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497 MEDICAMENTOS EN ESPAÑA Aspectos fisiopatológicos La dermatitis atópica (DA) es una enfermedad inflamatoria de la piel de carácter crónico o crónicamente recurrente, que se caracteriza fundamentalmente por la presencia de lesiones eccematosas, sequedad de la piel (xerosis) y prurito intenso. Suele cursar con brotes de duración e intensidad variable, entre los que se intercalan periodos de remisión, aunque, en algunos casos, los síntomas pueden ser continuos. Bien es sabido que el sistema inmunitario es determinante en la aparición de muchas dermatiti1, y la dermatitis atópica, a diferencia de las dermatitis de contacto, se ha asociado con reacciones de hipersensibilidad tipo I o inmediatas, pues frecuentemente se observa un incremento notable de inmunoglobulinas IgE (como también ocurre en otros trastornos como el asma o la rinitis alérgica) (Montalvo-Calvo et al., 2019). La DA es la expresión cutánea de un estado denominado atópico o atopia, un término que se define genéricamente como la existencia de hipersensibilidad frente a proteínas heterólogas. La reacción de hipersensibilidad de tipo I se produce tras la exposición a un antígeno exógeno (polen, polvo, etc.), provocando la liberación inmediata de una amplia variedad de sustancias activas a partir de los mastocitos y células cebadas del organismo. Estas sustancias activas, tales como la histamina, prostaglandinas, factor activador de las plaquetas, leucotrienos, factor quimiotáctico de eosinófilos, etc., junto con el aumento de la síntesis de IgE, conforman una situación típica de alergia. La eosinofilia es otro rasgo característico de este tipo de las reacciones tipo I. La etiopatogenia subyacente justifica la notable relación existente entre los pacientes que padecen DA con los antecedentes personales o familiares de crisis asmáticas, rinitis, reacciones cutáneas desproporcionadas tras la picadura de insectos, urticaria masiva, etc. Así, epidemiológicamente, la DA se caracteriza por un historial familiar en el 70% de los pacientes de asma bronquial, rinitis alérgica, fiebre del heno o dermatitis. Se trata de una de las enfermedades de la piel más comunes, que puede aparecer en cualquier época de la vida. Se ha estimado que un 15-20% de los niños que acuden al dermatólogo en los países desarrollados padecen este tipo de afección, frente a menos del 1% en los países en vías de desarrollo; la prevalencia global en adultos a nivel mundial se cree que oscila entre el 1-3%. Por tanto, se trata de una patología que va muy ligada al nivel de desarrollo de los países, hasta el punto de que su prevalencia parece haberse triplicado en el último medio siglo en los países desarrollados: los estudios más recientes han apuntado a cifras de prevalencia a 1 año del 4,3% en Japón, 8,1% en Canadá, 9,4% en Europa y 11,9% en EE.UU. (EMA, 2021). En España, se estima que la DA grave tiene una prevalencia del 0,08% de la población. Puede afectar a las personas de cualquier raza, es más frecuente en el sexo femenino (1,5:1) y se presenta más a menudo en las clases socioeconómicas altas, así como en las grandes ciudades, posiblemente por una mayor exposición a estímulos capaces de desencadenar el cuadro. La probabilidad de padecer la enfermedad es del 80% cuando ambos progenitores la sufrieron, del 55% cuando sólo la padeció uno de ellos y del 60% cuando un progenitor presentaba dermatitis y el otro, atopia respiratoria. En cuanto a las manifestaciones, el prurito el síntoma predominante en todos los casos (puede dar lugar a lesiones secundarias debido al rascado). La inf lamación epidérmica propia de las dermatitis provoca una serie de lesiones que, progresivamente, según se agrava o se hace crónica, pasan sucesivamente por las fases de eritema, edema, vesiculación, exudación, costra, descamación y liquenificación. Las primeras manifestaciones visibles de una dermatitis son el eritema y el edema, consecuencias de una alteración en la permeabilidad de los vasos sanguíneos de la dermis, que favorece la migración de linfocitos y la extravasación vascular de líquido que inicia el edema. Además, el edema extracelular en la epidermis (espongiosis) produce una desestructuración de la arquitectura de la membrana basal, y permite que la acumulación de líquido migre hacia la superficie, donde forma vesículas. Al romperse éstas, se produce la exudación, tras la cual se desecan y aparecen unas costras amarillentas. La descamación aparece cuando se desprenden las costras, dejando una superficie rojiza que coincide con un incremento del grosor de la epidermis (hiperqueratosis) que puede cursar específicamente con acantosis (hipertrofia del estrato espinoso de la piel). Si continúa el proceso, el eritema y la exudación acaban por desaparecer y en su lugar surge un engrosamiento cutáneo, que da un aspecto de piel rugosa y con pliegues marcados (liquenificación). Tralokinumab en dermatitis atópica 1 La dermatitis supone una inflamación superficial de la piel, que cursa con enrojecimiento, edema, exudación, formación de vesículas, descamación y prurito. Dermatitis y eczema no son exactamente sinónimos, ya que todos los eczemas son dermatitis, pero no todas las dermatitis son necesariamente eczemas. El eczema implica una alteración de la piel caracterizada por un patrón de respuesta inflamatoria (con formación de vesículas), de evolución continua y cuyo principal síntoma es el prurito.

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