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Farmacéuticos 56 Farmacéuticos 57 FARMACIA CON ARTE EL SILENCIO DE LA NIEVE C aminaba despacio. Solo. En la intermi- nable inmensidad blanca únicamente podía escuchar, el eco de sus pasos. A cada metro que avanzaba, el explorador, envuelto en sus más íntimos pensamientos, iba descubriendo el poder transformador del silencio. Habría que replantearse la posición del ser hu- mano en el mundo en el que vivimos. Cuando nos creíamos invencibles, casi a punto de ser inmortales, una nueva pandemia ha asolado el planeta que ha tenido que confinarse para sobrevivir. Durante esos largos días, el silencio se hizo dueño de vastos territorios. Solo la naturaleza tenía licencia para romperlo. Para muchos, la existencia del mismo, fue un descubrimiento. Hay exper- tos en la búsqueda de “oasis de silencio”, como el ecolo- gista acústico Gordon Hempton, o el viajero y coleccionis- ta noruego Erling Kagge. Kagge es el autor del best-seller “El silencio en la era del ruido”. Explorador incansable ha conseguido llegar al Polo Norte, al Polo Sur y a la cima del Everest, pero comenta que su gran logro ha sido descubrir el poder transformador del silencio tras caminar en sole- dad cincuenta días, a través de la Antártica. Una auténtica proeza que nos trae a la memoria las grandes expedicio- nes llevadas a cabo durante el siglo XIX y principios del XX, para alcanzar ambos Polos. Peary, Crook, Admusen y Scott, entre otros grandes exploradores, participaron en esta carrera para conseguir la gloria; muchos de ellos fallecieron en el intento. Las condiciones eran extremas y adversas aunque contaran con trineos tirados por perros y la ayuda de nativos. El principal enemigo eran las bajas temperaturas. Los expedicionarios sufrieron hipotermias y lesiones por congelamiento, así como enfermedades por carencia de vitaminas como el beriberi y escorbuto. Las gélidas extensiones blancas que tapizan los polos terráqueos están formadas por glaciares, constituidos por masas de hielo y nieve. No ocurre así en el resto de los planetas, por ejemplo, los casquetes polares de Marte están cubiertos de hielo seco o nieve carbónica. Aun- que se parece a la nieve o al hielo normal, es dióxido de carbono en estado sólido. Esta sustancia fue descubierta en 1835 por el químico francés Thilorier, y su primer uso fue como componente de los extintores de incendios; en la actualidad se utiliza en la conservación de alimentos ya que a diferencia del hielo de agua, no deja restos de humedad al pasar directamente del estado sólido al gaseoso. Debido a su gran poder de refrigeración es capaz de retrasar la fermentación en los alimentos y evitar la proliferación de hongos y bacterias. Asimismo, en la industria farma- céutica el mantenimiento de la cadena del frío es básico. Numerosos productos son termosensibles: vacunas, insulinas, algunos colirios y antibióticos, etc. Por ello se emplean sistemas de placas (eutécnico) o de hielo seco (criogénico), para su transporte y conservación. Actualmente, y debido a las nuevas vacunas contra el Co- vid-19, que necesitan temperaturas muy bajas de conserva- ción, los sistemas logísticos de transporte y conservación se enfrentan a retos extraordinarios. Esto es debido a la fragilidad del ARN, en el que se basan estas vacunas. La aplicación del frío como método terapéutico se ha utilizado durante siglos. En el papiro Edwin Smith- texto egipcio sobre cirugía traumática- datado en el 1500 a.C, ya se habla de su uso para tratar la inflamación en trau- matismos. Alrededor de 1050, parece ser que monjes in- gleses emplearon el frío como anestésico local. El famoso cirujano de Napoleón, Dominique Jean Larroy se valió de bloques de nieve para casos de amputación en la retirada de Moscú. La crioterapia, al reducir la temperatura del organismo puede actuar mejorando ciertas patologías. Las formas de aplicación