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LIBROS

libros

La chica

que dejamos atrás

Rafael Garranzo

Ediciones Atlantis. -Madrid 2011. -349 páginas. H

e aquí un libro de relatos que hace pensar en una novela, tales son las numerosas interrelaciones en las que se apoyan sus historias. Desfilan por ellas los protagonistas del incombustible oeste americano, hombres de carne y hueso pertenecientes a las naciones indias, a los pioneros, a los soldados azules. Su autor es Rafael Garranzo, un antropólogo que trabaja en la cooperación española y que pugna por penetrar en el interior de los hombres y encontrar su motivación. Para ello se sirve de numerosos recursos.

En ocasiones el narrador dialoga con el lector sobre posibles desenlaces de la historia y no da sensación de artificio ni pierde la eficacia narrativa de lo que cuenta. Otras veces adopta varias atalayas, incluido el punto de vista del perro del matrimonio Custer. Este último, junto con Búfalo Bill, Juanita Calamidad o Toro Sentado, recurre a la atención del lector con su ambivalencia de necio o de héroe. Estos y otros personajes, bien lo sabemos, tienen una deuda impagable con el cine.

A favor de la solidez y destreza de La chica que dejamos atrás juegan la concatenación de historias bien articuladas, la epopeya del oeste que opera en el subconsciente de tantos lectores y una prosa limpia y clara que favorece la lectura. La síntesis final está en la movilidad del río, de la lluvia o del tren que se aleja. Frente a esas imágenes quedan las losas o las estelas funerarias en su lucha contra el olvido. Se quiere lo que no se tiene y si en el viaje y en la aventura se anhela la paz del hogar, nada más acomodarse en la casa de uno se vuelve a experimentar la llamada de la aventura.

Cosas que guarda el tiempo

Luis María Murciano

Universidad Complutense.- Madrid 2011. 54 páginas U

n viejo flexo sobre la mesa de trabajo en una hora nocturna y la búsqueda de la escritura como forma de consuelo, como si el amor y la felicidad no se hubieran ido, como si la nostalgia, esa belleza efímera, se contuviera. Esta es una de las imágenes que perduran tras una lectura sobrecogida de estas

cosas que guarda el tiempo pero hay más, ciertamente hay más formas que se urden en el tapiz de la desventura y del anhelo.

El símbolo de la lluvia, de la llovizna más bien, está presente además en este libro atravesado por la delicadeza y junto con la lluvia, el mar, el mar de los naufragios en el que se busca algún asidero para traspasar la incertidumbre. Pero la tristeza se va a difuminar con la presencia del ser querido como se dice con propiedad en la coda que cierra brillantemente este recorrido por una poesía de acentos propios.

Todos estos símbolos están puestos al servicio de una historia de amor y desamor y de una memoria que se esfuerza en ser tenaz para recuperar lo vivido. Luis María Murciano lleva el gusto por el bien decir en la sangre. Sorprende la madurez de este segundo libro de un autor joven que ya se había fogueado en la narrativa y había conseguido notables

reconocimientos. El soneto, en algunas ocasiones canónico y en otras blanco, se da la mano con otras formas métricas consiguiendo en la brevedad del poemario una notable belleza que se conjuga en cada una de sus partes.

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