Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142- julio/septiembre 2020

suya, que trae hundida como cáncer en el vientre. Porque él es así, de una pieza. Un hombre capaz de arrebatar a la sombra dos asaltos y una hembra esculpida a la medida de sus deseos. De hurtársela cuando aún el sol la pillaba de costumbre a contrapelo. Cuando todavía ella prefería el relente helado del asfalto al tacto extraño de una cama. En ese entonces él, el Toro Aquino, campeón de los Medios, se la robó un atardecer en que la Gitana se había soltado el pelo entre putas callejeras y, avanzando con la blusa abierta y la falda alta, se acercó a su coche. Él le hizo guiños con las luces y ella acudió como tentando el suelo, con ese pisar calculado de las mujeres expertas. Luego, el Toro le mostró el collar cuyas cuentas enterrarían sus cuerpos en un asalto sin concesiones. —¡Acabarás roto antes de la pelea, campeón! El preparador intenta disuadir al Toro del cuerpo a cuerpo con el saco. Sólo un asalto más. El saco es liviano como una mujer; puro algodón. Moverse a su alrededor aviva los reflejos. Pero procurando golpear con suavidad, dedicándose a puntearlo con los puños enfundados en guantillas de entrenamiento. Sin dañar su epidermis de tela. Aquino sabe lo que hace. Han sido muchos asaltos cadera contra cadera, fajado a una mujer de algodón prieto. El Toro conoce lo que hay dentro de ella. Sabe que la brasa de sus piernas reclama lujuria a gritos, y sabe, por ejemplo, que entre los pliegues adheridos al escote palpita un inquieto collar de perlas. Algo sí la conoce el Toro. Cuerpo adolescente, gestos sobreentendidos, palabras desencantadas y ese chorro de bucles sueltos. Alma de vidrio. Es su Gitana.Vidrio, alcohol y hielo. Es su hembra. Devaluadas maltas, aguardiente desnaturalizado, ron de bronce en locales sumergidos, denso bourbon entre silbidos de camioneros y unos pies desnudos sobre un velador de mármol. Es su gitana. Embriagada siempre en plena calle con ese vino homérico que permite escapar de la cueva del Cíclope. Alcohol de cuarenta a los quince. Algo falla cuando una chiquilla decide aniquilar la conciencia con consumiciones de alta graduación. Es su hembra. La retuvo, pero fue como si no la retuviera. Porque apenas está uno con ella, la Gitana se suelta como estrella que desaparece del cielo. Es su Gitana. Es pólvora de algodón. Es su hembra. Es pura fibra de vidrio. Es su Gitana. Es flor de barro. El Toro Aquino conoce lo que hay dentro de ella. Es indomable. No es humana. –Déjalo ya, Toro: es la hora. Después de la advertencia del entrenador, los segundos del púgil no dan otra señal de vida que su deambular diligente por el vestuario, recogiendo y clasificando en silencio los útiles. Un ventilador vetusto vibra engastado en la ventana. Se oyen a media voz los comentarios de un grupo que cruza tras la puerta y por ese otro lado de la estancia penetra el clamor lejano de la gente.Y el clamor arrecia; arrecia y arrecia y se aproxima el clamor de la multitud, amiga de la gloria. —¡¡Vámonos!! El Toro Aquino desciende altivo los escalones que conducen a la cancha, relumbrante de sedas y arropado de ovaciones, con los brazos en alto en forma de uve victoriosa que se cierra y se cierra y que, finalmente, se convierte en un aplauso que aplaude a quienes lo aplauden. Seguro que en primera fila de ring hay una gitana que lo ovaciona a rabiar. Le trae suerte. El Toro jamás pisaría un ring sin encomendarse a ella.Y tampoco se le dan mal las apuestas. El tiempo que se come el color de la memoria le ha dejado la imagen gris de la Gitana cuando apenas llenaba la ropa, sorteando a todo correr las heridas del suelo, estiércol en las cunetas, niños sin pañales, sarna de perros y esquinas de uralita y adobe, hasta ese alcázar de miseria donde el Tío Dios le anotaba unos duros al gallo inglés; o al ganador y colocado para la segunda de galgos o un par de libras al trescientos tres —siempre el trescientos tres—, a la bolita de esa noche, de parte del Toro Aquino. La enviaba a por la suerte porque le traía suerte. Por eso quiere tenerla en fila de ring, para robarle a la Gitana su suerte de gitana. —...y en el rincón azul, 21 Pliegos de Rebotica 2020

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