485 MEDICAMENTOS EN ESPAÑA Nirmatrelvir / ritonavir y tixagevimab / cilgavimab en COVID-19 Aspectos fisiopatológicos La enfermedad causada por coronavirus o COVID-19 –acrónimo derivado del inglés coronavirus disease 2019 (inicialmente el virus se denominó “2019 novel coronavirus” o “2019-nCoV”)– es una patología infecciosa causada por el virus zoonótico SARS-CoV-2. Este virus emergió por primera vez como patógeno humano en China a finales de 2019, cuando en la ciudad de Wuhan las autoridades sanitarias locales informaron de un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida (incluyendo 7 casos graves), con una exposición común a un mercado mayorista de marisco, pescado y animales vivos en esa ciudad. El inicio de los síntomas del primer caso oficialmente reconocido fue el 8 de diciembre de 2019, y el 7 de enero de 2020 las autoridades chinas identificaron como agente causante del brote al nuevo virus de la familia Coronaviridae, cuya secuencia genética se hizo pública rápidamente, el 12 de enero. Los análisis filogenéticos revelaron posteriormente una relación más estrecha del citado virus con el coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV; homología en torno al 79%) que con otros coronavirus que infectan a los humanos, incluido el coronavirus del síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS-CoV; en torno al 50%). Desde entonces, hemos asistido a su rápida expansión –en mayor o menor grado– por la práctica totalidad de países del mundo, debido a su relativamente fácil transmisión persona-persona por vía aérea a través de secreciones respiratorias (gotículas emitidas al toser o estornudar) y aerosoles (generados incluso al hablar). El 11 de marzo de 2020 el brote llegó a ser calificado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud. En constante evolución microbiológica desde entonces, han aparecido distintas variantes virales cuyas mutaciones les han dotado de una capacidad de hacerse predominantes a nivel mundial, como la variante delta o la ómicron. Desde el punto de vista epidemiológico, las cifras han sido y son constantemente cambiantes. Según datos del Ministerio de Sanidad, a día 5 de abril de 2022 (fecha de conclusión de este artículo) se ha registrado de forma oficial el diagnóstico confirmado de 11,57 millones de casos en España en hasta 6 olas epidémicas; de ellos, 2,04 millones han correspondido a personas de ≥ 60 años de edad. En términos de mortalidad, se ha estimado una tasa de letalidad variable entre países, que, en nuestro país, ha rondado el 2,2% hasta la difusión de la variante ómicron. Las autoridades sanitarias han reconocido como causadas por COVID-19 un total de 102.747 fallecimientos. Pese a los intentos de control sin precedentes por los diferentes países, los casos confirmados de infección y fallecimientos por la enfermedad continúan aumentando a nivel mundial, también en España. Se trata, pues, de una pandemia global que ha representado el principal desafío para la salud pública y la estabilidad socioeconómica en muchas décadas; afortunadamente, a partir del inicio de 2022, gracias a la vacunación, se ha controlado sustancialmente la incidencia de patología grave y su letalidad. El SARS-CoV-2 (Tabla 1) es un patógeno nuevo frente al que no existía inmunidad preexistente y todas las personas se encontraban en riesgo de infección, en mayor medida aquellas con mayor riesgo de exposición al virus, como pueden ser los profesionales sanitarios u otros profesionales “de primera línea” en contacto con muchas personas. Se ha demostrado que, pasada la infección, una proporción amplia de individuos –pero no la totalidad– desarrollan inmunidad protectora en términos de respuesta de anticuerpos neutralizantes y de inmunidad mediada por células T. No obstante, hoy en día aún no se conoce con seguridad en qué medida y durante cuánto tiempo se mantiene esta protección (se cree que puede perdurar más allá de 6 meses). Hay consenso en la comunidad científica en torno al hecho de que la gran mayoría de infecciones cursan como casos asintomáticos (aspecto fundamental a la hora de tratar de contener la transmisión del virus) o enfermedad levemente sintomática por infección del tracto respiratorio superior, con manifestaciones que pueden asemejarse a las del catarro común, resultando en una completa recuperación clínica de los pacientes en menos de 2 semanas. Sin embargo, la presencia de otras patologías subyacentes tales como hipertensión, diabetes, enfermedad cardiovascular, patologías crónicas respiratorias o renales, obesidad, cáncer y otros estados de inmunodepresión (por ejemplo, pacientes trasplantados) se consideran, junto a una edad avanzada1, factores de riesgo para el desarrollo de una enfermedad grave y de mortalidad por COVID-19. La OMS estimó que el 80% de las personas infectadas se recuperan sin necesidad de atención hospitalaria, mientras que el 15% desarrolla una enfermedad moderada-grave que sí requiere asistencia especializada, y el 5% necesita cuidados intensivos. Aunque se ha descrito una amplia variabilidad de presentaciones clínicas de la COVID-19, se acepta que, cuando ésta es sintomática, la forma más común es aquella que se manifiesta 1 La enfermedad grave puede presentarse a todas las edades, pero las tasas de letalidad son particularmente elevadas en personas de > 60 años. Así, en España, la tasa de letalidad en este grupo etario se estima en un 4,7%, incluso después de la campaña de vacunación masiva.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTEwMTU=