Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142- julio/septiembre 2020

20 Pliegos de Rebotica 2020 E E l primer directo del Toro Aquino en un cuadrilátero envió al contrario a la lona. Su último gancho dejó sentada a la Gitana en el suelo de la alcoba. Una vez más sucedió. Fue un golpe prohibido e injusto, de esos que descalifican a un púgil y sitúan en mal lugar a los hombres. Ayer noche el Toro Aquino la mandó callar con el dorso desnudo del puño y a la Gitana se la vio abrir y cerrar la boca como si le dolieran las palabras; pero no derramó ni un reproche. Tan solo se recogió hacia atrás y hacía atrás, arrastrando un collar de tres vueltas y su odio por el piso, hasta que el revoque de la pared le apuntaló el cuerpo. El fuego en el pómulo le anudaba la voz. Aun así, entre punzada y punzada de cólera, la Gitana alumbró sus ojos de gitana y le increpó insumisa: —¿Eso es todo, Aquino? Habló alzando la cara para averiguar de qué tamaño era el enfado del Toro y hasta dónde lo azuzaría la impotencia de los celos.Y sin saber por qué, conforme se ceñía azorada el collar a las muñecas, la Gitana comenzó a tener una fe muy grande en su mirar de gitana. Por eso, en cuanto el Toro Aquino hizo ademán de arrimarse, ella le hundió la mirada en la boca del estómago. La hundió lo más que pudo.Y allí le dejó el rencor clavado. —¿Te notas cómodo el vendaje, Toro? Sentado en un banco de listones, el Toro Aquino examina con atención la mano recién vendada; él quiso y no quiso lastimarla. Son cinco metros de vendaje que le enzunchan el metacarpo desde la muñeca a los nudillos; pero la cosa fue que ocurrió. Ocurrió lo que cabe esperar cuando son los golpes la mera forma que uno tiene de aliviar el ánimo, como el toro de casta que no sabe expresarse sino a cornadas. El Toro contempla la mano que se escapó al adivinar en la Gitana ese desgaire rebelde con que responde a sus cumplidos, y cómo le pasan por el espacio interdigital una tira de esparadrapo para reafirmar la venda. Por eso lo del sopapo; porque el Toro Aquino no la había desgajado de la calle para que lo recibiera en ropa interior decadente y con reproches de ama de casa oprimida.Vendas de cinco por cinco que sellaría el árbitro momentos antes del combate.Vendas asépticas, precintadas, sin el apaño de humedecerlas como acostumbran los fulleros; vendas vírgenes con las que atar corto a la Gitana e impedir que regrese al extrarradio de la infancia. —Me da que hoy andas algo flojo: ¿seguro que te encuentras bien? El Toro Aquino afirma encontrarse en perfecta forma. Ese mediodía le han servido un almuerzo especial con vistas al combate; pero se negó a ingerir el sedante que le recetara el médico.Y no se ha negado por negarse, sino por esquivar la modorra y recrearse con la Gitana en ese laboratorio de perversiones que es la mente.Y soñar despierto. Hace falta soñar para mantener despierta la sangre. Que no pase penas su preparador: el Toro va tan sobrado de condiciones que se templará dos asaltos de sombra en cualquier rincón del vestuario. A pesar de ese anillo de fuego en la boca del estómago. A pesar de la mirada de esa gitanilla Andrés Morales Rotger Tres vueltas de collar

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