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Farmacéuticos 54 Farmacéuticos 55 FARMACIA CON ARTE OCHO SIGLOS MIRÁNDOSE EN EL RÍO B ajo el cielo de Al-Ándalus brillaba la Media Luna. Al caudaloso río, en su camino hacia el mar, le gustaba detenerse en aquel lugar. Allí donde una torre centinela, mirándose en sus aguas, las convierte en oro. Allí donde se inclinan las palmeras, suspiran las jacarandas, y los naranjos entregan su aroma de primavera. Sevilla 1221. Siendo gobernador de la ciudad Abú-l-Ulá se llevó a cabo la construcción de la torre almohade, conocida como Torre del Oro. Atalaya sobre el Guadalquivir y a sus pies los muelles, el arsenal y el puerto pesquero. Según escritos de la época, las riberas del río estaban salpicadas de villas que en su mayoría tenían agua corriente y jardines donde abundaban los frutales. Los sevillanos vestían con gusto y distinción, y tenían un carácter tan alegre como el de hoy día. Los almohades habían conquistado Sevilla en 1147. En 1175 todo Al-Ándalus estaba bajo su dominio. Las grandes aportaciones que hicieron los árabes a la Ciencia son de todos conocidas. La mayoría de los científicos de ese tiempo eran sabios polifacéticos y dominaban las ma- temáticas, el álgebra, la astronomía y las ciencias natura- les. Entre los más significativos podemos citar a: Averroes (1126-1198) considerado el pensador más importante de la España musulmana, y a su coetáneo el judío sefardí Maimó- nides (1138- 1204). Ambos filósofos se dedicaron a la Medi- cina. Asimismo, la familia de los Avenzoar ejerció la medici- na durante cinco generaciones. El más famoso es Ibn Zuhr que descubrió la sarna, describió la causa de la pericarditis y recomendó la traqueotomía. Entre sus obras destaca el Taysir , en el que aparecen cincuenta y dos fórmulas de medicamentos com- puestos, así como la forma de preparar jarabes, electuarios o ungüentos. En el estudio de las plantas medicinales destacó el malagueño Ibn al-Baytar. Recorrió gran parte de Al-Ándalus y del Próximo Oriente recogiendo y recopilando hierbas y plantas medicinales; escribió una gran enciclopedia enumerando unos 1400 medicamentos de origen vegetal y mineral. Las grandes obras de los científicos andalusíes tuvieron un enorme impacto en los siglos posteriores, especialmente en el Renacimiento. Mientras gran parte de España se ha- llaba bajo el dominio del Islam, la Italia del norte poseía un nivel de alfabetización muy alto. La Universidad de Bolonia funcionaba como un faro de luz durante la Edad Media; en 1221 en Verona se creaba el primer gremio de farmacéuti- cos y en Florencia los monjes dominicos instauraban la far- macia de Santa María Novella, considerada la más antigua de Europa. Pero regresemos a nuestra torre y a nuestro río. Varada en la orilla seguía divisando el puente de barcas, que encadenadas, unían Triana con Sevilla. Los almo- hades realizaron valiosas construcciones consis- tentes y de corte austero donde la decoración queda supeditada a la arquitectura. La Giralda es un exponente de ello. Construida para ser el alminar de la Mezquita almohade, sobrepasa en esbeltez y donaire a la Mezquita Kutubia de Marrakech y se considera hermana de la Torre Hasan de Rabat. Por María del Mar Sánchez Cobos . Farmacéutica Se encontraba coronada por cuatro bolas de bronce que se destruyeron en el terremoto de 1335. Posteriormente se añadió el cuerpo cristiano y la figura con la estatua de la fe o Giraldillo que da nombre a la torre. Conocida en el mun- do entero, tiene replicas en Badajoz, Tarragona, San Pedro de Carmona, Universidad de Lovaina, Miami, Kansas City y Nueva York. La Giralda de N.Y. engalanó el Madison Square Garden hasta 1925, cuando fue demolida. Se halló envuelta en un gran escándalo debido al asesinato allí cometido: a modo de Giraldillo, estaba coronada por una estatua de la diosa Diana. Parece ser que la modelo que posó para dicha escultura fue Evelyn Nesbitt, amante de uno de los arqui- tectos que construyó el complejo. El marido de la modelo, el multimillonario