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ntiguo Régimen ( Ancien Régime ) es la expresión acuñada por los revolucionarios franceses y que utilizaban para referirse peyorativamente al sistema de gobierno anterior a la Revolución de 1789. Alexis de Tocqueville escribió en 1856 su famoso ensayo El Antiguo Régimen y la Revolución ( L’Ancien Régime et la Revolution) . Término que se opone al de Nuevo Régimen. Régimen Liberal en España.

El sistema político y social prerrevolucionario estaba protagonizado, en la Europa más occidental, por las monarquías autoritarias. El ceñidor de la corona concentraba en sus manos todos los poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), si bien, en la práctica estaba sometido, cada vez más, a una compleja burocracia operativa. La corona estaba obligada a delegar funciones y tareas de gobierno en un número elevado de funcionarios y representantes (secretarios, ministros) e incluso en los poderosos validos en España (duque de Lerma o el conde-duque de Olivares). Las monarquías autoritarias van derivando hacia las monarquías absolutas (siglo XVII) y el despotismo ilustrado (siglo XVIII). Algún historiador lo definió, aunque habría que matizar y aclarar muchos aspectos, como “la voluntad del rey es la ley”. El monarca, desde la concepción del hombre moderno, anclado en el Antiguo Régimen, estaba considerado como el representante temporal de la Divinidad, como una verdad intangible, inherente al devenir de la naturaleza humana, dicho con otras palabras, como encarnación de uno de los principios naturales trascendentes que rigen sobre el orbe conocido donde se nace, se ama y se muere. El monarca personificaba una institución de orden natural que aseguraba el buen desarrollo de la sociedad. Los

historiadores declaran la “devoción monárquica”, indicativa del Antiguo Régimen.

El hombre del Antiguo Régimen estaba impregnado en lo más profundo de su ser de una serie de verdades absolutas, inmutables, eternas y universales, que regían su paso terrenal y la creencia firme en un destino, en un más allá perfectamente asumido y siempre presente, tanto en las acciones como en las omisiones. De tal forma que el hecho religioso presidía y orientaba las conciencias, las normas de conductas y las costumbres sociales, aunque en lo personal cada conciencia debía penar las debilidades en el obrar cotidiano. En el Antiguo Régimen se profesaba el acatamiento y sometimiento al principio superior, creador de todos los seres y todas las cosas. La verdad suprema frente al último juicio en el que se rinde cuenta. Consecuencia de ello, los principios éticos y morales se fundamentaban en un perfecto equilibrio, de sentido común, entre la Ley Natural y la Ley Divina. Aquellos antepasados nuestros vivieron instalados en sus verdades inmutables. A lo largo de varios siglos.

El Antiguo Régimen, por tanto, consideraba, asimismo, de naturaleza natural la organización de la sociedad en estados o estamentos (orden estamental de la sociedad), de estructura piramidal y no jerarquizada: nobleza, clero y estado llano. A la nobleza le correspondía la exclusiva misión de la protección y la defensa (invasiones, persecuciones, hambrunas, peste), al clero, que en su parte más elevada estaba representada por los hijos segundones de la nobleza, la sagrada función de la enseñanza (el conocimiento, el saber, la escritura, la cultura) y al estado llano el trabajo y los impuestos (pecheros). El clero y la nobleza,

las clases minoritarias que jurídicamente tenían prohibido el trabajo, representaban a los estamentos que gozaban

de privilegios y prebendas: no pagaban impuestos. No había ni rivalidad ni lucha de clases. La propiedad de la tierra, principal factor de producción, estaba en

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de Rebotica de Rebotica

LIEGOS LIEGOS 5

Joaquín Herrera Carranza

Del antiguo al nuevo régimen

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