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Farmacéuticos 56 Farmacéuticos 57 FARMACIA CON ARTE TENOCHTITLAN: LA CIUDAD DEL LAGO L a brisa que mece los maizales es la misma que acaricia las tranquilas aguas de la laguna. Aves de plumaje multicolor sobrevuelan huertos y jardines flotantes, repletos de flores y frutas. Una singular ciudad colmada de casas y templos parece levitar entre canales, puentes, acueductos y grandes calzadas que la unen a tierra firme. Asentada sobre las azules aguas del lago Texcoco, la ciu - dad central del Imperio Mexica brillaba en todo su esplen- dor, cuando los españoles la divisaron por vez primera el día 8 de noviembre de 1519. Quedaron impactados de la gran urbe que apareció ante sus ojos. Un mundo que tras la llegada de Hernán Cortés iba a cambiar para siempre. El pueblo azteca era el más poderoso de Mesoamérica y Tenochtitlan una capital comparable a cualquiera de las de la Europa del siglo XVI. El transporte se realizaba a través de multitud de canoas. Utilizaban barcazas para la recolección de desperdicios y las casas particulares tenían letrinas. El agua dulce se usaba para el aseo y el lavado. Como jabón se empleaba la raíz de coplaxocolt (saponaria americana). Las casas eran de un solo piso pero también existían grandiosos edificios y templos. Artesanos y artis - tas vendían sus productos en el gran mercado principal. Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de Nueva España nos relata con gran detalle el trasiego de mercaderías que abarcaban desde plata, oro, piedras preciosas, plumas, mantas, ropas, sogas, alpar - gatas hasta cueros de tigres, leones o nutrias e incluso esclavos. Cada cosa estaba en un lugar de la plaza. Había gran diversidad de alimentos, muchos de los cuales eran completamente desconocidos para los españoles. Cuentan que a Cortés lo que más le sorprendió fue el guajalote, un pavo original mexicano y el maguey o agave, planta de donde se obtiene el tequila. Aunque era común la consu- mición de peces, camaroncitos, insectos y fauna silvestre, la dieta prehispánica era predominantemente vegetariana: nopales, calabazas, frijoles, aguacates, chiles, tomates, semillas y hongos. Uno de los hongos más preciados era el huitlacoche que es como se conoce al hongo del maíz. El maíz es el alimento básico del pueblo mexicano: torti- llas, tamales, atoles, harinas, granito de dulce, (palomitas de maíz), aceites o cervezas se elaboran con el mismo. Sus hojas ya secas se usan como combustible, para envolver tamales o como embalajes. Su importancia es tal, que aún se celebran ceremonias para que las cosechas sean buenas. En Tenochtitlan tenían una agricultura adaptada al medio lacustre en el que vivían: construían una especie de jardi- nes flotantes, llamados chinampas, con arena y lodo que extraían del fondo del lago. Aún hoy se cultivan verduras y flores en los jardines de Xochimilco. En México las frutas tropicales abundan así como las hierbas de olor como el cilantro, con las que se condimentan los platos. Las plantas medicinales eran bien conocidas por el pueblo náhuatl: el cacao, como estimulante; la zarzaparrilla, astringente; el guayaco o palo santo que se usó posteriormente como su- dorífico y antisifilítico. Estas y muchas más fueron usadas en diferentes formas farmacéuticas: emplastos, zumos, tisanas, cataplasmas, gargarismos, polvos, etc. Habitual - mente su utilización estaba impregnada de un contenido mágico-religioso. Conocemos que la medicina azteca estaba constituida por un médico general, un cirujano, la comadrona, el flebotomista, el traumatólogo y el herbola - rio. Eran muy importantes los baños de vapor o temazcalli donde la limpieza de cuerpo y espíritu se complementaban. Asimismo era preferente la prevención de la salud a nivel comunitario. Los españoles quedaron asombrados tanto de la riqueza de la flora y la fauna mexicana, como del conoci - miento que los indígenas poseían de ellas. Todo este saber fue ampliamente investigado durante el siglo XVI a partir de fuentes directas como Cortés y su cronista Bernal Díaz del Castillo, o las obras de Fray Bernardino de Sahagún o Fernández de Oviedo. Cabe destacar el Herbario , popular - mente conocido como el Códice de la