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a suerte suprema llega cuando el toro está listo para la muerte después de haberlo sometido al dominio del matador, sin llegar a alcanzar el degradante grado de extenuación. Se dice entonces que el toro está entregado al observar su actitud de sumisión ante el acero del matador.
A través de la historia de la Tauromaquia, desde Pedro Romero que mató más de cinco mil toros y la mayoría de una sola estocada, podemos también recordar como excelentes estoqueadores a Nicanor Villalta, Manolete, Rafael Ortega, Paco Camino, El Viti, y actualmente, José Mari Manzanares y El Juli, a título de ejemplo.
En la actualidad salvo raras ocasiones, la suerte de matar se hace bastante mal. ¿Es que el público ha perdido el gusto por la suerte o es que los espadas se lo han hecho perder?. A este respecto, hace ya muchos años, el inolvidable Gregorio Corrochano decía que con esta suerte había ocurrido algo parecido a la suerte de varas. Se han desapasionado toreros y público, hasta no darle importancia. Es corriente decir, al enjuiciar a un torero, perdió la oreja porque no tuvo suerte con la espada , no cabe mayor desdén por un momento tan difícil, peligroso y arrogante, que achacar al azar, la suerte tan estudiada y descrita en todas las tauromaquias. Precisamente lo más perfeccionado que nos legó el toreo fueron las diversas maneras de matar a los toros, según su estado y condiciones.
De una o de otra manera, la suerte de matar no gira más que en torno a estos dos polos: el toro va
hacia el torero y tienen efecto las suertes de recibir y aguantar; o el torero va al toro y quedan practicadas las de volapié y las derivadas de esta, arrancando a paso de banderillas o echándole fuera.
El éxito de la suerte suprema está en herir al toro en su sitio que es la estocada en el centro superior de las agujas y médula espinal, sobre los brazuelos, acertando aquí con la espada, los efectos son fulminantes.
El descabello no se considera como una suerte más del toreo, muchos aficionados le conceden importancia decisiva, hasta el punto de solicitar la concesión de una oreja por el acierto de efectuar esta práctica, que entra más en la habilidad del matarife que en la del arte del
matador, aunque en algún caso como el gran Vicente Barrera y Roberto Domínguez, los fulminaban a la primera. En definitiva, el descabello es un procedimiento para acabar con la existencia del toro, sin brillantez y sin guapeza.
Para descabellar se utiliza el verduguillo, que es un estoque más corto que el corriente, atravesado a unos veinte centímetros de la punta que impide penetrar más de lo debido entre las dos primeras vértebras cervicales hiriéndole en la médula, lo mata en el acto. Conviene aclarar la diferencia entre descabellar y atronar. Como consecuencia de la estocada de muerte, lo trata Pepe Hillo en su Tauromaquia, distinguiendo entre descabellar que se dice cuando el toro está en pié y atronar, cuando está echado.
Vamos a referirnos ahora a otra de las lacras del último tercio, el uso de la espada simulada de aluminio, que prácticamente la utilizan en la actualidad todos los matadores, salvo alguna excepción.
Hasta el año 1950, el estoque de verdad, el de acero, era el utilizado por todos los matadores. En aquella fecha se permitió que en caso de que los espadas tuvieran alguna lesión, podrían utilizar el estoque simulado de madera previa certificación médica que deberían acreditar ante la autoridad, haciéndosele saber al público de la manera más rápida y conveniente. Así se realizó durante algún tiempo, comunicándose por medio de los altavoces de la plaza, al brindar el matador en cuestión, la autorización que se le había otorgado para el empleo de tal espadita .
Si el torero es un espada, resulta inaceptable para el buen aficionado, la práctica de usar el estoque simulado, supone además, el
inconveniente de que el diestro ha de ir a la barrera a tomar el estoque de verdad, interrumpiendo la faena.
Jaime de Armiñán, el autor de Juncal, recuerda una anécdota del Papa Negro, padre de los Bienvenida. Estando su hijo Pepe lesionado del brazo derecho, le prohibió salir a torear si no tenía fuerza suficiente para llevar durante toda la faena, el estoque de verdad. Así eran también los toreros de verdad.
Dado el momento difícil que está pasando nuestra querida Fiesta, menos corridas, menos afición y con tendencia a que ocurra como en Cataluña, la prohibición de los toros en otras Comunidades. Nos alegraría que los toreros actuales cambiaran el aluminio por la espada de verdad, ya que dan la sensación de impotencia, cuando el oficio de torear siempre ha sido y será de hombres fuertes y valientes.■ P
de Rebotica de Rebotica
LIEGOS LIEGOS 46
TAUROMAQUIA
Álvaro Domínguez Gil
tauromaquia
La suerte suprema
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