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Farmacéuticos 56 Farmacéuticos 57 FARMACIA CON ARTE EINSTEIN EN LA COLINA DE LOS CHOPOS Por María del Mar Sánchez Cobos Farmacéutica Ancladas sus raíces en la ladera de la colina, aquel ser vivo, erguido y circunspecto, se sentía todo un intelectual. No es de extrañar, puesto que a su sombra se cobijaron mentes prodigiosas y artistas sin igual. La colina donde se asienta la Residencia de Estudiantes de Madrid, tiene mucha historia. Conocido como el Cerro del Viento, este terreno aún sin urbanizar en el siglo XIX, entre el paseo de la Castellana y el final de la calle Serrano pasó a llamarse la Colina de los Chopos. El responsable de este nuevo nombre fue el poeta Juan Ramón Jiménez, quien ayudó a plantar dichos ejemplares y los recordó en sus poemas (paran el viento con su nutrido oasis). La Residencia de Estudiantes albergó muchos de los grandes del siglo XX. Foro de difusión y diálogo entre las ciencias y las artes, fue el primer centro cultural de la Europa de entreguerras. Fundada en 1910, se traslada a la Colina de los Chopos en 1915. El malagueño Alberto Jiménez Fraud, su primer director, supo cumplir a la perfección el proyecto de desarrollo intelectual, educación humanista y liberal, que su mentor Francisco Giner de los Ríos había ideado en 1876: la Institución libre de Enseñanza, siguiendo las ideas del pedagogo Sanz del Río, influido por la filosofía de Karl Krause. Entre los ilustres residentes se encontraban Dalí, García Lorca, Buñuel o Severo Ochoa. Personajes como Alberti, Falla, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Eugenio D’Ors o José Ortega y Gasset acudían como visitantes o residentes cuando se encontraban en Madrid. Además grandes personalidades como Marie Curie, Stravisnky, Le Corbusier o Einstein fueron invitados a participar en foros y debates. Ortega y Gasset fue el encargado de presentar y traducir la conferencia que pronunció Einstein sobre la Teoría de la Relatividad en este centro. Sobre las seis de la tarde del 9 de marzo de 1923, en la sala donde se iba a celebrar la conferencia, se palpaba un interés inusitado, debido a que la cual no había estado en el programa preliminar de la visita del gran genio de la física a España. Tuvo, como todo el viaje, un rotundo éxito. La gira del científico por nuestro país levantó un enorme interés mediático. Einstein acababa de recibir el Premio Nobel, no por la teoría de la relatividad, sino por sus explicaciones sobre el efecto fotoeléctrico. La cultura española vivía un extraordinario dinamismo. Dentro de la clase media científica, la teoría de la relatividad tuvo sus seguidores y detractores. Entre los que se manifestaron favorablemente está Enrique Piñerúa Álvarez, químico y farmacéutico, que escribió un ensayo sobre la misma, tras unas conferencias impartidas en la Facultad de Ciencias de Madrid, en enero de 1923, poco antes de la visita de Einstein a la capital. Conferencias que fueron divulgadas por la revista La Farmacia Española, publicación ampliamente leída por los químicos y farmacéuticos de la época. Durante los días que Einstein pasó en la Villa y Corte, en el teatro Apolo se estaba representando la revista musical “en Tierra de Carmen”. La curiosidad insaciable del insigne matemático hizo que sus anfitriones lo llevaran a conocer este espectáculo puramente español. Al margen de la ciencia, su pasión era la música, que le daba alegría y le llenaba sus sueños. Era un gran violinista, entusiasta de Mozart. Esta fue una de las razones por la que la gira por España estuvo salpicada de conciertos, donde el científico pudo satisfacer su afición. Es famosa la velada en casa de los Marqueses de Villavieja: Einstein frotó el arco del violín sobre las cuerdas haciéndolas vibrar y, de una forma lenta y lánguida, la sala se llenó de música. Fue un breve concierto ante una selecta audiencia entre la que se encontraban Gregorio Marañón, Gómez de la Serna, Ortega y Gasset y el artífice y anfitrión de la visita a España de Einstein, el padre de la física española, Blas Cabrera. Un ajetreado viaje que había empezado en Barcelona y terminaría en Zaragoza, pasando diez días en Madrid. En todas y cada una de estas ciudades pronunció memorables conferencias y disfrutó de la vida cultural de las mismas. En Madrid fue recibido por el rey