Cruz-Badiano. Esta Por María del Mar Sánchez Cobos . Farmacéutica joya histórica escrita permaneció oculta en la Biblioteca Pontificia del Vaticano hasta 1929. El papa Juan Pablo II, lo llevó de regalo al pueblo mexicano en su visita en 1990. Este impresionante manuscrito ofrece un gran número de remedios para las enfermedades más comunes entre los indios, especialmente remedios vegetales. El texto está redactado en latín lo que marca un mestizaje cultural que nos indica que tanto Martín de la Cruz como Juan Badiano, novohispanos ambos, conocían el arte de curar ancestral procurando a su vez la integración con el galenismo impe- rante en la época. Afirma Salvador de Madariaga en su biografía sobre Her - nán Cortés que el conquistador soñaba con una Nueva España donde vivirían españoles y mexicanos en paz y prosperidad. Según el historiador Hugh Thomas: “la pala - bra que mejor resume las acciones de Cortés es audacia: que contiene un rastro de imaginación, de impertinencia y la capacidad de llevar a cabo lo inesperado”. Existe una amplia bibliografía sobre Cortés y la Conquista de México. Sabemos que el joven Cortés era atractivo y carismático. Nació en la población extremeña de Medellín, era cultiva - do, sabía latín y Derecho aunque soñaba con ser soldado, y buscando una vida mejor sintió la llamada de América. En 1504 llegó al Nuevo Mundo. A partir de aquí comienza su trascendental carrera militar que culminará con la toma de la capital azteca Tenochtitlan en agosto de 1921. Aún hoy día, la gesta de Cortes aunque históricamente constatada posee un halo de leyenda: el hundimiento de las naves para que no hubiera vuelta atrás en su expedi- ción; el papel de la princesa Malinche, interprete, conse - jera y amante de Córtes; la alianza con los pueblos enemi - gos de los aztecas; como fueron considerados dioses; el famoso encuentro con el emperador Moctezuma durante el cual, el extremeño recibió como regalo el maravilloso penacho constituido por un conjunto de plumas de quet- zal, plata, cobre y oro que en la actualidad se encuentra en Viena; la sangrienta muerte del emperador apedreado por sus propios súbditos; la huida y retirada en la llamada “Noche Triste”; y la cruel y última batalla que duró apro - ximadamente cien días hasta conquistar la gran ciudad. Aunque visto desde el presente podría parecer que los españoles llegaron a un lugar idílico y destrozaron un modo de ser y de vivir, habría mucho que matizar. Era un imperio dictatorial dominado por castas sacerdotales y man- datarios crueles que realizaban sacrificios humanos y otras torturas. No podemos olvidar que los españoles fueron ayudados por miles de indios que odiaban a los mexicas. La escala de valores era completamente distinta de la nuestra. Cortés era un cristiano de su tiempo y abo- minó la idolatría; apoyó el mestizaje y la integración; fun - dó hospitales y universidades y amó tanto a México que quiso que sus restos reposaran allí. Nueva España floreció bajo el paraguas de la Corona Española. En septiembre de 1821, hace ahora doscientos años, México alcanzó la Independencia. Sobre la laguna y la antigua ciudad-isla se alzó un nuevo México de sangre mezclada y con la cultura de lo mejor de dos mundos. País que ha dado grandes escritores como Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Rulfo, Octavio Paz o Carlos Fuentes. Entre los artistas y pintores es imprescindible recordar a Diego Rivera, y a la inigualable Frida Kahlo, icono indiscutible de la cultura mexicana. Tierra her- mana, dio refugio a muchos españoles que tuvieron que salir de España durante los duros años de la Guerra Civil y la Dictadura. Entre ellos numerosos intelectuales: Luis Buñuel, María Zambrano, Luis Cernuda, Alberti, Max Aub, Emilio Prados, y un largo etc. Y no podemos olvidar a León Felipe: farmacéutico y poeta de la luz y el viento. Un revuelo de sombreros agita la noche en la plaza Garibaldi. Trompetas, violines, vihuelas y guitarrones acompañan a los músicos mariachis que ataviados con sus mejores galas cantan su alegría “a ese México lindo y querido” que al despertar la mañana se lle - na de prade- ras y flores y donde entre volcanes aún se mecen los maizales.
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