria, más de diez años de enfermedad de alzhéimer habían comprometido mucho las funciones mentales de su abuelo, él sin embargo, cada vez que tomaba este camino le recordaba enseñándole a reparar un pinchazo de su bicicleta y disimulando el dolor en sus articulaciones, dolor que antes le pasaba desapercibido pero que ahora comprendía en toda su intensidad, recordaba las ocasiones en que su abuelo se sentaba en medio de los largos paseos compartidos, siempre de su mano e intentando dar la impresión de parar para contar una historia, ahora entendía que se paraba abatido por la fatiga, un cansancio que irradiaba desde lo más profundo de sus huesos, o más aún, desde un tiempo que seguía sustrayendo energías de aquel cuerpo ya vencido en los hechos aunque nunca arrodillado ante la cruel broma de una biología siempre degenerativa. Sentado en el tren de cercanías, Luis, rememoraba aquellos momentos, necesitaba recordarlos, el mundo no existe sin memoria, se desdibuja como humo movido al viento. Los recuerdos producían un sentimiento de melancolía, era el único momento de la semana en que sus preocupaciones desaparecían, se olvidaba de las clases, incluso los exámenes del MIR dejaban de ser importantes, lo único importante eran sus recuerdos, los momentos que pudo pasar con su abuelo como un pasado atesorado con mimo y con más valor que cualquier promesa de futuro.Así había sido la relación con su abuelo, una inmensa generosidad desplegada ante el natural e infinito egoísmo de un niño incapaz de entender que lo recibido era un inmenso regalo de la existencia, lo que compensó otras carencias, jamás le conoció enfadado, como mucho un poco serio y en ocasiones ensimismado aunque luego, en seguida, sacaba de su mesilla el álbum de fotos de la abuela y compartía con el nieto los recuerdos, una y otra vez le contaba las historias contenidas en cada una de aquellas viejas estampas. Se bajó del tren, después un corto paseo y súbitamente aquel extraño olor, un olor que podría identificarse con la senectud, aunque siempre le intrigó el hecho de que su abuelo jamás había desprendido el olor de aquella residencia. Saludó en la recepción y siguió camino hacia la sala de visitas, allí el olor era un poco diferente, se mezclaba con algún aroma a colonia poco escogida. Se dirigió hacia la ventana, su abuelo siempre estaba allí sentado. –Hola abuelo. –¿Quién es usted? –Soy tu nieto. No hubo replica, Luis, acercó una silla y se sentó a su lado, Cogió su mano, siempre lo hacía. El anciano no se resistió a la caricia, al contrario, parecía complacerle. In memoriam

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