Alfonso XIII y la reina madre, acompañado por José Rodríguez Carracido, catedrático y doctor en Farmacia y por entonces rector de la Universidad Central, lugar donde se celebró una de las conferencias. Carracido, insigne farmacéutico donde los haya, fue un gran impulsor del progreso científico en España. Su actuación fue decisiva en la fundación, entre otras, de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, según el principio de “saber es poder”. Reformó los estudios de Farmacia; académico de Ciencias, Medicina y Farmacia, siendo su producción científica y literaria muy variada y extensa. Otros farmacéuticos ilustres se relacionaron con el físico alemán durante esos días, como Ignacio González Martí, doctor en Ciencias y Farmacia y promotor del llamado gabinete de Física en el “caserón de San Bernardo” (Facultad de Ciencias de la Universidad Central, posteriormente Complutense), y el compostelano Casares Gil. José Casares Gil, químico y farmacéutico, ostentó gran cantidad de cargos políticos y universitarios, siendo sus trabajos de investigación más importantes, los realizados sobre los análisis de aguas. Gran admirador del modelo alemán de enseñanza en temas científicos, también tuvo la oportunidad de conocer a Einstein durante la entrega al mismo, del título de académico, en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Transcurrían los días entre actos académicos y lúdicos. Conoció a Ramón y Cajal, al que visitó en su domicilio. Realizó excursiones a Manzanares el Real y al Escorial. En Toledo, acompañado por los hermanos Kocherthaler, familiares de su mujer Elsa, grandes coleccionistas y apasionados del arte, y por prohombres de la cultura: Ortega, Manuel Cossío y F. Glick, autor del trabajo “Einstein y los españoles”, queda impresionado por la obra del Greco. El confidente de las estrellas, como lo llamaba Ortega, era amante de Shakespeare y Cervantes. Disfrutó del Prado en un par de ocasiones, donde admiró a Goya, Velázquez, Rafael, y a Fray Angélico. Puede ser que cuando observó la “Anunciación” le viniera a la mente, su ensueño de “como viajar montado sobre un rayo de luz”. Según el matemático José David de la Fuente, Fray Angélico se estaba adelantando a nociones einstenianas al representar al Espíritu Santo como una paloma sobre un rayo de luz, que al viajar a la velocidad de la misma, pierde su masa y se convierte en pura energía. Albert Einstein señaló que el camino que le llevó a la Teoría General de la Relatividad, tuvo un importante componente emocional. La comprensión de la Teoría de la Relatividad general y especial, es un difícil empeño porque alteran nuestra concepción de la realidad: masa, energía, tiempo y espacio, adquieren un nuevo significado. E=mc2, la famosa ecuación define que la equivalencia entre masa y energía, implica que la energía de un objeto que se mueve aumenta su masa, efecto que es solo apreciable a velocidades cercanas a las de la luz. El nuevo concepto espacio/tiempo ha permitido una forma distinta de entender el universo, un legado sin el cual no hubieran sido posibles las teorías actuales sobre el mismo, desde su expansión, el Big Bang, los agujeros negros o las ondas gravitacionales. Y por supuesto, el desarrollo de la tecnología nuclear. Aquel hombre, alto, moreno, de pelo abundante y ensortijado y oscuros y misteriosos ojos, como si desde siempre hubieran querido desentrañar los secretos del universo, se convirtió en un mito. La revista Time lo eligió como personaje del siglo XX. Nacido en una antigua ciudad a orillas del Danubio (Ulm), de ascendencia judía, de carácter solitario e irónico, se casó dos veces. Icono pop, encarna el arquetipo del sabio por antonomasia. Recordemos su foto sacando la lengua, repetida hasta la saciedad. En el mundo del cine, su personaje lo encontramos en películas como El jovencito Einstein, El genio del amor o en series como Genius. Aquella tarde, a las puertas de la primavera, cuando los chopos empezaban a verdear, el gran sabio se sentó a descansar en los jardines perfumados de lavanda, eucalipto y romero, de la Residencia de Estudiantes. Su estancia en Madrid llegaba a su fin. Estancia que contribuyó a resaltar la ciencia en España ¿Sería posible que alguna vez regresara quien nos mostró el camino para viajar en el tiempo?

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