Revista Pliegos de Rebotica - Nº 141- abril-junio 2020

poco más. Las mismas caras y los mismos eslóganes repetidos y poco convincentes para una juventud escasamente ocupada en la Política. Nuestra obligación era formarnos científicamente, no correr en manifestaciones delante de nerviosos caballos o sorteando a los fornidos agentes encargados del llamado orden público. No éramos conscientes, en la mayoría de los casos, de estar viviendo un tiempo histórico irrepetible, de estar preparando nuestro porvenir en unas condiciones muy distintas a las de nuestros hermanos mayores; que derribábamos obstáculos sin esfuerzo aparente y, sobre todo, sin riesgo cercano. Joan Baez cantaba we shall overcome (venceremos) y en español no nos moverán o el bolero maría dolores y casi ninguno de sus fans sabíamos que estaba rindiendo un curioso homenaje a Dolores Ibarurri, la Pasionaria , aunque fuera el mismo Dios quién le daba la gracia del Cielo . Eran días en que casi todos tratábamos de encontrar vías de confluencia, olvidar los discursos de vencedores y vencidos que ya no tenían sentido para nuestra generación y caminar sin los rencores que el pasado suele archivar en la memoria. Tuvimos cambio de decano en Farmacia de la Complutense y el recien nombrado Antonio Doadrio, padre del actual presidente de la Academia ya citado en este Sol, decidió encabezar o respaldar en los pasillos y las aulas cuantos movimientos hubiera que aseguraran la libertad de expresión desde el respeto a las ideas de todos los demás. Asi nació en 1976 el Boletín de la Facultad. Una efímera publicación que a lo largo de tres cursos tiró inusitadas cifras de ejemplares que eran reclamados en todas las facultades de la Complutense como un documento de referencia sobre la situación general de la educación universitaria en la capital. El Boletín costaba dinero a los lectores, no era gratuito, pero mantenía un interés primordial por tratar con independencia los asuntos que afectaban a alumnos y profesores, sin sufrir demasiadas presiones y con la objetividad que siempre pretende el buen periodismo. La transición también se hacía en los pasillos universitarios porque aquellos jóvenes, muy similares a quienes les precedían, parecían distinguírse de forma espontánea por su obsesión en ampliar horizontes, proyectos y hasta diversiones. Reivindicar aquel tiempo y aquellos modos de pensar y compartir sigue siendo una obligación para los que pensamos que mereció la pena hacerlo así; sin aspavientos, con espíritu de equipo, sin inútiles protagonismos. Altura de miras Vuelvo al discurso deVenegas en la Academia y al simpático reportaje del NO-DO sobre la vacunación infantil que se desarrolló en 1964 bajo el paraguas de los veinticinco años de paz. (Por supuesto, ni entro ni salgo en valoraciones para no cometer los graves delitos que el actual gobierno propone si se habla de aquellos tiempos sin calificarlos como tenebrosos, asfixiantes y tormentosos). En la pieza, aparecen decenas de niños vacunados con gesto responsable y algún pequeño sollozo con el pinchazo. Quizá alguno de nosotros, con más de sesenta años, aparezca en el documento. Lo que sí que es cierto es que el sistema sanitario español empezaba a tener visos de modernización, que las políticas preventivas no eran sólo un papel teórico arrastrado por huracanes y que aquella y las siguientes generaciones infantiles fueron capaces de reducir a la mínima expresión los casos de enfermedades que, hasta entonces, habían sido endémicas en nuestro país. Lo curioso de la cuestión es que en aquel NO-DO no aparecían ministros prepotentes queriendo salir en la foto . Los únicos actores eran los profesionales sanitarios, médicos y enfermeras, también colegas de los laboratorios fabricantes y, sobre todo, valientes y risueños niños dispuestos a afrontar un pequeño dolor en el culete para asegurarse un futuro mejor. En este artículo, me he ido definitivamente de la cuestión. Puede ser el confinamiento, puede ser que me esté aburriendo más de la cuenta; puede ser también que añore la capacidad de los políticos de mi juventud que prefirieron el trabajo callado y eficiente, antes que el intervencionismo, la falta de respeto a las cuarentenas o el afán por controlar lo que se desconoce, aunque sea en detrimento de la salud de los ciudadanos. Es lo que se llamaba altura de miras , algo que hoy muchos tendrían que buscar en un diccionario de términos antiguos y desfasados para saber de lo que hablo. n 49 Pliegos de Rebotica 2020 SOLES DE MEDIANOCHE

RkJQdWJsaXNoZXIy MTEwMTU=