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Farmacéuticos 62 Farmacéuticos 63 LA DESNUDA BELLEZA DE LOS CACTUS FARMACIA CON ARTE L e gusta crecer entre el mar y la cal. La cal de los pueblos blancos. Respirar el salitre junto a geranios, almendros y palmeras. Hundir sus raíces en los secarrales. Sus afiladas hojas, donde se enredan las telas de araña, resisten sequías, huracanes y tormentas. La chumbera mediterránea, que vino de tierra extraña. Cactus jugoso que embellece laderas y senderos. Reina del paisaje meridional, le gusta servir de telón de fondo a los lienzos de Joaquín Sorolla. Durante cinco siglos ha adornado los tajos y las cuestas de la Alhambra. ¡Pero ya no juegan los churumbeles entre ellas, entre las chumberas del Sacromonte! ¡Porque ya no quedan! Una plaga las ha devas- tado. La chumbera llegó a bordo de las naves de los conquistadores del Nuevo Mundo alre- dedor del siglo XVI. Arraigó bien en gran parte de la Península y en las Baleares y Canarias. Las tunas se trajeron con objeto de servir de alimento a la cochinilla del carmín ( Dactilopious coccus ), empleada para la producción de tintes. Ahora ese mismo insecto está siendo el causante de su desaparición. Cuando en 1521 los españoles llegaron a México, descubrieron las propiedades de este pigmento natural, al que llamaron grana. Su bello color carmesí subyugó a Europa. Hoy día se sigue usando en jabones, cosmé- ticos y textiles, y en alimentación. Se conoce como E-120 (ácido carmíni- co). Siendo su principal productor las Islas Canarias, especialmente en las plantaciones del Norte de Lanzarote. Allí, cercadas por paredes de piedra, crecen las tuneras donde se cultivan las cochinillas. Son verdaderos jardi- nes de cactus, como el que propulsó el conocido artista César Manrique. El cactarium de Manrique es una obra de arte natural: verde, azul cielo y negro volcán, que cobija a miles de cactáceas llegadas de los cinco continentes. A la chumbera le pasó algo así como a los cantes de ida y vuelta que surcaron los mares desde América a España. Al atravesar el océano cambió su nombre ya que en América se conoce como nopal. Aunque en España solo se comen sus frutos- los higos chumbos- en México la planta tiene muchas apli- caciones gastronómicas: sopa de nopales, curtidos, o en ensalada. Es muy digestiva por la gran cantidad de fibra que aporta a la dieta. De sus frutos se obtiene el colonche, bebida alcohólica, dulce y efervescente. Las cactáceas del genero Opuntia ya eran consumidas en la época prehispá- nica y forman parte del Escudo Nacional de México. Mucho más al oeste, se encuentra el reino de los cactus gigantes: los saguaros. Altos y esbeltos se alzan victorio- sos. Son los reyes del desierto. Especialmente en Sonora. (Arizona). Viven en condiciones extremas en las inmensi- dades desérticas abrasadas por el sol, donde sus siluetas se recortan en el paisaje. De su mano entramos en el Lejano Oeste. El mito de la frontera. La conquista de un territorio inhóspito y salvaje. La ilusión del Viejo Oeste forma parte de la idiosincrasia del pueblo americano. Con sus luces y sus sombras, la narración de la colonización del territorio ha trascendido al mundo gracias a las novelas y películas del Oeste, los lla- mados westerns . El gran maestro del género es John Ford, la trilogía Fort Apache , La legión invencible , y Rio Grande y por supuesto La diligencia, así lo atestiguan. Howard Hawks, con sus films dedicados a los ríos: Rio Bravo, Rio Rojo y Rio Lobo es otro de los grandes. Pasean por estos fotogramas, actores legendarios: John Wayne, Errol Flynn, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Grace Kelly, Joan Crawford, Candice Bergen, etc. Imposible olvidar escenas memora- bles como las del sheriff Gary Cooper caminando en Solo ante el Peligro ; el beso final de Gregory Peck y Jennifer Jones en Duelo al Sol o el porte y gallardía de los jefes indios, Caballo Loco, Nube Roja o Toro Sentado. Paisajes de celuloide que hicieron soñar a varias generaciones. Sonidos y acordes que valen todo un viaje al territorio inexplorado a través de sus bandas sonoras: el silbido de Por un puñado de dólares , de Ennio Morricone; la oscariza- da banda sonora de los 7 magníficos , o la maravillosa balada Llamando a las puertas del cielo , escrita por Bob Dylan para la película Pat Garrett y Billy the Kid. Muchas de estas pelícu- las estaban basadas en las novelas de Zane Grey o Estefanía. Es la vida bajo el cielo del Oeste: eternas llanuras deshabitadas; millares de búfalos des- plazándose sobre las verdes praderas. Reses encaminándose hacia los ríos. Vaqueros, salteadores de caminos, cuatreros y traperos. Hombres con semblante atezado y curtido, rifles en mano, cabalgando al viento. Ululan los indios, adornados con plumas y con rostros pintados: sioux, navajos, kiowas, apaches, comanches... Un intercambio de flechas. Humo de pólvora en el ambiente. Disparos. Caravanas que avanzan lentamente entre las tierras rojas, áridas e inhóspitas. Las noches de los colonos, que bajo las estrellas entonan sus canciones acompañadas de un banjo o una armónica. Un mundo de ilusiones que en muchos casos terminó en tragedia. Enfermedades y calamidades acompañaron a miles de hombres, mujeres y niños en su travesía. Las condiciones sanitarias eran nefastas. La falta de agua y la desnutrición: tuberculosis, sífilis, heridas y accidentes; picaduras de insectos, alergias a plantas o alimentos: la tiña, la sarna y otras dermatosis eran afec- ciones comunes y para combatirlas usaban plantas locales con azufre. Muchas veces eran víctimas de los célebres charlatanes, curanderos itinerantes, que además de los mi- lagrosos crecepelos ofrecían todo tipo de jarabes, tónicos, licores, remedios maravillosos, alivios rápidos para todo tipo de males y padecimientos. A veces vendían ungüen- tos elaborados por hombres-medicina o chamanes indios. Para los nativos americanos la curación de enfermedades tenía carácter espiritual: danzas rituales, cánticos medici- nales y amuletos, pero utilizaban hierbas y plantas. Entre las plantas “mágicas” se encontraba el aloe vera, cuyo jugo mezclaban con agua y embadurnaban sus cuerpos para repeler los insectos. El aloe, también conocido por acíbar, fue una de las plantas más cultivadas de la antigüedad por sus aplicaciones medicinales y cosméticas. Al igual que los cactus, es una planta suculenta que debido a su tejido parenquimatíco, es capaz de almacenar grandes cantida- des de agua. Suculenta es también, el agave o maguey, de donde se obtiene licores como el tequila o el mezcal. Todas estas especies se usan como plantas ornamentales. ¿Será debido a su desnuda belleza? Belleza cantada por Pa- blo Neruda, cuando dice: “pequeña masa pura/de espinas estrelladas/cactus de las arenas (...)”. O los hermosos versos de José Saramago: “Flor de cactus, flor que se ha arranca- do/A la sequedad del suelo/ Ahí era el desierto, la piedra dura, /la sed y la soledad/ sobre la palma de espinos, triunfante/ ¿Flor o corazón? Por María del Mar Sánchez Cobos . Farmacéutica
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