FARMACOECONOMÍA 427 en sus cuidadores, ya que incurren en costes directos (medicamentos, hospitalizaciones y visitas ambulatorias) e indirectos (costes de los cuidadores y tasas de desempleo) más altos que aquellos sin convulsiones. Sin embargo, sobre los costes indirectos, una revisión reciente del impacto económico de la epilepsia encontró que existen muy pocos estudios con estimaciones razonables sobre este tipo de costes para disponer de conclusiones sólidas. Por otra parte, las opciones de tratamiento que no son óptimas tienen un impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes y, en consecuencia, una carga económica considerable. Comentario Este estudio pretendía disponer de una visión amplia u holística, caracterizando la carga epidemiológica, clínica, humanística y económica, y las necesidades no cubiertas de las personas con epilepsia y de sus cuidadores. Con este fin, se ha realizado una búsqueda bibliográfica que pone en evidencia que aunque se dispone de diferentes alternativas terapéuticas para el manejo de la epilepsia, estas no son suficientes, ya que muchas personas responden mal al tratamiento y no logran el objetivo de reducir la frecuencia de las convulsiones. Además, con frecuencia los pacientes están polimedicados, lo que aumenta aún más el riesgo de interacciones entre medicamentos y, por lo tanto, de sufrir eventos adversos, que producen un deterioro aún mayor de su calidad de vida. Como consecuencia de ello, es evidente la necesidad de concienciar a la sociedad para mejorar el abordaje de este problema de salud pública. Además, sería conveniente la incorporación de nuevas terapias para mejorar la calidad de vida de los pacientes y de sus cuidadores, minimizando así la utilización de los recursos y disminuyendo los costes directos e indirectos. Ioannou P, Foster DL, Sander JW, Dupont S, Gil-Nagel A, Drogon O’Flaherty E et al. The burden of epilepsy and unmet need in people with focal seizures. Brain Behav. 2022; 12(9): e2589. DOI: 10.1002/ brb3.2589. SÍNTOMAS DE SALUD MENTAL UN AÑO DESPUÉS DEL BROTE DE COVID-19 EN ESPAÑA: EL PAPEL DE LOS TRASTORNOS MENTALES PREEXISTENTES Y SU TIPO El COVID-19 además de ser una emergencia de salud pública también ha supuesto un impacto negativo en la salud mental a nivel mundial. Las personas que presentaban trastornos mentales antes de la pandemia han aumentado sus niveles de ansiedad y depresión durante la evolución de la enfermedad. Estudios previos han demostrado que, en la población general, una variedad de factores psicológicos, como mayor apoyo social, resiliencia y niveles bajos de estrés, han influido en la salud psicológica durante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, en pacientes con trastornos psicológicos anteriores se sabe relativamente poco sobre la importancia clínica de estos factores y cómo estos pueden variar según el diagnóstico psiquiátrico previo. El objetivo de este estudio fue evaluar si el tipo de trastorno mental existente influyó en los niveles de ansiedad y síntomas depresivos durante el periodo de seguimiento (desde junio de 2020 hasta febrero-marzo de 2021). Otro objetivo del estudio fue comprobar si el tipo de trastorno mental preexistente afectaba en las asociaciones entre los factores psicológicos comentados anteriormente (apoyo social, resiliencia y estrés relacionado con COVID-19) y la ansiedad y depresión en el seguimiento. El proyecto de investigación MINDCOVID se basó en la realización de una encuesta de base poblacional cumplimentada por adultos no institucionalizados y mayores de 18 años residentes en España, que no tenían problemas para la comprensión del idioma y tenían acceso a un teléfono móvil o teléfono fijo. El análisis se realizó en dos evaluaciones consecutivas: la línea de base o primera evaluación tuvo lugar al final del confinamiento en España, cuando las tasas de infección y mortalidad por COVID-19 eran bajas y se habían levantado la mayoría de las restricciones (del 1 al 30 de junio de 2020), y el seguimiento o segunda evaluación tuvo lugar al final de la tercera ola de infección en España, cuando las personas habían sufrido ya dos oleadas con altas tasas de infección y mortalidad, había comenzado la campaña de vacunación y aún se mantenían restricciones estrictas (del 18 de febrero al 12 de marzo de 2021). En la primera evaluación, participaron 3500 personas. De este total, el 57% (2000 personas) cumplimentó la encuesta en la segunda evaluación. Se realizaron las dos evaluaciones de la ansiedad, síntomas depresivos, el estrés percibido por COVID-19 y el apoyo social. Sin embargo, la resiliencia se evaluó solo al inicio. La ansiedad se evaluó mediante la Escala de Trastorno de Ansiedad Generalizada de 7 ítems (GAD-7), los síntomas depresivos con la versión en español de la Escala de Depresión del Cuestionario de Salud del Paciente (PHQ-8), los trastornos mentales previos mediante una lista de verificación basada en la Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (CIDI), el estrés percibido por COVID utilizando una versión adaptada de la escala de riesgo percibido de COVID-19, el apoyo social a través de la Escala de Apoyo Social de Oslo de 3 ítems (OSSS-3) y, por último, la resiliencia con la Escala de resiliencia de Connor-Davidson de 10 ítems (CD-RISC). La muestra final incluyó a 1942 participantes que completaron ambas evaluaciones. La edad media fue de 49,6 años (SD: 16,7) y 51,7 % eran mujeres. El 67% de las personas no presentó trastornos mentales anteriores, el 3,6% refirió tener trastornos del estado de ánimo anteriores, el 20,4% ansiedad preexistente y el 9% depresión más ansiedad comórbida. Se concluyó que, para la población general, los síntomas depresivos y los niveles de ansiedad aumentaron significativamente desde el inicio (junio de 2020) hasta el seguimiento (febrero-marzo de 2021). Todos los grupos mostraron mayores niveles de ansiedad y síntomas depresivos, pero según el tipo de trastorno mental preexistente, estos aumentos no fueron estadísticamente significativos para todos los gru-
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