Harry Kendall Thaw, en un arranque de celos mató de tres disparos al arquitecto llamado Standford White mientras cenaba en la terraza. Ríos de tinta corrie- ron con este llamado “crimen del siglo”. La Torre del Oro también tiene hermanas de postín: la To- rre de la Plata, igualmente almohade y sevillana, unidas por la muralla que rodeaba la ciudad; y la Torre de Belem en Lisboa, con la que comparte su corazón marinero. Ambas fueron testigos de los grandes descubrimientos, gestas y expediciones que tuvieron lugar durante los siglos XV y XVI. Todo un Nuevo Mundo desfiló ante sus almenados ojos; grandes riquezas se posaron a sus pies; tesoros de ultramar: cofres y fardos, baúles y sacos; ali- mentos nuevos y hierbas de curar; oro y plata de las Indias. Dime Torre: ¿Qué se siente siendo la Puerta de la mar océana? ¿Recuerdas cuando ga- leones, bergantines y carracas; carabelas y goletas se mecían en las aguas de este tu rio Grande? ¿ Y recuerdas las gentes de mar, y los soñadores que se arremolinaban por la playa del Arenal buscan- do una oportunidad? Sí. Había gran alboroto en Sevilla cuando las expediciones salían. Cuenta el historiador José María de Mena en su libro de Tradiciones y Leyendas Sevillanas que un joven Hernán Cortés se acercó al puerto para enrolarse en alguna de las naves que partían para las Indias, cuando junto a la Torre del Oro se le acercó una gitana para pedirle limosna. Cortés la socorrió con un real de plata. La gitana le leyó la mano augurándole grandes maravillas y que conquistaría un gran imperio alcanzando la gloria eterna. Lope de Vega que pasó algunos periodos de su vida en Sevilla no pudo sustraerse a la magia del río y su torre, y compuso esta seguidilla: “ Vienen de Sánlucar, /rompiendo el agua, /a la Torre del Oro, /barcos de plata. (...) Cervantes hizo pasear a sus pícaros Rinconete y Cor- tadillo por estos lares, sobre todo por el Baratillo donde todo se compraba, se jugaba, se robaba o se vendía. Los literatos y pintores del Siglo de Oro supieron plasmar la luz, el color, la animación, el movimiento, la excitación de aquel rincón lleno de riquezas y esperanzas, encuentro de dos mundos. Los viajeros del XIX quedaron impresiona- dos por los destellos de alegría en tierra de María, que se vuelven de silencio en tiempos de Pasión. Con su pluma, al mundo relataron cuanto a la vera de esta Torre, aconte- cía. Porque ella tiene poesía, junto al agua, dormida. Don Juan miraba su silueta reconfortante y seria al cruzar a la otra orilla desde la que Sevilla emerge como un sueño. Y la Giralda le echa un guiño a la rubia, y regordeta torre que no tiene campanas, ni azucenas, ni veleta, pero la siente como hermana. Tres cuerpos y doce caras forman su figura. Capilla y cárcel; almacén y museo. Leyendas que afirman que sus muros, en tiempos de Pedro I, guardaron plata, oro y a... ¡Doña Aldonza Coronel, de quien estaba enamorado! Amada por el sol, su piedra se transmuta en oro cuando se asoma al río. Y cuando cae la noche, la Luna o el hombre, la ilumina. Así ocurrió en la Exposición Iberoamericana de 1929, durante la cual, centenares de bombillas la hicieron resplandecer. Se tiñó de rojo en 2018 para la celebración del Congreso de Enfermedades Cardiovasculares; en 2019, la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria proyectó una serie de videos sobre su trayectoria profesional; en 2020 brilló como homenaje a los sanitarios que se enfren- tan cada día al coronavirus. Y el pasado febrero, se vistió de blanco y verde para celebrar su 800 cumpleaños. En primavera, tras los días de incienso y velas, arias y oles llegan a su cúpula desde los cercanos Teatro y Coso de la Maestranza. Carruajes bien enjaezados transitan a su lado camino de la Feria, dejando a su paso aromas de claveles y volantes, y sombreros de ala ancha sobre corceles bien montados. Herederos de aquellas cabalgaduras que asis- tieron a su alumbramiento cuando la Media Luna brillaba bajo el cielo de Al-Ándalus.

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