son: bolsas de hielo, cold-packs, toallas o compresas frías, criomasajes y aerosoles refrige- rantes. El efecto refrigerante se consigue por conducción, convección y evaporación. Fisiológicamente, al bajar la temperatura y el metabolismo de los tejidos, se reduce el flujo sanguíneo, lo que conlleva a una disminución del edema e inflamación y por tanto del dolor y espasmo muscular. Hoy día se emplea para tratar la artritis, mejorar trastornos del sueño, combatir la ansiedad, la depresión, las neuralgias y en tratamientos faciales. Y no podemos olvidar que durante años la crioterapia ha sido el método preferido para la eliminación de las verrugas. Ahora que la NASA acaba de anunciar la existencia de agua en forma de hielo en grandes áreas alrededor de los polos de la Luna, en las llamadas “trampas frías” o lugares de sombra permanente, y que podría suponer un paso más allá en la expansión de la humanidad fuera de nuestro planeta, cuesta pensar que hasta los años 20 del pasado siglo no se Por María del Mar Sánchez Cobos . Farmacéutica inventó el frigorífico eléctrico. No diga- mos ya si nos fijamos en aquellas imágenes de los acarreadores de barras de hielo des- de los neveros. Quedarían en un pasado casi remoto. Los romanos y árabes ya hacían traer hielo desde las montañas para conservar los alimentos. A lomos de asnos, mulos o carretas, los arrieros recorrían los caminos con sus bloques de hielo envueltos en arpilleras o pieles para venderlos en pueblos o ciudades, en hospitales o en casas señoriales. Los neveros o pozos de hielo se ubica- ban en zonas donde la nieve se acumula de forma natural. Eran de tipología diversa. El comercio de la nieve fue muy importante hasta la creación del hielo artificial. A pesar de las nuevas tecnologías y de la carrera por la inmediatez, el baile de los copos de nieve tiene un algo de magia que aún sigue emocionando al ser humano. Su dis- posición singular ha fascinado a científicos y matemáticos. Cuenta Kepler, que un invierno, al cruzar un puente en Praga le cayó sobre la solapa de su abrigo un copo de nieve. El gran astrónomo escribió un pequeño ensayo que llamó “Un regalo de año nuevo, de nieve hexagonal”; en él intentaba explicar la sorprendente simetría de los copos de nieve, poniendo las bases de lo que posteriormente fue la Cristalografía, gracias a la cual, sabemos que, efectivamente, los copos suelen presentar una estructura hexagonal básica. Aunque no hay dos iguales. Los cristales de hielo deben su simetría a los enlaces de hidrógeno en las moléculas de agua: estrellas sencillas, en forma de helechos o placas. Estrellas que adornan puentes, laderas y caminos, cual efímeros encajes tejidos por la madre naturaleza en una madrugada de invierno. Extensos campos nevados entre bosques eternos aún cubren gran parte de la Europa del Este. Donde el silencio se hace más denso y profundo. Donde la soledad se hace necesaria para entrar en comu- nicación con la naturaleza. Un viaje interior donde poder encontrarse a uno mismo. En el Romanticismo, especial- mente el romanticismo alemán, confluyen todas estas reflexiones y sentimientos. El más claro ejemplo lo en- contramos en la colección de canciones o lieder conocido por Winterreise ” (Viaje de Invierno) de Schubert. Ellas nos llevan a transitar por los bosques y paisajes nevados que el pintor Caspar David Friedrich nos dejó. Es especialmente emotivo el titulado “El caminante sobre un mar de nubes” que al mostrarnos la pequeñez del hombre ante la inmen- sidad de la naturaleza, adquiere una dimensión metafísica. En el cielo iba anidando una promesa de nieve. La calma y el sosiego se adueñan de la montaña que ya añoraba sus fríos primigenios. Un aroma entre dulce y helado viaja acariciando la tierra. Cae la nieve, y en su sigilosa caída, un profundo silencio envuelve la llegada de un nuevo invierno.
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