Revista Pliegos de Rebotica - Nº 141- abril-junio 2020

24 Pliegos de Rebotica 2020 Q Q uerido Pedro, eres una persona carismática, admirado, querido, respetado en varios campos y eres optimista con una vida feliz. Sin embargo todos nos hemos encontrado con algún momento decepcionante. ¿Recuerdas tu primera desilusión? –Una no, bastantes. Pero han sido muchas más las alegrías.Yo creo que la primera que recuerdo es esta. Jugando en unas ruinas en la muralla que rodea Quesada, encontré lo que, sin ninguna duda para mí, era un correaje romano. Con inmenso orgullo y rodeado por la admiración y la envidia de mis compañeros, me coloqué el histórico correaje y emprendí un paseo triunfal camino de mi casa donde me esperaba la gloria. Pero la gloria y la felicidad son de naturaleza fugaz y las dulces esperanzas se volvieron ceniza cuando mi madre, con gesto de repugnancia, me hizo quitar el famoso correaje diciendo que era un braguero viejo, ya inservible , que la pátina de los siglos era simplemente mugre y que pertenecía a Simoncico Tamayo quebrado de ingle desde hacía varios años. Lo que venía demostrado por las iniciales S.T. bordadas amorosamente a punto de cruz con hilo rojo por la esposa del herniado, que era muy concertada en sus cosas. –¿Cómo era tu colegio?¿Te gustaba estudiar? –Las primeras letras me fueron grabadas en la mollera por la Niña Ana, una maestra sin título que suplía con paciencia y bondad otros conocimientos que no sean los básicos. La escuela era pequeña; había un portalillo a la entrada, donde varias niñas mayores aprendían a bordar con gestos muy serios y comedidos.A la izquierda el umbral para pasar a la escuela, con un poyete en hornacina donde estaba el cantarillo de agua. Pasábamos al recinto escolar, de unos veinte metros cuadrados, en el que se hacinaban cuarenta o cincuenta niños y niñas sentados en sillitas privadas y separadas por sexos. Presidiendo, una mecedora desde donde la Niñana impartía sus saberes.Al entrar, sin más ventilación que una pequeña ventanita y la puerta que se cerraba en invierno, asaltaba al visitante un penetrante olor a niño, ese olor indefinible mezcla de gallinero, madriguera de conejos y cebolla frita que caracteriza a los centros educativos poco espaciosos y mal ventilados.Teniendo en cuenta que por entonces la gente sólo se bañaba en verano –no siempre y jamás la mayoría– puede sacarse una idea del aroma reinante. El asunto se agravaba por la incontinencia de los pequeñuelos que parece mentira el veneno que puede caber en un cuerpecito tan frágil e inocente. Cuando un niño tenía un escape siempre había otro que se levantaba acusando: “Niñana, este niño se ha desgraciao”, tras lo que, previa olida de la profesora para comprobar si era cierto, venía el palmetazo represivo de tan condenable contaminación ambiental. –Sé que eres un hombre de fe, pero ¿siempre fue así? –Más o menos. Lo que pasa es que había cosas que no acababa de HABLANDO ENTRE AMIGOS HOY CON... “ ” La piedad es, generalmente, explosiva en las regiones calurosas, más moderada y constante en las frías. Pedro Malo Margarita Arroyo entrevista casi imposible

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