Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142- julio/septiembre 2020

L L a historia del escorbuto está ligada al tiempo renacentista de la Era de los Descubrimientos Geográficos que protagonizaron intrépidos y expertos navegantes al servicio de las coronas española y portuguesa. Uno de los primeros testimonios lo encontramos en la expedición del portugués Vasco de Gama (1498) hacia la India, tras doblar el cabo de las Tormentas, hoy de Buena Esperanza, soportando enormes dificultas marítimas de la mar embravecida sin límites. El testimonio de uno de los tripulantes, ÁlvaroVelho, se ofrece más que elocuente y sufriente:“Aconteció, que a muchos se les hinchaban los pies, las manos, y les crecían tanto las encías que cubrían los dientes, y así no se podía come”. En esta expedición se perdieron más de 50 marineros, fallecidos por causa del escorbuto. La Conmemoración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, hito histórico protagonizado por Juan Sebastián Elcano y 17 marineros, consecuencia de la expedición organizada por Fernando de Magallanes a las Islas de las Molucas, en busca las especias, nos presenta un escenario oportuno para tratar algunos aspectos del escorbuto, nombrado en aquella época histórica como la “peste de los mares” y el “mal de los navegantes”, la enfermedad más terrible y temida. Son varios los testimonios que nos han llegado. Ginés de Mafra, piloto de la Trinidad , la nao capitana, en su crónica ( Relación de Ginés de Mafra ) manifiesta que “en toda la gente había enfermedades, especialmente con las malas comidas se les hinchaban las encías tanto que les impedía el comer, y se morían,…”. Sabemos que el escorbuto es una enfermedad carencial por falta de vitamina C, que se suministra a partir de vegetales frescos y frutas, entre ellas los agradecidos cítricos, naranjas y limones. En relación con lo anterior,Antonio Pigafetta, cronista de la Primera Vuelta al Mundo, autor de un atractivo y extenso relato de la efeméride, nos ha legado los siguientes testimonios sobre las condiciones de la alimentación y el padecimiento del escorbuto, durante la larguísima travesía del océano Pacífico, algo más de cien días, un inmenso mar hasta entonces desconocido por los navegantes: “La galleta que comíamos no era ya pan, sino un polvo mezclado con gusanos (…), y que tenía un hedor insoportable por estar empapado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber era igualmente pútrida y hedionda. Para no morir de hambre llegamos al terrible trance de comer pedazos del cuero con el que se había recubierto el palo mayor para impedir que la madera rozase las cuerdas, (…). Frecuentemente quedó reducida nuestra alimentación a serrín de madera como única comida, pues hasta las ratas, tan repugnantes al hombre, llegaron a ser manjar tan caro, que se pagaba cada una a medio ducado”. Un relato, ciertamente, escalofriante, aunque sigue: “Pero por encima de todas las penalidades, esta era la peor: que les crecía a algunos las encías sobre los dientes –así los superiores como los inferiores de la boca–, hasta que de ningún modo les era posible comer, que morían de esta enfermedad”. Relato plenamente coherente con el padecimiento escorbútico. Retomando la Relación de Mafra, en el intento de vuelta a España, por el Pacífico norte, de la nao Trinidad desde la isla de Tidore (Molucas), al mando de Gonzalo Gómez de Espinosa, se practicó la primera autopsia en alta mar. He aquí la narración de los hechos: “…, y de allí corrieron al Nordeste hasta que se pusieron en altura de 42 grados de la banda del Norte. Aquí hallaron grandes ballenas y mucha abundancia de ellas y muchas manadas de aves que demostraban estar cerca de tierra. En esta altura se les comenzó a morir la gente, y abrieron a uno para ver de qué morían, halláronle todo el cuerpo que parecía que todas las venas se le habían abierto y que toda la sangre se le había Joaquín Herrera Carranza 26 Pliegos de Rebotica 2020 Gritos de escorbuto en alta mar Antonio Pigafetta Andrés de Urdaneta

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